Capítulo 3: Primeras Sospechas

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El sol apenas se asomaba sobre las montañas cuando Laura se despertó, el frío de la madrugada colándose por la ventana ligeramente entreabierta de su habitación en la posada. La tranquilidad de Hallstatt había hecho que su sueño fuera ligero, casi inquieto, con imágenes borrosas de su encuentro con Hans revoloteando en su mente.

Se sentó en la cama, frotándose los ojos mientras intentaba ordenar sus pensamientos. Algo no cuadraba. Había sentido una conexión entre los fragmentos de información que había recopilado y la actitud de Hans Gruber, o Lukas Engel, como se hacía llamar ahora. Pero no lograba descifrarlo por completo. ¿Por qué un hombre como él se escondería en un lugar tan remoto y pintoresco como Hallstatt? Y lo más importante, ¿qué estaba planeando?

Después de una rápida ducha, Laura se vistió con ropa abrigada y decidió bajar al comedor de la posada. La idea de un desayuno caliente parecía lo único que podría calmar su mente agitada. Al entrar, el aroma a café recién hecho y pan horneado llenó el ambiente, mezclándose con el murmullo de conversaciones suaves entre los pocos huéspedes que estaban ya sentados.

El dueño de la posada, el anciano de bigote espeso, estaba detrás del mostrador, sirviendo café con una mano firme pero amable. Al verla entrar, le dedicó una sonrisa cortés.

—Buenos días, señorita Torres. ¿Durmió bien?

—Sí, gracias —respondió Laura, devolviendo la sonrisa, aunque con una leve distracción en su mirada—. Creo que el aire de la montaña me está sentando bien.

El anciano asintió con un gesto de comprensión y le sirvió una taza de café. Laura lo tomó y se dirigió a una mesa cerca de una ventana, desde donde podía observar la plaza central del pueblo. Mientras tomaba un sorbo, su mirada se perdió en la nieve que caía lentamente, pero su mente seguía dándole vueltas a los detalles que había recopilado sobre Lukas Engel.

Con su laptop abierta frente a ella, comenzó a revisar sus notas. Había algo que no cuadraba, pequeños detalles que parecían fuera de lugar. Los informes financieros que había conseguido indicaban que Lukas tenía acceso a sumas de dinero significativas, pero no había ninguna fuente clara para esos fondos. Además, la información que había encontrado sobre su historial laboral no coincidía del todo; parecía casi... fabricada, como si alguien hubiera construido una identidad cuidadosamente, pero sin suficiente atención a los detalles.

Laura suspiró, tamborileando los dedos sobre el teclado. Algo estaba mal, lo sentía en sus huesos, pero necesitaba más información antes de poder hacer cualquier movimiento. Sabía que estaba cerca de descubrir algo grande, pero aún no tenía las piezas necesarias para armar el rompecabezas.

De repente, un sonido de pasos acercándose la sacó de sus pensamientos. Levantó la vista justo a tiempo para ver a Hans entrar en el comedor, su figura alta y elegante moviéndose con la confianza de alguien que estaba completamente a gusto en cualquier entorno. Vestía un abrigo oscuro que contrastaba con la blancura de la nieve que comenzaba a derretirse en su superficie. Su rostro mostraba una expresión tranquila, pero sus ojos no habían perdido ese brillo calculador que Laura había notado la noche anterior.

—Señorita Torres —saludó Hans con una ligera inclinación de cabeza, como si fuera lo más natural del mundo encontrarla allí.

Laura se obligó a sonreír, aunque su corazón latía con fuerza al darse cuenta de la cercanía del hombre al que estaba investigando.

—Señor Engel, qué coincidencia —respondió, señalando la silla frente a ella—. ¿Le gustaría acompañarme?

Hans arqueó una ceja, como si la propuesta lo hubiera sorprendido, pero no había nada en su comportamiento que delatara otra emoción que no fuera cordialidad.

—Sería un placer —dijo, sentándose con una elegancia que parecía innata. Mientras lo hacía, Laura no pudo evitar notar cómo sus ojos recorrían sutilmente la pantalla de su laptop, captando detalles con una rapidez que la dejó inquieta.

Hans tomó un sorbo de café que había traído consigo antes de hablar nuevamente.

—Parece que está ocupada —comentó, su tono ligero, pero Laura percibió una curiosidad velada—. ¿Acaso es trabajo lo que la ha traído a este rincón tan tranquilo del mundo?

Laura mantuvo la compostura, inclinándose ligeramente hacia adelante para cerrar la laptop sin prisa.

—Podría decirse que sí —respondió, midiendo cada palabra—. Aunque el trabajo a veces puede ser tan engañoso como la calma de un lugar así, ¿no cree?

Hans esbozó una media sonrisa, como si apreciara la sutileza en sus palabras.

—Ah, la calma y las apariencias. Dos cosas que siempre van de la mano, pero que rara vez son lo que parecen —dijo, su mirada fija en la de Laura con una intensidad que hacía difícil apartar la vista.

El intercambio parecía inocente, pero Laura podía sentir las corrientes subterráneas de una conversación mucho más peligrosa. Decidió cambiar de tema, aunque no sin una pizca de intencionalidad.

—De hecho, estuve investigando un poco sobre este lugar —comenzó, haciendo un esfuerzo consciente por no parecer demasiado interesada—. Es fascinante cómo algunos lugares parecen congelados en el tiempo, pero si uno rasca un poco la superficie, puede encontrar todo tipo de secretos.

Hans asintió, tomando otro sorbo de su café antes de responder.

—Es cierto, Hallstatt tiene una larga historia. Muchos visitantes se sienten atraídos por su belleza, pero pocos se toman el tiempo de investigar lo que yace debajo de esa fachada. ¿Y qué secretos ha descubierto, señorita Torres?

Laura notó el desafío implícito en su tono, pero no se dejó intimidar.

—Nada de particular hasta ahora —respondió con una sonrisa tranquila—. Aunque, me pregunto cuántos de los habitantes de este lugar tienen historias que no les gustaría que salieran a la luz.

Hans mantuvo la mirada un segundo más antes de responder.

—Todos tenemos algo que preferiríamos mantener en las sombras. Pero eso no siempre significa que esas sombras sean oscuras, ¿no es así?

La ambigüedad en sus palabras solo incrementó la suspicacia de Laura. Sentía que estaba caminando por una cuerda floja, y cualquier desliz podía hacerla caer. Pero también sabía que, si quería descubrir la verdad sobre Lukas Engel —o Hans Gruber—, tendría que arriesgarse.

—Supongo que depende de quién esté mirando —dijo, inclinándose hacia atrás en su silla, estudiándolo con la misma intensidad.

Hans sonrió, esta vez una sonrisa que parecía alcanzar sus ojos, aunque su frialdad seguía presente.

—Tiene razón, señorita Torres. Todo depende de la perspectiva —dijo, antes de que una pausa se asentara entre ellos.

El silencio se extendió, cargado de tensión no dicha, hasta que Hans decidió romperlo.

—Debo irme, pero ha sido un placer esta conversación. Espero que disfrute de su estancia aquí —dijo, levantándose de su silla con una elegancia que solo reforzaba la imagen de un hombre acostumbrado a controlar su entorno.

Laura lo observó irse, sabiendo que ese encuentro había sido cualquier cosa menos casual. Mientras se alejaba, su mente volvió a los detalles que había notado antes, a las incongruencias en la información que había reunido. Estaba más convencida que nunca de que Hans Gruber era un hombre peligroso, uno que no había dejado atrás su pasado, sino que lo había traído consigo, envuelto en una nueva identidad.

Sabía que debía ser cautelosa, pero también sabía que no podía detenerse ahora. Cada vez que se cruzaban, Hans dejaba caer pistas, como si quisiera que ella lo siguiera, como si estuviera disfrutando del juego.

Laura se reclinó en su silla, sintiendo el peso de la decisión que tenía por delante. Si continuaba con su investigación, sabía que se estaba adentrando en un terreno cada vez más peligroso. Pero también sabía que no podía darse por vencida. Tenía que seguir adelante, aunque eso significara enfrentar sus propias sombras.

Bajo la Sombra del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora