Capítulo 8: Secretos Revelados

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La noche caía sobre Hallstatt, cubriendo el pequeño pueblo en un manto de silencio. Las sombras se alargaban en las estrechas calles adoquinadas, creando un ambiente casi irreal, como si todo el mundo estuviera suspendido en el tiempo. Laura estaba en su habitación, con la luz tenue de una lámpara iluminando los papeles esparcidos sobre su escritorio. Su corazón latía con fuerza, mientras sus ojos se movían rápidamente de un documento a otro.

Finalmente, había encontrado lo que había estado buscando: la prueba concluyente de que Hans Gruber, el hombre con el que había estado trabajando y por el que sentía una peligrosa atracción, era el criminal que había estado rastreando. Las conexiones estaban claras: las transacciones financieras, los nombres en clave, y las operaciones encubiertas, todo apuntaba hacia él. Sintió un nudo en el estómago mientras su mente luchaba por procesar la verdad.

Cerró los ojos y respiró hondo, intentando calmar la tormenta que rugía en su interior. Sabía lo que debía hacer. Era una periodista, una investigadora comprometida con la verdad. Exponer a Hans era su deber, lo que había jurado hacer cuando comenzó esta investigación. Pero ahora, las cosas no eran tan sencillas. Había algo más, algo que la hacía dudar, y ese algo era su propio corazón.

Un golpe suave en la puerta la hizo sobresaltarse. Su instinto fue esconder los papeles, pero en el fondo sabía que ya no importaba. Lo que estaba en esos documentos había cambiado todo.

—¿Laura? —La voz de Hans atravesó la madera, suave y controlada, como siempre.

—Adelante —respondió ella, intentando mantener la calma.

Hans entró, sus ojos recorriendo la habitación antes de detenerse en ella. Algo en su mirada le dijo que sabía que algo había cambiado, aunque no estaba seguro de qué. Había una tensión palpable en el aire, un tira y afloja entre la verdad que ella había descubierto y el secreto que él aún intentaba mantener.

—Parece que estás trabajando duro —comentó, con una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos.

Laura se forzó a devolver la sonrisa, aunque sabía que su corazón no estaba en ello.

—Sí, he estado revisando algunas cosas.

Hans se acercó, su presencia llenando la habitación de una manera que la hizo sentir atrapada. Se detuvo frente al escritorio, observando los papeles que Laura no había logrado esconder.

—¿Algo interesante? —preguntó, su tono casual, pero con un filo oculto.

Laura lo miró directamente a los ojos, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Había tantas cosas que quería decir, tantas preguntas que quería hacer. ¿Por qué se había involucrado en esta vida? ¿Qué lo había llevado a ser el hombre que era ahora? Pero en lugar de eso, solo pudo decir una cosa.

—Hans, ¿quién eres realmente?

La pregunta quedó flotando en el aire entre ellos. Hans la miró, y por un momento, Laura pensó que iba a decirle la verdad. Pero luego, algo cambió en su expresión, y su máscara de frialdad y control se deslizó de nuevo en su lugar.

—Ya sabes quién soy —respondió con suavidad, pero con un tono que sugería que no habría más respuestas.

Laura apretó los puños, sintiendo la frustración burbujear dentro de ella.

—No, no lo sé. No sé quién eres, Hans, y eso me está volviendo loca.

Hans la observó en silencio, su mirada penetrante como si estuviera evaluando cada una de sus palabras.

—Lo que necesitas saber es que estoy aquí por una razón, y esa razón no ha cambiado. —Su voz era firme, casi autoritaria—. Pero tú, Laura, estás jugando un juego peligroso.

—¿Yo? —replicó ella, sintiendo cómo la ira comenzaba a mezclarse con su confusión—. ¿Soy yo la que está jugando? ¡He estado siguiendo pistas, haciendo mi trabajo, y todo me ha llevado a ti!

Hans dio un paso hacia adelante, acercándose a ella con una intensidad que la hizo retroceder ligeramente.

—Y ahora que me has encontrado, ¿qué harás con esa información? —preguntó, su voz baja y peligrosa—. ¿Me entregarás? ¿Te irás y fingirás que nunca estuviste aquí? ¿O hay algo más que te detiene?

Laura lo miró, su mente girando con mil pensamientos a la vez. Sabía que tenía la oportunidad de terminar todo en ese momento. Podía irse, exponerlo, cumplir con su deber. Pero una parte de ella se resistía, una parte que no quería soltar lo que había encontrado con Hans, por oscuro y peligroso que fuera.

—No lo sé —admitió finalmente, su voz quebrándose levemente—. No lo sé, Hans. Todo esto... todo lo que hemos hecho, lo que hemos compartido... No puedo simplemente ignorarlo.

Hans la miró con una mezcla de comprensión y algo que ella no podía identificar del todo. Había una tristeza en sus ojos, como si entendiera demasiado bien la lucha interna que ella estaba enfrentando.

—Laura —dijo suavemente, su tono ahora casi afectuoso—. No puedo cambiar lo que soy. Y tú... no puedes cambiar lo que sientes. Pero ambos sabemos que esto no puede durar.

Laura sintió las lágrimas arremolinarse detrás de sus ojos, pero las contuvo con todas sus fuerzas. No quería llorar, no frente a él.

—¿Entonces qué hacemos? —susurró.

Hans no respondió de inmediato. En lugar de eso, levantó una mano y le acarició suavemente el rostro. Laura cerró los ojos al sentir su toque, una mezcla de dolor y consuelo en un solo gesto.

—No puedo darte respuestas, Laura —dijo finalmente—. Pero puedo darte una elección. Puedes irte, ahora, y olvidar todo esto. O puedes quedarte, seguir adelante, y aceptar que nada será simple entre nosotros.

Laura abrió los ojos, encontrando los de Hans con una intensidad que casi la asustaba. Sabía que quedarse significaba más que simplemente continuar con la investigación. Significaba aceptar lo que sentía, aceptar que su vida nunca sería la misma.

—Me quedaré —dijo, casi sin darse cuenta de las palabras que salían de su boca.

Hans asintió, como si hubiese esperado esa respuesta. Luego, bajó la mano y se apartó, dándole espacio para respirar.

—Entonces, a partir de ahora, no habrá más secretos entre nosotros. Pero recuerda, Laura, que lo que descubras puede no ser lo que esperas.

Laura asintió, sabiendo que estaba tomando una decisión que cambiaría su vida para siempre. No había vuelta atrás. Los secretos habían sido revelados, pero era lo que vendría después lo que realmente importaba.

Mientras Hans se alejaba, Laura se quedó mirando la puerta cerrarse tras él, sabiendo que había cruzado un umbral del que no había retorno. Había decidido quedarse, había decidido aceptar el peligro, y con ello, había sellado su destino. El juego de sombras apenas comenzaba, y aunque no sabía cómo terminaría, estaba dispuesta a seguir adelante, a enfrentarse a lo que viniera.

Bajo la Sombra del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora