Hace horas caminaba por las pobladas calles de Roma, muerta de calor y sin algún rumbo que seguir. No todos los días te subes de imprevisto a un avión en Nueva York y terminas en otro continente.
Sus cazadoras tenían la maldita culpa, dejaron escapar a un perro del infierno que se la traía enzañada con Thalia por rebanarle una de sus orejas y ahora no dejaba de perseguirla. Haber perdido el contacto con ellas no ayudaba para nada sumado a que se encontraba bastante débil por tanto tiempo huyendo sin parar.
En una de tantas se encontró con el animal a la salida del aeropuerto Kennedy y no se le ocurrió una mejor idea que subirse a un avión para escapar, tuvo que pagar el doble del pasaje por ese arrebato.
Ahora se encontraba perdida en Roma, el lugar de origen de los principales enemigos de los griegos, sin lugar para pasar la noche y con algunos dólares en su bolsillo.
De tanto caminar ya se había hecho la idea de que dormiría en algún callejón con su arco en guardia por si intentaban atacarla y que el poco dinero que traía lo gastaría en comida, sin dudas.
Unas calles más adelante encontró un bar que no estaba a punto de reventar como todos los otros, así que entró y se sentó en una mesa para dos que aguardaba sola en un rincón. Era uno de los lugares más bonitos que había visto jamás, las paredes de ladrillos vistos decoradas con muchísimos retratos de cantantes famosos y discos de vinilo sumadas a las luces de baja intensidad creaban un ambiente que te desconectaba de todo.
Frente a su mesa pasó casi corriendo una camarera que no parecía mucho mayor que Thalia, llevando copas llenas de vino hasta el tope en una bandeja que sujetaba con una sola mano, era impresionante cómo lograba sostener todo eso sin que algo se viniese abajo. Cuando notó que aún no estaba atendida le pegó un grito a Thalia diciendo que enviaría a una compañera para que le sirva. La pelinegra solo sonrió en respuesta y esperó con paciencia a ser atendida.
- Buenas noches, soy Reyna ¿Qué puedo servirte? - la voz amable de la camarera la hizo levantar su vista hacia ella. A Thalia le tomó unos buenos cinco segundos en reaccionar para poder responderle a la chica que tenía en frente.
"Vaya mujer" pensó mientras le pedía una hamburguesa y una cerveza. La chica asintió diciendo que en unos minutos estaría lista su orden y regresó a la barra caminando como si estuviese en una pasarela.
Thalia no pudo quitarle los ojos de encima en todo el rato que esperó por su comida, como muchos otros ahí en el bar que tenían su atención en aquella chica morena que irradiaba elegancia. Se movía detrás de la barra sirviendo variedades de bebidas tan rápido que parecía no pensar qué era lo que estaba haciendo.
Su largo cabello negro recogido en una coleta acompañaba cada movimiento que Reyna realizaba y sus manos adornadas con unos pocos anillos dorados se movían con maestría entre las botellas de alcohol. Las sonrisas que le daba a sus compañeros y cómo sus labios se movían cantando algunas de las canciones de rock que sonaban en el bar tenían a Thalia completamente hipnotizada. Esa chica llamaba la atención de una manera increíble.
- Aquí está todo lo que pediste - le dijo Reyna al mismo tiempo en que dejaba el plato frente a Thalia y destapaba la cerveza. La cazadora le agradeció, y justo cuando pensó que la camarera volvería con sus compañeros a la barra, esta volvió a hablar - ¿Te molesta si me siento? -
- Para nada, siéntate - la morena sonrió, fue a buscar una bebida para ella misma y se sentó en la mesa con Thalia.
- Estoy casi segura de que no te había visto por aquí antes - comentó Reyna mientras le daba un largo trago a su copa.
- Estás en lo cierto, es mi primera vez en Roma -
- ¿Thalia, cierto? - le preguntó y la nombrada se sorprendió por el hecho de que la chica sabía su nombre, hasta que recordó la fina cadena plateada con su nombre que colgaba por su cuello - Bonito nombre, nunca lo había escuchado. Cuéntame, ¿Qué te trajo a Roma? -.
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OneShots - Percy Jackson
Fiksi PenggemarHistorias cortas basadas en su mayoría en Percabeth y Theyna, en varias resaltando que nadie tiene tanta mala leche como un semidiós. (No todas las historias coinciden con los hechos originales)