En medio del bosque, se alzaba un edificio solitario, abandonado desde hace tiempo. La oscuridad de la noche acentuaba su desolación, resaltando cada detalle de su abandono.
De repente, un demonio de piel gris fue arrojado desde el tercer piso, impactando violentamente contra el suelo.
— Mierda... —murmuró, escupiendo un diente—. ¿Un diente? Genial. ¡Espero que estés contento, chupa sangre! —gritó mientras se ponía de pie.
Saltó hacia atrás justo en el momento en que el vampiro aterrizó en el lugar donde instantes antes había estado su cabeza.
— Maldita perra —espetó el vampiro, mirando a la demonio con desprecio.
— Lo que digas, imitación barata de Goldemort —replicó Emilia, mientras desenfundaba su pistola.
Emilia comenzó a disparar, pero el vampiro esquivaba las balas con facilidad. De un solo golpe, la lanzó varios metros, dejándola algo aturdida.
Justo cuando el vampiro se preparaba para atacarla, un hombre lobo de pelaje gris emergió de entre los árboles, saltando hacia él con un feroz rugido.
El vampiro retrocedió justo antes de que las fauces del lobo pudieran alcanzarlo. El lobo se quedó rugiendo, interponiéndose entre el vampiro y su compañera.
El lobo giró la cabeza para mirar a su compañera.
— Estoy bien, grandote —respondió la demonio mientras recargaba su arma—, pero voy a convertir a ese vampiro en queso —añadió, apretando los dientes.
La risa del vampiro atrajo la atención de ambos, vieron cómo él les lanzaba una jaula.
Emilia logró esquivarla, pero William quedó atrapado. Sin esfuerzo, el lobo rompió la jaula y se lanzó en dirección al vampiro.
El vampiro también se lanzó contra el lobo, y ambos rodaron por el suelo en un violento forcejeo, intercambiando mordidas y rasguños.
Emilia intentó apuntar a la cabeza del vampiro, pero el constante movimiento dificultaba su puntería.
— Carajo —murmuró, guardando su pistola y sacando una estaca—. Toca hacerlo a la antigua.—corrió hacia ellos.
Emilia se lanzó sobre ellos, y después de un buen rato de intensa lucha, lograron decapitar al vampiro y quemar tanto su cabeza como su cuerpo.
— Odio a los vampiros —dijo la de piel gris, mientras pasaba la lengua por donde le faltaba un diente.
William asintió mientras su cuerpo se encogía, regresando a su forma humana.
— Pensé que siempre terminabas desnudo después de transformarte —comentó, observando los pantalones rotos de su amigo.
— Eso solo pasó las primeras tres veces —aclaró, mientras se rascaba la barba.
Un temblor los hizo voltear y vieron cómo el edificio se derrumbaba, dejando solo una nube de polvo.
— ¡Achu! —exclamó Edgar, cubierto de polvo, igual que la mujer a su lado.
— Salud —dijo Leila, mientras se sacudía el polvo.
— Gracias —dijo, y sin más, comenzó a acercarse a sus colegas.
— Parece que son un par de fantasmas —comentó William con una sonrisa.
— ¿Acabaron con ese imbécil? —preguntó Leila. Al recibir un asentimiento de ambos, suspiró aliviada—. Gracias. Ese tipo se me escapó en Santiago.
— Y ustedes también se encargaron del demonio, ¿verdad? —preguntó Emilia, observando el montón de polvo en el suelo.
— Después de que Don Valiente —señalando a Edgar— escapara de un enjambre de cucarachas —miró a Edgar—. ¿Cómo es posible que unos insectos te asusten cuando enfrentamos demonios? —cuestionó, levantando una ceja.
— En mi defensa, esas cosas volaban —dijo, temblando—. Esos insectos son realmente espantosos.
— Concuerdo con el anciano —comentó Emilia, moviendo su cola con inquietud.
William solo se rió, y luego todos esperaron su transporte.
Finalmente llegó la camioneta, conducida por Elena, todos subieron, aunque Emilia tuvo que ir en la parte de atrás con William.
[...]
Ya en la base, todos se dirigieron al comedor.
Mientras comían, Emilia pidió una pizarra y comenzó a explicar su plan para eliminar todos los insectos del planeta.
Edgar la apoyó mientras Leila tomaba su café y William sugería usar bombas.
Una comida bastante normal, considerando que estaban acompañados por un demonio, una bruja, un licántropo y un semi-inmortal.
De repente, sonó una alarma, y no hacía falta saber más; algo había escapado de la bóveda.
— Es un poltergeist —dijo Leila, dejando su taza y señalando a Edgar—. Te tocará a ti meterte en los ductos de ventilación —afirmó.
— ¡¿Por qué yo?! —se quejó, cruzándose de brazos—. Además, ¿cómo estás tan segura de que es un poltergeist? —preguntó, levantando una ceja.
La castaña señaló hacia la puerta justo cuando un agente entró.
— ¡Poltergeist suelto! —gritó antes de salir corriendo.
Edgar solo refunfuñó mientras Leila sonreía.
— Ahí tienes tu respuesta —dijo, sonriendo mientras jugaba con un mechón de cabello—. Además, yo fui la que tuvo que entrar en los ductos la última vez —añadió, haciendo una mueca de asco.
— No me lo recuerdes —comentó William, sacudiendo la cabeza—. Tuvimos que pasar una semana intentando quitar el olor a pescado de la base —dijo, arrugando la nariz.
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.*Nota Final: perdón si fue corto el capítulo, pero espero les haya gustado.