4

43 6 0
                                    


JN

Jeno caminaba con paso rápido, casi frenético, por las aceras mojadas, su mente enredada en una maraña de pensamientos y emociones. El cielo estaba cubierto por un profundo azul oscuro que contrastaba con las luces brillantes de las calles, creando una atmósfera de tensión que reflejaba su estado interno.De pronto, Jeno se detuvo en seco al caer en cuenta de algo crucial: la jornada de revisión en obstetricia en el hospital ya había terminado. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Solía salir muy tarde del despacho, cuando el hospital ya estaba casi vacío. Si había alguna oportunidad de encontrar a Renjun en el hospital, sería durante sus posibles chequeos prenatales.


—¿Qué estoy haciendo? —se preguntó en voz baja, sintiendo una mezcla de frustración y desesperación. La idea de que no lo alcanzaría esa noche se le clavó en el pecho como una espina.


Entonces, una realización lo golpeó, como si una pieza más del rompecabezas en su mente finalmente encajara. Renjun era pediatra, y seguramente trabajaba en el hospital.Esa era la clave. Recordó la ocasión en la cafetería cercana al hospital, cómo había visto a Renjun brevemente en el jardín del hospital con aquel alfa, y cómo el Hanahaki parecía calmarse cada vez que estaba cerca del hospital. Había estado tan seguro de su teoría sobre las consultas de Renjun, suponiendo que estaba bajo el cuidado de alguien más en otro lugar, que había olvidado por completo un detalle crucial: la carrera de Renjun. Era pediatra, lo que explicaba por qué había estado en el hospital y por qué el olor del hospital le resultaba tan familiar y reconfortante en medio de su tormento.Esta realización sacudió a Jeno hasta lo más profundo. Había estado tan obsesionado con la idea de que Renjun solo iba al hospital para chequeos por su embarazo que no había considerado que Renjun, como pediatra, probablemente pasaba sus días trabajando allí en lugar de ser un paciente más.


—¡Por supuesto! —murmuró Jeno, sintiendo una chispa de esperanza—. Es por eso que estaba allí ese día. Su turno acababa de terminar, o tal vez estaba en un descanso.


Ahora que sabía que Renjun trabajaba como pediatra, podía planificar mejor su búsqueda, aunque el hospital no era un lugar fácil de acceder sin una buena razón. Además, los tiempos después de sus consultas con Mark no eran opción, ya que debía llegar lo más rápido posible al despacho.Era un alivio saber que, sin saberlo, había estado cerca de Renjun, pero también era desgarrador darse cuenta de que no había hecho nada para ayudarlo. Jeno se sintió abrumado por la culpa, pensando en todas las veces que había pasado por el hospital sin darse cuenta de que Renjun estaba allí, luchando en silencio con su propio dolor.


—Mañana... tengo que hacer algo mañana —pensó Jeno, decidido. Ahora que conocía el lugar donde Renjun pasaba gran parte de su tiempo, tendría que encontrar una manera de acercarse a él, de hablarle y, tal vez, de hacer algo para aliviar su sufrimiento. No podía rendirse, no ahora que sabía que había una pequeña esperanza.


Con esa determinación renovada, Jeno continuó su camino, girando en la dirección contraria hacia su departamento, su mente aún llena de incertidumbre, pero su corazón latiendo con un nuevo propósito. Mañana sería otro día, y no podía desperdiciarlo.Sin embargo, esta pequeña victoria no le daba la paz que necesitaba. El dolor en su pecho, el Hanahaki, seguía su curso, implacable y cruel. Necesitaba encontrarlo, hablar con él, entender qué había pasado y por qué las cosas habían terminado así. ¿Había alguna esperanza de revertir lo que estaba sucediendo?Jeno sabía que debía ser cuidadoso. Renjun tenía su vida, sus responsabilidades, y Jeno no quería irrumpir en su mundo y complicar las cosas aún más. Pero tampoco podía ignorar la urgencia en su interior, la necesidad desesperada de salvarse a sí mismo y, en el proceso, quizás salvar a Renjun también.

LinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora