Edgar apenas había abierto los ojos cuando sintió un golpe contundente en la cara, dejándolo inconsciente una vez más. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces le había pasado lo mismo.
Edgar finalmente logró abrir los ojos, solo para encontrarse con unos ojos demasiado claros y una mandíbula llena de dientes afilados acercándose a él, y sin pensarlo dos veces, lanzó un puñetazo directo a lo que asumió era un demonio.
— ¡¿Qué te pasa, weón?! —gritó el supuesto demonio, frotándose la nariz con enojo.
Edgar se quedó paralizado, procesando lo que acababa de escuchar. Esa voz... le resultaba demasiado familiar, pero era imposible que fuera ella... ¿o sí?
Se quedó mirando al supuesto demonio que ahora se sonaba la nariz, tratando de procesar lo que estaba sucediendo.
— ¿Esa voz...? —pensó. No podía ser, pero al mismo tiempo, sabía que era imposible ignorar lo que su instinto le decía.— ¿Emilia? —preguntó, todavía incrédulo.
— No, tu sombra, ¡OBVIAMENTE SOY EMILIA, PEDAZO DE IDIOTA SENIL! —gritó, visiblemente irritada.
El mayor observó con asombro la nueva apariencia de su "compañera".
Ahora Emilia medía al menos 1.90 metros o algo cercano. Tenía dos cuernos similares a los del demonio, una cola, y su piel había adquirido un tono gris azulado. Sus piernas habían cambiado, asemejándose a las de una cabra, aunque su cabello se mantenía ligeramente más oscuro.
— ¿Qué mierda? —exclamó Edgar, sin poder creer lo que veía.
— Sí, nueva apariencia y sí, puedo hablar —aclaró Emilia, mientras intentaba mantener el equilibrio, casi tropezando con su nueva cola—. Es una larga historia.
William irrumpió en la habitación, empuñando una sartén como si fuera un arma.
Edgar frunció el ceño al notar que la sartén tenía su rostro marcado en ella.
Los recuerdos de los múltiples golpes que lo dejaban inconsciente comenzaron a surgir. Al darse cuenta de lo que Edgar había notado, William intentó ocultar la sartén detrás de su espalda con torpeza.
— Veo que ya estás... eh... ¿normal? —dijo William, nervioso.
— ¿Cómo que normal? —se quejó Edgar, confundido.
— Pues ya no pareces un manojo de tentáculos —respondió William, tratando de relajarse.
— ¿Y qué tiene que ver una sartén en todo esto? —cuestionó Edgar, mirando la sartén.
William se quedó en silencio un momento, buscando las palabras adecuadas. Luego, sonrió nervioso.
— Pues... eh...
— Planeaba cocinarte —soltó Emilia, apareciendo en la puerta.
— ¡¿Qué él iba a hacer qué?! —gritó Edgar, completamente atónito.
— ¡En mi defensa, tú trataste de comerme primero! —respondió William, mientras corría por el pasillo con la sartén en la mano.
Edgar, corrió detrás de él, ambos gritando a lo largo del pasillo mientras Emilia se quedaba atrás, sacudiendo la cabeza.
— Al menos ya están recuperados —comentó Leila, apareciendo a un lado de Emilia.
La mitad demonio soltó un grito de sorpresa ante la repentina aparición.
— ¡Casi me das un infarto! —exclamó Emilia, llevándose una mano al pecho mientras trataba de calmar su respiración.
Leila, con una expresión de ligera disculpa, simplemente sonrió y se encogió de hombros.
— Lo siento, no era mi intención. —Luego, mirando a los dos que seguían corriendo y gritando—. Parece que, por lo menos, están recuperando su sentido del humor.
La demonio observó el lado quemado de la bruja y le preguntó al respecto.
— Este fue el precio por enfrentarme a un demonio con el que tenía un trato —explicó Leila.
[...]
Durante los meses siguientes, la ECP intensificó la vigilancia sobre todos, dado el número de complicaciones que surgieron. Algunos seguían en estado crítico, mientras otros se recuperaban lentamente.
Edgar y Emilia se mantuvieron en confinamiento por precaución, al mismo tiempo que se ocupaban de observar las heridas y el estado de recuperación de William y Leila.
Durante su recuperación, Edgar mostró un comportamiento cada vez más errático, atacando a enfermos y doctores.
Su forma parecía cambiar, creciendo más tentáculos o convirtiéndose casi completamente en una masa amorfa. La situación se volvió tan caótica que William tuvo que intervenir, utilizando una bandeja que terminó adquiriendo la forma del rostro de Edgar tras múltiples enfrentamientos.
En una ocasión particularmente desagradable, Edgar se transformó en una especie de monstruo tentacular, y William se vio obligado a "salir" del estómago de Edgar a puro mordisco.
El evento resultó en que William pasó casi cinco horas vomitando.
— Maldito pulpo —murmuró William entre arcadas—. ¡Te voy a cocinar!.
Debido a su transformación, Emilia fue recluida en una celda especialmente diseñada para contener demonios, lo que resultó en una experiencia desagradable tanto para ella como para el personal.
Mientras tanto, Leila, exhausta por el uso excesivo de sus poderes, permaneció inconsciente durante una semana.
[...]
— William, ¿qué estás haciendo? —preguntó Leila, ya recuperada y con su apariencia habitual, observando al hombre.
El licántropo tenía a Edgar amarrado a un palo sobre una fogata.
— Solo me aseguro de que no me coma —respondió, con un tono de resignación.
Edgar se retorcía, dándose cuenta de que también estaba amordazado.
— William —llamó Leila—, no te comas a ese animal.
El hombre amordazado se ofendió por el comentario.
— Pero, Leila —pidió William, con ojos de cachorrito.
Leila sacó un rociador y lo roció con agua bendita.
— No nos comemos a nuestros amigos —exclamó Leila—, menos si están añejos.—Luego, volvió a mirar a Edgar—. ¡Y menos si están en mal estado!.
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.*Nota Final: espero y les haya gustado este capítulo.