Capítulo 11: Fuga Imposible

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La quietud de la noche fue interrumpida por el sonido de pasos rápidos y el chasquido de armas al ser cargadas. En las sombras de un edificio en ruinas, Hans Gruber y Laura Torres se movían con la urgencia de quienes saben que cada segundo podría ser el último.

Hans mantuvo su postura controlada mientras caminaba junto a Laura, pero la tensión en sus músculos delataba la gravedad de la situación. Sus antiguos enemigos habían encontrado su escondite, y ahora se encontraban en una carrera desesperada para escapar.

—¿Qué tan cerca crees que están? —preguntó Laura en voz baja, intentando mantener su voz firme mientras seguía el ritmo de Hans.

Hans no respondió de inmediato. Su mirada escaneaba el entorno, buscando posibles rutas de escape mientras sus pensamientos trabajaban a una velocidad frenética. Finalmente, se giró hacia ella, con una expresión que mezclaba la dureza de un estratega y la preocupación de alguien que se encontraba en una situación imposible.

—Demasiado cerca para mi gusto —respondió, su tono firme—. Necesitamos llegar al punto de extracción antes de que nos rodeen.

Laura asintió, aunque sentía cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. La cercanía de Hans y el peligro que los rodeaba creaban una extraña mezcla de miedo y adrenalina, alimentando la intensidad de sus emociones.

Llegaron a una calle lateral, apenas iluminada por las farolas parpadeantes. Hans se detuvo un instante, observando el lugar antes de dirigir a Laura hacia un callejón estrecho que los llevaría hacia una zona menos vigilada. El eco de sus pasos resonaba en las paredes de ladrillo, y el aire frío de la noche se colaba entre ellos, agudizando sus sentidos.

—¿Por qué nos siguen tan de cerca? —preguntó Laura, tratando de comprender el peligro inminente.

Hans le lanzó una mirada rápida, una mezcla de calculadora y protectora.

—Mis antiguos socios no son el tipo de personas que perdonan —dijo con un toque de ironía en su voz—. Descubrieron que aún estoy vivo y no están dispuestos a dejar cabos sueltos. Y ahora, por tu implicación, tú también estás en su lista.

Laura sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que al unirse a Hans estaba arriesgando más de lo que inicialmente había imaginado, pero la realidad de la situación estaba resultando más aterradora de lo que había previsto.

—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó, consciente de la gravedad de sus palabras.

Hans no respondió de inmediato. En cambio, se detuvo al final del callejón y se volvió hacia ella, su rostro iluminado por la tenue luz de una farola cercana.

—Confía en mí, Laura —dijo en un tono bajo y serio—. Vamos a salir de esto. Pero necesito que sigas mis instrucciones sin cuestionarlas. ¿Entendido?

La intensidad en los ojos de Hans era innegable, y Laura no pudo evitar sentirse atraída por su determinación. Había algo en la forma en que la miraba, en la manera en que le hablaba, que hacía que se sintiera segura a su lado, a pesar del peligro que los acechaba.

—Entendido —respondió, su voz firme, aunque un leve temblor delataba su nerviosismo.

Hans asintió y le tomó la mano, una acción que la tomó por sorpresa, pero que al mismo tiempo la reconfortó. El contacto fue breve, pero la calidez que sintió fue suficiente para darle la fuerza que necesitaba para continuar.

Se movieron rápidamente a través del callejón, evitando las principales rutas y manteniéndose en las sombras. A medida que avanzaban, los sonidos de sus perseguidores se hacían más intensos, acercándose cada vez más. Laura sentía que el tiempo corría en su contra, pero Hans seguía imperturbable, guiándola con la precisión de un hombre que conocía cada rincón de la ciudad.

Finalmente, llegaron a un edificio abandonado, con ventanas rotas y una puerta desvencijada que colgaba de una bisagra oxidada. Hans empujó la puerta y ambos entraron en la oscuridad, cubiertos momentáneamente por la sombra de la estructura.

Dentro, la penumbra era densa, pero Hans se movía con la confianza de alguien que había estado allí antes. Laura lo siguió, sintiendo cómo la tensión en su cuerpo aumentaba con cada paso que daba. El silencio dentro del edificio era opresivo, pero Laura sabía que no estaban solos. Podía sentir la presencia de los hombres que los buscaban, acechando en la oscuridad, listos para atacar en cualquier momento.

Hans se detuvo en una esquina, junto a una escalera que subía hacia los pisos superiores. Se volvió hacia Laura, sus ojos brillando con una intensidad que casi la asustó.

—Tenemos que llegar al tejado —dijo en voz baja—. Desde allí, podremos saltar al edificio de al lado y escapar por una ruta segura.

Laura asintió, sabiendo que no había otra opción. Hans comenzó a subir las escaleras, con Laura pisándole los talones. La madera crujía bajo sus pies, y cada sonido parecía resonar en la oscuridad como una advertencia.

Cuando llegaron al tejado, la vista de la ciudad se extendió ante ellos, iluminada por las luces distantes y el resplandor de la luna. El aire frío golpeó sus rostros, trayendo consigo la realidad de la situación. Estaban en el punto más alto, sin lugar a donde correr si eran descubiertos.

Hans miró hacia el otro edificio, calculando la distancia. Luego se volvió hacia Laura, su expresión decidida.

—Tienes que confiar en mí, Laura —dijo mientras la miraba a los ojos—. Este salto es peligroso, pero es nuestra única oportunidad.

Laura lo miró, sintiendo la mezcla de temor y adrenalina en su interior. Sabía que Hans tenía razón, pero la idea de saltar desde el tejado la aterraba.

—Confío en ti —dijo finalmente, su voz temblorosa pero llena de determinación.

Hans asintió, y sin decir una palabra más, se acercó al borde del tejado. Con un solo movimiento fluido, se lanzó hacia el otro lado, aterrizando con gracia en el tejado del edificio vecino. Se giró para mirar a Laura, con una expresión que decía más que cualquier palabra.

Laura respiró hondo, sintiendo cómo el miedo intentaba apoderarse de ella. Pero entonces pensó en todo lo que había pasado hasta ese momento, en lo que estaba en juego, y en la extraña pero innegable conexión que sentía con Hans. No podía echarse atrás ahora.

Con un último suspiro, corrió hacia el borde del tejado y saltó. El aire frío golpeó su rostro, y por un instante sintió que el mundo se detenía. Luego, sus pies tocaron el otro tejado, y Hans la atrapó con un agarre firme, evitando que perdiera el equilibrio.

—Lo lograste —dijo Hans, su voz suave pero con una clara nota de alivio.

Laura asintió, sin aliento, pero con una sonrisa débil en sus labios. El peligro no había pasado, pero habían dado un paso más hacia la libertad.

Hans la guió hacia una escotilla que los llevó al interior del edificio. Bajaron por las escaleras de servicio, moviéndose con cautela para evitar ser detectados. El interior del edificio estaba desierto, pero la tensión seguía en el aire.

Finalmente, llegaron a un callejón trasero donde un auto los esperaba. Hans abrió la puerta y dejó que Laura entrara primero antes de tomar su lugar en el asiento del conductor. Encendió el motor y condujo hacia la salida, con los faros apagados para evitar llamar la atención.

El silencio en el auto era pesado, pero lleno de un entendimiento tácito entre ambos. Habían sobrevivido a la primera parte de la fuga, pero ambos sabían que esto era solo el comienzo.

Laura miró a Hans, observando el perfil de su rostro mientras conducía con concentración. Había algo en él que la intrigaba, algo que la atraía a pesar de todo lo que sabía sobre él.

—Hans... —comenzó, pero no pudo encontrar las palabras correctas para expresar lo que sentía.

Hans la miró brevemente antes de volver su atención a la carretera.

—Lo sé, Laura —dijo con un tono que dejaba claro que comprendía sus dudas—. Yo también siento lo mismo.

El auto siguió su camino a través de las calles oscuras, alejándose del peligro inmediato. Pero ambos sabían que el verdadero desafío aún estaba por venir. La relación entre ellos se había vuelto más intensa y complicada, y ahora, en medio de la huida, esa intensidad solo crecería.

Bajo la Sombra del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora