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Era de noche, y a la señora Rosario se le había ocurrido mandarla a comprar un antojo que había tenido Vero, quien se encontraba de visita en su casa. ¿A quién mierda se le ocurría comer uvas con atún a las 10 de la noche?

Con rabia, pateó una lata que se encontró a mitad de su camino. No había conseguido las malditas uvas y ahora se le venía una regañada, pero ¿qué culpa tenía ella de que a su hermana se le antojaran uvas, cuando ni siquiera estaban en temporada? Como si el mundo estuviera en su contra, la bolsa se le desbordó de repente, haciendo que las mandarinas que había comprado con el cambio rodaran por toda la calle.

Para rematar, justo cuando se agachaba a recoger las mandarinas, un auto pasó a toda velocidad, arrollándolas sin piedad.

Se dejó caer en la banca de un parque cercano, con las manos temblorosas y el corazón pesado. Miró las mandarinas aplastadas en la calle a lo lejos, y la rabia y la impotencia que había estado conteniendo finalmente se desbordaron.

Lágrimas silenciosas comenzaron a recorrerle las mejillas, seguidas de pequeños sollozos que no podía controlar. Se cubrió el rostro con las manos, tratando de reprimir aquel desahogo, pero la soledad de la noche solo amplificaba su tristeza.

—¿Por qué todo tiene que salir mal? —murmuró, entre dientes, apretando los puños.

De repente, un sonido seco rompió el silencio. Un crujido de hojas, como si alguien hubiera pisado justo detrás de ella. Samantha levantó la cabeza de golpe y miró hacia atrás, con el corazón latiéndole en la garganta. Su respiración se aceleró al no ver a nadie, solo las sombras alargadas de los árboles y el suave movimiento de las hojas mecidas por el viento.

—¿Hola? —preguntó con voz temblorosa, escudriñando la oscuridad.

El parque estaba vacío, o al menos eso parecía. Tragó saliva, tratando de calmarse, y volvió a mirar al frente. "Solo es mi imaginación", pensó, limpiándose las lágrimas con la manga de su suéter. Pero, por alguna razón, no pudo sacudirse la sensación de que alguien la estaba observando desde la distancia.

El crujido seco de algo cayendo en el césped volvió a sonar, esta vez más cerca. Se levantó de golpe, con el cuerpo tenso y una sensación de alerta recorriéndole la espalda. Su mente le gritaba que no debía quedarse ahí. Sin mirar atrás, comenzó a caminar rápidamente por el sendero del parque, pero no pudo evitar que el miedo le acelerara el paso cuando escuchó algo más. Esta vez, eran pasos.

Se le heló la sangre. Los sonidos, claros y constantes, coincidían con los suyos, como si alguien la estuviera siguiendo. Se mordió el labio, tratando de convencerse de que tal vez era solo otro paseante nocturno, pero no pudo contenerse. Echó un vistazo rápido por encima del hombro.

No vio a nadie.

A pesar de ello, los pasos seguían resonando detrás de ella, y eso bastaba para que el pánico empezara a apoderarse de su cuerpo. Apuró el paso, casi tropezando con una raíz sobresaliente del camino.

"Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino"

Las palabras se repetían en su mente como un mantra desesperado, único refugio para calmar el terror que sentía. Apretó los puños y apresuró el paso, tratando de convencerse de que todo era una coincidencia, una simple paranoia. Pero los pasos detrás de ella también aceleraron, como si aquel "algo" decidiera seguirle el ritmo.

Su respiración era cada vez más rápida, sus manos temblaban y el sudor frío le corría por la frente. Intentaba no voltear, intentando convencerse de que era solo su imaginación jugándole una mala pasada. Pero el sonido de esos pasos era inconfundible, y cada vez más cercano.

˗ˏˋ ♡ ˎˊ˗ Te amo ¿Tú me amas? [Riverduccion] ˗ˏˋ ♡ ˎˊ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora