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⚠️ Mención de armas y sangre. ⚠️
— Al fin te encuentro. — Parpadeó incrédulo, y su cuerpo se tenso. Estaba listo para atacar en cualquier instante; sus manos empuñaron las garras con ferocidad.
Miró al hombre con cautela, tratando de evaluar la amenaza que representaba. Entonces y para su sorpresa, se acercó con pasos firmes, revelando un rostro con el que no estaba familiarizado, pero del que habia escuchado hablar tiempo atrás.
Afton, el doctor del piso 3.
— ¿Qué quieres? — En un intento estúpido, trato de ocultar sus garras, cosas que no hizo más que hacerlas más evidentes en movimientos erráticos. Bajó por unos instantes la mirada, dejando que la ansiedad lo carcomiera, y aún pese todo, aquel doctor se mantenía en una inquietante y perturbadora tranquilidad; como si poco le importara estar frente a una criatura como él.
Más que eso, su mirada fija sobre su cuerpo lo alertaba. Se sentía acechado, descubierto.
— Imperfecto. — Oyó decir. Ahora permanecía con una mueca de confusión en el rostro que poco a poco se deformaba, dando paso a colmillos y ojos de un color amarillo lo suficientemente fuerte como para brillar en la oscuridad de aquel pasillo. — Eres un imperfecto.
Sus monstruosos instintos salían a flote, añorando de un solo manotazo arrancarle la cabeza y suplantar su identidad dentro de la residencial, todo eso, sumados al miedo de ser entregado a la D.D.D y el instinto de supervivencia, le provocaron un revoltijo en el estómago. Una especie de calambre que iba desde su vientre hasta el pecho, cada vez con más fuerza y sin pausa.
— No estás en posición de amenazarme. — Acercándose ahora al doctor con toda la intención de asesinarlo ahí mismo, su semblante cada vez se volvía más y más distorsionado, hasta que solo quedo un monstruo sin ningún rasgo de humanidad en su ser. — Humano insolente.
— No subestimes lo que estoy dispuesto a hacer para proteger a los inocentes.
Y tras decir aquello y con rapidez casi inhumana, extrajo un arma de la parte trasera de su pantalón y la apuntó sin ningún temor a la criatura. Escuchó un fiero gruñido provenir de él y aunque un escalofrío lo recorrió, no iba a flaquear; no ahora que todas sus sospechas fueron confirmadas.
— No estoy aquí para negociar. Sé que eres una amenaza, y como tal, no puedo permitir que continúes actuando libremente. — Cortó cartucho al Revólver, haciendo evidente sus intenciones de disparar y asesinar de una vez por todas a aquel ser. — Mi esposa es como tú, y eso me ha dado una perspectiva muy clara sobre lo que un Doppelgänger puede hacer.
