Desde la mañana en que despertó con la sensación de que algo estaba terriblemente mal, Jeno no ha dejado de buscar a Renjun. No es solo la ansiedad que lo consume, sino la certeza de que el tiempo se le escapa, de que cada pétalo rosado que vomita es un recordatorio de su fracaso. Aquella conexión intensa que sintió cuando lo conoció, la chispa que iluminó su vida en ese breve encuentro, se ha convertido en una llama que arde con desesperación.
Jeno se pregunta una y otra vez qué hubiera pasado si hubiera corrido tras Renjun aquel día en el parque, si hubiera hecho más por entender lo que estaba ocurriendo. La memoria lo tortura con los detalles que no logró captar, las señales que ignoró en su confusión. Ahora, con la frustración carcomiéndolo, cada día se convierte en una lucha por sobrevivir, por no dejarse vencer por el Hanahaki que lentamente está tomando su vida.
Esa mañana había sido como cualquier otra desde que su salud comenzó a deteriorarse. Jeno se levantó de la cama, con los músculos tensos y la garganta áspera, el dolor familiar punzando en su pecho. Se dirigió al baño, donde el espejo le devolvió una imagen que no reconocía: ojeras marcadas, labios secos y pálidos, y una mirada que había perdido su brillo natural. Abrió la llave del agua, llenando sus manos para enjuagarse la cara, pero el líquido no bastaba para borrar el cansancio que lo consumía. Tosió nuevamente, y ahí estaban los pétalos, saliendo de su boca en pequeños montones rosados, algunos de ellos teñidos de sangre.
Su móvil vibró sobre el lavabo, arrancándolo de su trance. Lo tomó con la esperanza de algún mensaje, alguna pista que lo guiara a Renjun, pero era solo una notificación cualquiera, un recordatorio de algo relacionado a algún cliente que, en ese momento, carecía de importancia.
Sin embargo, a pesar de todo, su vida debía continuar. Todavía trabajaba en el bufete de abogados, aunque cada día se le hacía más pesado. Sabía que no podía permitirse el lujo de rendirse, no cuando Renjun aún estaba ahí fuera, en algún lugar. Después de cambiarse, Jeno respiró profundo y, aunque el dolor era punzante, decidió salir de su apartamento y se dirigió al bufete, donde la rutina se sentía insoportablemente monótona. El constante murmullo de conversaciones legales y el zumbido de las impresoras lo rodeaban, pero su mente estaba en otro lugar, buscando alguna pista que lo guiara a él. Se encaminó hacia las calles de la ciudad, que le parecían un laberinto interminable de calles grises y conocidas. Sus pasos eran pesados, y cada vez que levantaba la vista hacia el cielo encapotado, le parecía que el mundo entero conspiraba contra él, encogiéndose más y más a su alrededor.
Jeno miraba su escritorio, abrumado por los documentos que se acumulaban cada vez más. Era un día especialmente pesado en el bufete, con múltiples casos que demandaban su atención. Sin embargo, no podía dejar de pensar en Renjun y en su embarazo, una preocupación constante que se enredaba con el Hanahaki. El aire le quemaba en los pulmones, y tenía que disimular las ocasionales toses que traían consigo pétalos ensangrentados. El caso más urgente en su lista era el de la niña víctima de maltrato. Su bufete había sido contratado por el gobierno para representarla, y el peso del caso le parecía más personal que profesional.
Una llamada entrante lo sacó de sus pensamientos.
—Abogado Lee —contestó, intentando mantener la compostura.
—Jeno, ¿tienes un momento? —la voz de su colega, Yuta, sonaba distante pero preocupada.
—Claro. ¿Qué necesitas?
—La familia materna de la niña insiste en ver al abogado encargado del caso. Están molestos, piensan que no estamos moviéndonos lo suficientemente rápido. ¿Puedes reunirte con ellos hoy mismo?

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Lino
FanfictionEl Hanahaki, o la enfermedad de las flores, era algo que todos temían. Desde una edad temprana, en todas las escuelas era obligatorio comprenderla y estudiarla; nunca estaba de más saber sobre el tema. Temida por muchos y odiada por otros, Renjun no...