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Una carcajada salió de la boca de la peliazul.
—¿Se creen muy valientes, cierto? —preguntó con la mirada perdida.
Los chicos no decían nada, solo la estaban grabando.
El jardín se veía tétrico, gracias a la oscuridad y el fuego de las escaleras que ya se estaba apagando.
—Alfa los va a mataar —canturreó y extendió los brazos mirando al cielo.
—¿Quien es Alfa? —preguntó uno del grupo.
—La muerte. —los chicos se quedaron congelados y ella soltó otra carcajada—. Y todavía no conocen a Bethy...
Los amigos se miraron entre sí al escuchar ese nombre. Lo habían escuchado de algún lugar. Pero, ¿dónde?
—¿Bethy? ¿Es una payasa? —preguntó otro chico del grupo.
La payasa se quedó en silencio, pensando. Los miró y negó con la cabeza repetidas veces.
—Son tan ingenuos —dijo y miró el cielo de nuevo—. Bethy... Bethy... ¿Quién en Bethy? No lo sé... E-ella... es... es...
Comenzó a hablar atropelladamente y se sentó en el pasto con las manos en la cabeza.
—¿Estás bien, Luli?
Luli se quitó las manos de la cabeza y miró al grupo con una mirada amenazante.
—Bethy los va a matar... ella... y-y Alfa... Por su culpa... ella... ella... es así. ¡Por su culpa! —gritó y comenzó a lamentarse.
Todo se quedó en silencio hasta que Luli se levantó y sonrió.
—Ups, ya mi show se acabó ¡adiós! —y salió corriendo a la mansión.
Los chicos trataron de seguirla, cruzaron la cocina y subieron las escaleras pero un golpe seco los hizo darse cuenta que se había encerrado en el cuarto que quedaba al frente de la habitación de limpieza.
Pero había un detalle.
La habitación nunca se pudo abrir. Estaba sellada.
Entonces ¿cómo escapó?
Pero otras preguntas inundaban su mente en ese instante.
