Había resistido durante cinco largos años en ese rincón del infierno corporativo, uno de esos gigantes tecnológicos donde el departamento de personal tiene "recursos" pero no "humanos". Me preguntaba qué atrocidades habría cometido en mis vidas pasadas para pagar semejante penitencia.
Nuestros almacenes parecían salidos del set de una película de ciencia ficción. Los de mi eslabón, éramos las hormigas obreras en ese vasto universo logístico. Como meros operarios, nuestro único propósito era cumplir con los cronogramas de producción dictados por un algoritmo impasible. Completamente monitorizados, no éramos más que dígitos en frías hojas de cálculo. Después, nuestros datos de rendimiento eran minuciosamente diseccionados para perfeccionar las funciones automatizadas; en otras palabras, para concebir y programar autómatas industriales destinados a reemplazar nuestra labor.
La esperanza de vida de los centros piloto no superaba el lustro. Tras su cierre, y enviar a cientos de trabajadores a la cola del paro, inauguraban nuevas instalaciones en ubicaciones "less is more"; menos empleados, más producción. Reducían cargas fiscales, tasas locales, disminuían los salarios, recortaban costos aduaneros, y ¡voilà!, maximizaban los beneficios otra vez. Su liquidez para seguir invirtiendo en tecnología e inteligencia artificial era cada vez más infinita.
La suerte del monopoli seguía su curso, y en las contrataciones para la infantería empresarial, los requisitos favoritos eran: baja o nula experiencia curricular, baja o nula formación académica, situación familiar complicada, escasos recursos económicos, o dificultad de inserción laboral por antecedentes previos.De modo que las localizaciones estratégicas de la compañía, no eran simplemente puntos clave para el transporte internacional, sino que cumplían con una calculada función social: Los resultados de los estudios demográficos referenciaban las localidades con mayor número de habitantes con el perfil deseado. Y así, nuestros CEOs se ofrecían como los salvadores del panorama ocupacional en la región.Sin embargo, su promesa era tan caduca como un romance de verano, y una vez vencido el plazo, habrán logrado automatizar la mitad del rendimiento. Y cuando se retiren nuevamente, dejarán el paisaje laboral exactamente como lo encontraron. Un acto maestro de ilusionismo empresarial, donde el truco era dar y quitar empleo con la misma facilidad con la que un mago hace desaparecer y reaparecer conejos de la chistera.
Mientras tanto, las bajas laborales en estas empresas alcanzan cotas estratosféricas. ¡Pero no hay que alarmarse! Porque siempre ofrecen seguro médico privado. De esta manera, un considerable número de personas con lesiones causadas por su profesión, se ven dirigidos hacia la maravillosa mutua privada (que no la laboral), y en última instancia, y actuando como puente intermedio, todo deriva hacía la sanidad pública y la subyacente explotación de los fondos estatales. Es obvio que, la evasión de responsabilidad por parte de la empresa, es igual a menos costes mutualistas a final de año.
Pero como muestra de que nuestra salud les importa, no sólo nos obsequiaban con una póliza médica privada; las advertencias de seguridad salían por todos lados y periódicamente estábamos sometidos a socorridas formaciones sobre prevención de riesgos.Aunque en realidad, lo importante era la confirmación de que habíamos sido debidamente instruidos. La prueba definitiva de que estábamos informados (y por tanto, responsables) del deterioro físico, mental y emocional implícito en nuestra labor. Resulta que esos dibujitos que la mayoría se tomaba a pitorreo, eran el equivalente burocrático a las advertencias de cookies; ¿Confirmar todo o revisar la misteriosa política interna?Y por si aún no estabas convencido de estar en el paraíso laboral, las fiestas y celebraciones para los empleados eran el pináculo de la pirámide. Te incentivaban con un bollo en la cantina o una porción de pizza recalentada. Nos condecoraban con chapitas de honor, y si participabas en sus juegos y concursos, hasta podías ganar la oportunidad de elegir entre empaquetar o descargar. ¡Menuda ganga!
Un patio preescolar corporativo, que sin duda, después de cierto período de adaptación inicial, la amabilidad hipócrita de la empresa te enfermaba aún más. Pero el triste circo que habían montado, y la constante rotación de sus tropas en la primera línea de batalla, parecían mantener engrasada la maquinaria.
En el organigrama empresarial, o te convertías en un cyborg, o te dedicabas a untarle mantequilla en el culo a tus subordinados. Los verdaderos titiriteros que repartían el bacalao permanecían en el más absoluto anonimato.Trabajar allí fue la experiencia más sectaria de mi vida. Y aquello, no era más que una micro representación de la realidad global que nos acontece. ¿Que nos dice eso?
Una corporatocracia que nos gobierna, precariza el empleo y causa estragos en la salud de su personal. Y para más inri, gracias a sus lobbys, se eximen de las obligaciones fiscales de los países donde se instalan.
Ocurre que, ser un humilde autónomo supone una carrera de obstáculos orquestada por la hacienda pública, mientras que los monstruos boyantes en capital tienen barra libre.Las cámaras de comercio europeo están saturadas de denuncias, pero las gigantes tecnológicas siempre salen misteriosamente victoriosas en los juicios.Son verdaderos delincuentes sin fronteras, y a la hora de la verdad, parece que nadie está dispuesto a plantarles cara. ¿Quién se atrevería a desafiar a quien puede devaluar tu moneda? ¿O hacer caer los índices bursátiles de tu país? O sea sé, ¿quién se arriesgaría a morder la mano que le da de comer?
En la actualidad, aquel que controla el dinero, controla el sistema. Es una estructura perfectamente ensamblada como la mismísima pirámide de Giza. Y en la cúspide, como predijo Orwell; Un ojo que todo lo ve y todo lo controla.
Mientras, en la base del mausoleo trapezoidal, encontramos una ciudadanía adoctrinada como simples subproductos obsesionados por un estilo de vida. Y en algún momento, nuestras soluciones versátiles para facilitar la plástica realidad, se transformaron en herramientas para moldear y definir nuestra identidad.Y como un bálsamo de recreo, la red de saturación de contenido nos tiene prácticamente atrapados en el bajo escalafón de una sociedad preconcebida para preservar el monopolio de las elites.
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Piezas Sin Rompecabeza
RandomMi mente es un puzle multiforme; a veces me sobran piezas, a veces me faltan, algunas se han perdido y otras las voy encontrando. En mi propio caos, he aprendido que cada fragmento tiene su valor, aunque a menudo no encaja en el lugar que esperábamo...