Mustafá avanzaba por los pasillos del palacio de Manisa, sus pasos firmes resonando en el mármol pulido. El reciente triunfo sobre Rüstem había traído una calma momentánea a su espíritu, pero sabía que la verdadera batalla estaba lejos de haber terminado. Mientras sus pensamientos se sumergían en los eventos recientes, el rostro de su madre, Mahidevran, apareció en su mente, y con ello, un peso de preocupación que nunca lograba disipar del todo.
Al entrar en los aposentos de Mahidevran, la encontró sentada junto a la ventana, observando los jardines con una expresión serena. Sin embargo, al notar su presencia, un brillo de orgullo y satisfacción iluminó sus ojos.
—Mustafá, mi hijo —dijo Mahidevran, levantándose para acercarse a él—, ¡Has demostrado una vez más tu valía! El exilio de Rüstem Pasha es una gran victoria para nosotros. Estamos más cerca de poner fin a la influencia de esa mujer y de proteger lo que por derecho te pertenece.
Mustafá la miró con afecto, pero también con una creciente inquietud. Sabía que para su madre, Hürrem siempre había sido el enemigo, la sombra que se cernía sobre su futuro y el de su hijo. Mahidevran había luchado por él desde su niñez, y esa batalla incansable había moldeado gran parte de la vida de ambos. Sin embargo, había una línea que Mustafá se negaba a cruzar, una línea que su madre, con toda su devoción, no siempre entendía.
—Madre, agradezco tus palabras —respondió Mustafá, tomando sus manos entre las suyas—. Rüstem Pasha merecía su destino, y con su caída hemos debilitado a Hürrem, pero no debemos apresurarnos.
Mahidevran frunció levemente el ceño, su preocupación ahora evidente.
—¿Qué quieres decir, hijo? Ahora es el momento de actuar con fuerza, de asegurarnos de que Hürrem y sus hijos no puedan recuperarse de este golpe.
Mustafá negó suavemente con la cabeza, su voz calmada pero firme.
—Entiendo tu deseo, madre, y comparto tu preocupación por lo que Hürrem representa. Sin embargo, cualquier movimiento impulsivo contra ella o sus hijos solo la fortalecerá. Es en su astucia donde radica su verdadero poder. Ella se alimenta de la enemistad, de los ataques directos. Si permitimos que nuestras acciones la conviertan en víctima, nos volveremos en su favor.
Mahidevran lo miró en silencio, tratando de comprender la lógica detrás de sus palabras. Mustafá, sabiendo que debía ser claro, continuó:
—No quiero que actúes contra Hürrem ni contra sus hijos. Esa es una batalla que yo mismo debo luchar, y la lucharé en mis propios términos. La corte es un lugar peligroso, donde cualquier paso en falso puede significar la ruina. Si actuamos con demasiado ímpetu, le daremos la excusa perfecta para victimizarse ante nuestro padre. Debemos ser más inteligentes que eso.
Mahidevran suspiró, asintiendo lentamente. Aunque era evidente que no le agradaba la idea de no tomar acciones directas, confiaba en el juicio de su hijo, en la sabiduría que había desarrollado bajo la sombra de un destino incierto.
—Confío en ti, Mustafá. Siempre he confiado en ti. Pero recuerda que Hürrem no descansará hasta vernos destruidos. No bajes la guardia, ni por un momento.
Mustafá asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad aún más sobre sus hombros. Sabía que la lucha por el trono no sería fácil, que cada paso que diera debía ser calculado con precisión, y que la protección de su madre y de aquellos que dependían de él era su prioridad más grande.
—No lo haré, madre. Estoy decidido a luchar por nuestro futuro, pero lo haré a mi manera. No le daré a Hürrem la satisfacción de verme caer en sus trampas.
Mahidevran lo observó con una mezcla de orgullo y tristeza, entendiendo que su hijo estaba destinado a enfrentar peligros que ella solo podía imaginar. Lo rodeó con sus brazos, abrazándolo como si quisiera protegerlo de un mundo lleno de traiciones y mentiras.
—Sé que lo harás bien, mi hijo. Eres fuerte, más de lo que muchos imaginan. Y pase lo que pase, siempre estaré a tu lado.
Mustafá la abrazó de vuelta, sintiendo en su interior la mezcla de determinación y afecto que siempre lo había guiado. Sabía que la batalla por el poder apenas había comenzado, pero también sabía que no estaba solo. Y con ese pensamiento en mente, se preparó para enfrentar los desafíos que estaban por venir.
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El sultán Prometido: Mustafá
Fiction Historique¿Y si Mustafá no moría? En el apogeo del Imperio Otomano, bajo el reinado de Solimán el Magnífico, la corte de Topkapi se convirtió en un nido de intrigas y conspiraciones, donde cada palabra y cada gesto podían ser letales. Entre los numerosos dram...