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Tony Stark estaba solo en la Torre. La vasta estructura, que antes había sido un bullicio de actividad y risas, ahora era un eco vacío, resonando con los recuerdos de lo que había sido. Steve se había ido, huyendo después de la batalla final de la Guerra Civil. No había despedidas, solo silencio, y Tony había quedado con un hueco en el pecho que ninguna tecnología podía llenar.

Pepper lo había intentado. Se quedó con él, cuidándolo, preocupada por su salud, por su estado mental. Pero al final, la tensión fue demasiada. La distancia emocional entre ellos se hizo insalvable, y un día, sin decir mucho, Pepper también se fue. "Tony, necesitas ayuda que yo no puedo darte", fue lo último que le dijo antes de cerrar la puerta. Y él no la detuvo. No podía. No tenía fuerzas para retener a nadie más, y en el fondo, sabía que ella tenía razón.

Rhodey, su mejor amigo, estaba hospitalizado, luchando por recuperarse después de su caída durante la batalla en el aeropuerto. Las visitas diarias al hospital se habían convertido en una rutina para Tony, una especie de autopunición. Cada vez que veía a Rhodey en esa cama, con los tubos y las máquinas manteniéndolo vivo, sentía el peso de la culpa aplastándolo un poco más. Era su responsabilidad, su culpa, y cada día le recordaba lo mucho que había fallado a las personas que más le importaban.

Las noches eran las peores. La Torre, con todas sus comodidades y tecnología, no podía ahuyentar los demonios que lo acechaban. Las pesadillas venían sin piedad, cada vez más vívidas. Volvía a ver a Steve, con los ojos llenos de ira, levantando el escudo y hundiéndolo en su pecho. Sentía el frío metal atravesando su armadura, rompiendo todo lo que pensaba que los unía. Y cuando se despertaba, jadeando y con el corazón latiendo descontrolado, no había nadie para calmarlo, nadie para decirle que todo estaría bien.

El aislamiento lo estaba destruyendo, pero Tony se aferraba a su trabajo, al menos a lo que quedaba de él. Trabajaba incansablemente en nuevos proyectos, intentando llenar el vacío con la única cosa que le había sido constante: su intelecto. Pero ni siquiera la ciencia podía salvarlo esta vez. Todo lo que construía parecía sin propósito, sin la chispa que solía guiarlo. Era como si hubiera perdido su rumbo, y no sabía cómo recuperarlo.

Cada día pasaba en un ciclo de autopunición y arrepentimiento. Le dolía pensar en Steve, en lo que habían tenido, en lo que podría haber sido si las cosas hubieran sido diferentes. Pero lo que más lo atormentaba era el hecho de que, al final, todos lo habían dejado. No importaba cuántas armaduras construyera, cuántos edificios levantara; estaba solo. Y esa soledad era más fría que cualquier campo de batalla en el que hubiera luchado.

Mirando la ciudad desde lo alto de la Torre, Tony se preguntaba cómo había llegado a esto. Cómo había pasado de ser un héroe amado y un compañero a este hombre roto y solo. Sabía que tenía que encontrar una manera de seguir adelante, pero sin Steve, sin Rhodey, sin Pepper, sin sus compañeros... no estaba seguro de cómo hacerlo.

La noche cayó sobre la ciudad, y Tony, una vez más, se preparó para enfrentar los fantasmas que lo esperaban en la oscuridad. Solo que esta vez, no estaba seguro de poder resistir mucho más. Pero incluso en su desesperación, una pequeña chispa de esperanza permanecía. Tal vez, solo tal vez, el Capitán América, en algún lugar lejano, estaba pensando en él, y algún día volvería. Pero hasta entonces, Tony Stark estaba solo, con nada más que su culpa y sus pesadillas para hacerle compañía.

 Pero hasta entonces, Tony Stark estaba solo, con nada más que su culpa y sus pesadillas para hacerle compañía

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ThunderIron: Between lightning and metal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora