"Esperanzas rotas en un campo de espinas,El amor no correspondido en flores teñidas de sangre.Caminos inciertos, destinos separados,El eco de un deseo que se desvanece en la oscuridad."
Rj
La jornada en el hospital había sido agotadora; su vientre de cinco meses comenzaba a ser un impedimento para completar todas sus tareas dentro de su área de trabajo. Se acercaba la tarde y solo le quedaban dos pacientes más para terminar la jornada. Dos toques en la puerta lo hicieron desconectar la mirada del computador, dirigiéndola hacia la puerta que se entreabría poco a poco. Una cabellera castaña se asomó, dejando ver el rostro de Sicheng. Le sonrió y se levantó del escritorio, caminando hacia él mientras tomaba un expediente.
—Ya casi termino, solo espérame 20 minutos —le dijo mientras le daba paso a la oficina—. Puedes esperar en mi escritorio si quieres.
—Por favor, Jun, paso toda la jornada sentado en mi oficina o en los tribunales. ¿Quieres que pase más tiempo de mi vida sentado? Moriré con una silla pegada al trasero —le dijo de forma reprochosa el mayor.Renjun soltó una carcajada mientras comenzaba a caminar con su hermano tras él. Al llegar a la sala de juegos que separaba las oficinas del consultorio de pediatría, vio a un pequeño separado del resto. Conectó miradas con una enfermera, y ella le indicó que ese era el niño que debía atender.—Sicheng, hazme un favor y espérame en las mesas de allá —le dijo mientras caminaba hacia el pequeño, señalándole con el mentón la dirección que debía tomar.
—¿Con los niños? —preguntó con un tono aireado y desconcertado, mirándolo con horror.
—Claro que con los niños, tonto. Debes acostumbrarte a ellos; el renacuajo que está en mi vientre no es precisamente un alien.
Lo último que vio fue a Sicheng caminar hacia los niños con un toque de incomodidad. Realmente no le gustaban ni un poco; sufriría mucho con su sobrino.Llegó hasta el niño, que tenía la mirada fija en la ventana, contemplando los árboles afuera. Parecía que al fin estaba dejando de llover, y unos pequeños rayos de sol se colaban entre las ramas de los árboles. Solo hasta ese momento, gracias a la luz del sol, notó el moretón que aquel pequeño tenía en el pómulo derecho.
Renjun se arrodilló con cuidado frente al pequeño, notando cómo el niño apartaba la vista de la ventana para mirarlo con ojos llenos de una mezcla de temor y resignación. El moretón en su pómulo derecho no era lo único que destacaba; su mirada revelaba una historia de dolor que ningún niño debería cargar.
—Hola, pequeño —le dijo Renjun con voz suave, intentando no asustarlo—. Mi nombre es Renjun, ¿puedo preguntarte cómo te llamas?
El niño lo miró por un momento, como si estuviera evaluando si era seguro hablar. Finalmente, murmuró su nombre, apenas audible. Renjun sonrió para intentar tranquilizarlo.
—Es un nombre muy bonito. ¿Te duele mucho el rostro? —preguntó, señalando el moretón con un gesto cuidadoso.
El niño negó con la cabeza, pero Renjun notó cómo apretaba los labios, probablemente intentando contener las lágrimas. El agotamiento en su propia mente y cuerpo se mezcló con la tristeza que sentía por este niño. Sabía que no todos los dolores se curaban con un simple ungüento o palabras amables, y la idea de lo que este pequeño podría estar viviendo le rompía el corazón.Mientras se tomaba un momento para decidir cómo proceder, Renjun sintió una oleada de náuseas, una señal de que su propio cuerpo ya no podía seguir ignorando el desgaste. Respiró hondo, intentando calmar su estómago revuelto, y se centró en el niño.

ESTÁS LEYENDO
Lino
Fiksi PenggemarEl Hanahaki, o la enfermedad de las flores, era algo que todos temían. Desde una edad temprana, en todas las escuelas era obligatorio comprenderla y estudiarla; nunca estaba de más saber sobre el tema. Temida por muchos y odiada por otros, Renjun no...