15 - Penitencia

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Ludmila se despidió brevemente de sus padres y se acercó al oficial Jackson, quien todavía estaba ocupado terminando de conversar con ellos.

― ¿Podría darme la dirección del hospital donde está el oficial Ott, por favor? ―preguntó Ludmila con voz suave.

El oficial asintió con seriedad y sacó un trozo de papel de su bolsillo, anotando la dirección del hospital.

― Claro, aquí lo tienes ―dijo, entregándole el papel―. ¿Quieres que le entregue algo al oficial Ott, de tu parte?

Clay asintió, agradecido por la amabilidad de la chica.

― Sí, por favor. Le compré un ramo de flores. ¿Podrías asegurarte de que se lo entreguen?

El oficial Jackson tomó un ramo de flores de aquel estante que estaba detrás de él, se las entregó y asintió.

― Lo haré, no te preocupes ―menciono Ludmila, con una sonrisa tranquilizadora.

Con un gesto de agradecimiento, Ludmila se despidió y salió de la comisaría. Afuera, encontró un taxi que la esperaba y le dio al conductor la dirección del hospital. Mientras el taxi se alejaba, Ludmila miró por la ventana, perdida en sus pensamientos sobre lo que vendría a continuación.

Ludmila llegó al New Orleans East Hospital y se dirigió hacia la recepción. La recepcionista levantó la vista cuando Ludmila se acercó.

― Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarla? ―preguntó la recepcionista con amabilidad.

Ludmila le devolvió la sonrisa y sacó el papel con la dirección del hospital y el número de habitación, que le proporciono el oficial Jackson.

― Vengo a visitar a Tammy Ott. ¿Podría indicarme cómo llegar a su habitación? ―preguntó Ludmila con educación.

La recepcionista revisó la nota y asintió.

― Claro, déjeme llevarla ―respondió la recepcionista, levantándose de su silla.

Ludmila la siguió por los pasillos del hospital hasta llegar a la habitación 343. La recepcionista tocó suavemente la puerta antes de abrir y asomarse.

― Oficial Ott, tiene una visita especial del departamento de policía ―anunció la recepcionista, abriendo la puerta para dejar entrar a Ludmila.

Tammy Ott, que estaba sentado en la cama con aspecto cansado, se iluminó al ver a Ludmila entrar.

― Ludmila, qué sorpresa agradable ―dijo con una sonrisa débil, levantándose con cuidado de la cama para recibirla.

Ludmila se acercó y le asistió, devolviéndole la sonrisa.

― Vine a ver cómo estás, oficial Ott. Espero que te mejores pronto ―dijo con sinceridad.

Tammy asintió, agradecido por la visita.

― Gracias, Ludmila. Significa mucho para mí. Por favor, siéntate ―invitó, señalando una silla junto a la cama.

Ludmila tomó asiento y comenzaron a conversar, compartiendo noticias y preocupaciones mutuas mientras disfrutaban de la compañía del otro en medio del entorno hospitalario.

Cuando el clímax de la conversación comenzaba a reconfortar al oficial. Ludmila recibió una llamada inesperada de su amigo Tony, tomó la llamada escuchando atentamente el otro lado de la línea.

Ludmila sintió un escalofrío recorrer su espalda, cuando escuchó su voz, entre susurros y cargada de preocupación, la alertó de inmediato.

― Tony, ¿qué está pasando? ―preguntó Ludmila con urgencia, notando la tensión en la voz de su amigo.

― Ludmila, están en el bar. Han entrado unos tipos... estoy debajo de la barra. La alarma de robo sigue sonando ―respondió Tony, con un tono ansioso y tembloroso.

Antes de que pudiera decir algo más, la voz de Tony se vio interrumpida por un hombre desconocido que le arrebató el teléfono. La voz que resonó en el otro extremo de la línea estaba llena de amenazas y oscuridad.

― Ludmila, querida Ludmila. No deberías haber ido a la comisaría y declarar tu testimonio. Ahora pagarás las consecuencias. Te tengo un nuevo desafío. Prepárate, porque esto apenas comienza ―amenazó la voz, antes de colgar la llamada abruptamente.

Ludmila se quedó helada por un momento, procesando la información. Sabía que debía actuar rápido para ayudar a Tony y enfrentar esta nueva amenaza.

Sin perder tiempo, se despidió apresuradamente de Tammy Ott y salió corriendo de la habitación del hospital.

Con el corazón latiéndole con fuerza, pidió rápidamente un taxi para dirigirse al Club Musical del Gato en la calle Decatur. Al llegar, se quedó petrificada al ver los aparadores rotos y las cortinas ondeando salvajemente en el viento.

Con manos temblorosas, intentó llamar a la estación de policía en busca de ayuda, pero nadie contestaba al otro lado de la línea. Después de unos momentos de angustiosa espera en la línea, decidió colgar la llamada. No podía permitirse perder más tiempo.

Con paso vacilante, Ludmila avanzó por el desordenado camino, observando las sillas y mesas tiradas, y las botellas rotas esparcidas por el suelo.

Entre susurros, llamó a Tony, pero el silencio le devolvió su llamada, aumentando su preocupación y miedo por su amigo.

Ludmila, sintiendo una presión en el pecho, avanzó entre los destrozos del club, cada paso que daba resonaba en el silencio tenso que llenaba el ambiente. La alarma seguía sonando, un eco estridente que parecía anunciar peligro en cada rincón oscuro.

Su mente se llenaba de pensamientos angustiosos. ¿Dónde estaría Tony? ¿Qué había pasado exactamente allí dentro? Sus manos temblaban mientras buscaba cualquier indicio de su amigo entre el caos que rodeaba el lugar.

De repente, un sonido lejano rompió el silencio, un murmullo apenas perceptible. Ludmila se detuvo, aguzando los sentidos para tratar de localizar de dónde provenía aquel sonido. Sin embargo, el susurro se desvaneció rápidamente, dejándola en un desconcertante silencio una vez más.

Con determinación, decidió adentrarse más en el club, dispuesta a descubrir qué había sucedido y encontrar a su amigo Tony.

Ludmila se encontraba paralizada por la angustia, con lágrimas brotando de sus ojos. Repentinamente, encontró una escalofriante nota en el suelo.

El mensaje, hecho con recortes de letras, era claro y directo:

"Debes dirigirte a la barcaza de pedales Nola, si quieres volver a ver a tu amigo antes de la medianoche."


El terror la invadió al pensar en lo que podría estar sucediendo con Tony, y el tiempo pareció detenerse a su alrededor mientras se sumía en la desesperación.

Sin embargo, el sonido distante de las sirenas de la policía la sacó bruscamente de su estado de shock. Se limpió las lágrimas con valentía, sintiendo una mezcla de miedo y coraje ardiendo en su pecho.

No podía permitirse desmoronarse ahora, no cuando la vida de su amigo estaba en peligro.

Con pasos apresurados, Ludmila salió del club y se dirigió hacia elsonido de las sirenas, encontrándose con los oficiales que se acercaban allugar. Les explicó rápidamente lo que había encontrado y les mostró la nota,instándolos a actuar con rapidez para rescatar a Tony.          

La Habitación del EcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora