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Se despertó desorientada, se frotó los ojos con torpeza y miró a su alrededor, tratando de recordar en qué momento se había quedado dormida. Su boca estaba seca y su cabeza aún latía ligeramente, recordándole a la noche anterior.

Con esfuerzo, estiró el brazo hacia la mesita de noche y agarró su celular. Lo encendió y vio que tenía varias notificaciones. Pero lo que llamó su atención fue un mensaje de un número desconocido. Frunció el ceño, preguntándose quién podría ser.

El mensaje solo tenía un archivo de video adjunto. Su corazón dio un vuelco. "¿Quién me envía esto?" Pensó, dudando si debería abrirlo o no. Con el pulso acelerado, deslizó el dedo sobre la pantalla y reprodujo el video.

Abrió el video con nerviosismo. Al principio, la imagen estaba borrosa, como si la cámara se hubiera movido mientras grababan, pero poco a poco se fue aclarando. Lo primero que vio fue una luz tenue y dos figuras abrazadas bajo lo que parecía ser un rincón apartado de la fiesta.

Su corazón empezó a latir más rápido, pero no estaba preparada para lo que vería a continuación. Cuando las figuras se movieron un poco, el ángulo cambió, y sintió un nudo formarse en su estómago. Reconoció esa postura, esa camiseta que Félix solía usar, y su cabello inconfundible.

Y entonces, lo vio. Félix, su Félix, besando apasionadamente a otra chica. La desconocida tenía una sonrisa en los labios mientras él la sostenía de la cintura, completamente ajenos a cualquier otra cosa.

Sintió cómo todo se detenía. El aire parecía haberse evaporado de la habitación, y una ola de incredulidad la golpeó. Soltó el teléfono en la cama, quedándose inmóvil, tratando de procesar lo que acababa de ver.

Durante tres días enteros, no salió de su habitación, ni siquiera para ir a la universidad. El celular permanecía en silencio, con mensajes y llamadas de Ama y Ari que no contestaba. La única compañía que tenía eran sus lágrimas, que parecían no tener fin, cayendo cada vez que cerraba los ojos y el recuerdo de Félix besando a otra chica volvía a su mente.

Rosario, preocupada, trataba de que su hija comiera o, al menos, hablara, pero cada intento era inútil. Samantha se mantenía acostada, con los ojos rojos y las mejillas húmedas, mirando el techo en silencio. No había respuestas, no había movimiento, solo una tristeza densa que la mantenía inmóvil.

Al cuarto día, Ama y Ari llegaron a la casa, desesperadas por no tener noticias de su amiga. Rosario las recibió con el rostro lleno de preocupación.

—Lo siento, chicas. He intentado que Samy coma, que al menos se levante o haga algo más que llorar, pero no lo he logrado —dijo Rosario, su voz entrecortada por la angustia—. No sé qué más hacer.

Ama y Ari intercambiaron miradas llenas de preocupación antes de asentir. Subieron las escaleras en silencio y, al abrir la puerta del cuarto, encontraron a Samantha en la cama, la mirada perdida, sin siquiera notar que habían entrado.

Las hermanas miraron a Samantha con preocupación. Las ojeras marcadas en su rostro eran prueba de que no había dormido, y apenas se movía en la cama. Sabían que no había comido ni bebido nada en días, y Rosario les había contado entre susurros que Samantha había vomitado varias veces por el estrés, agotando aún más su cuerpo.

—Esto no puede seguir así —dijo Ama, con la voz temblorosa, mirando a Ari—. Tenemos que hacer algo. ay

Ari asintió firmemente, tratando de mantener la calma—Vamos a llevarla al hospital. Está demasiado débil. Si no hacemos algo pronto, va a empeorar.

Con cuidado, las dos levantaron a Samantha de la cama, sosteniéndola por los hombros y llevándola casi volando hacia la puerta. Samantha no opuso resistencia; estaba demasiado débil, su cuerpo temblaba levemente y su respiración era apenas audible. Apenas podía caminar, y su cabeza colgaba pesadamente hacia adelante.

˗ˏˋ ♡ ˎˊ˗ Te amo ¿Tú me amas? [Riverduccion] ˗ˏˋ ♡ ˎˊ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora