el número

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La clase empezó normal...

—Bueno, mi nombre es Khan. Tengo veintiocho años. De hoy en adelante, voy a ser su profesor de historia, ¿está bien? ¿Alguna duda?— dijo, sentándose en la orilla de la mesa.

—Sí, yo tengo una pregunta— dijo mi amiga.

—¿Qué haces?— le susurré.

—Tranquila, no haré nada malo— me dijo ella. Yo estaba asustada... conocía a mi amiga muy bien y sabía que era imprudente.

—Bien, ¿cuál es su pregunta, señorita? —él le contestó.

—¿Es soltero?— le soltó sin más. Yo me escondí en mi asiento, ya que todos se reían, menos él.

—¿Señorita...?— le preguntó.

—Ángela— contestó ella.

—Bueno, señorita Ángela, sí, estoy soltero. ¿Algo más que quiera saber? —dijo, serio.

—No, nada más— dijo ella con una sonrisa coqueta.

Y ahí va de nuevo, pensé. La conocía mejor que nadie... y cuando encontraba a un hombre atractivo, hacía lo que fuera para llevarlo a su cama. Y viendo al profesor, era justo como le gustaban. Pensé que él iba a caer tarde o temprano, pero estaba tan equivocada.

—Bueno, empecemos— dijo él. El resto de la clase fue normal.

Pasó la hora y terminó la clase. Menos mal que no tenía más clases; ya quería irme a mi pequeño departamento y acostarme. Solo esa mañana tenía clases. Fui a entregar un libro al profesor.

—Ariel, ¿verdad?— dijo él con una voz que me dio escalofríos. Yo solo asentí. —Eres la mejor de la clase, ¿verdad?— asentí de nuevo. —Bien— me miró por un momento con sus ojos verdes que podían enamorar a cualquiera. —Puedes irte.

Dijo con su voz gruesa y fuerte. No dije nada, solo asentí y me fui a mi casa. Me sentía como un ratón de laboratorio cuando él me miró con esos ojos tan verdes que parecían poder ver mi alma reflejada en ellos. Ya estando en mi departamento, me sentí tan sola, pero no era algo que me molestara; ya estaba acostumbrada. Toda mi vida estuve sola. Mi teléfono sonó de repente.

—Hola— dije casi en un susurro.

—Amiga, no me vas a creer de quién tengo el número de teléfono— me dijo ella muy entusiasmada.

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