El sol de la mañana apenas había empezado a filtrarse a través de los delicados encajes de las ventanas cuando Hürrem recibió la noticia que cambiaría el curso de su día. La mirada nerviosa del sirviente que le transmitió el mensaje no pasó desapercibida para ella, pero no mostró emoción alguna al escuchar sus palabras: Rüstem Pasha había sido exiliado por orden de Suleimán por conspirar contra el principe Mustafá.
Hürrem permaneció en silencio un momento, dejando que la información se asentara en su mente.
Hürrem paseaba con gracia por su cámara privada, los pasos lentos y medidos, aunque en su interior, las mareas del pensamiento se agitaban sin descanso. Las cortinas pesadas y bordadas de oro filtraban la luz del sol matutino, bañando la habitación en un resplandor cálido que contrastaba con la frialdad que ahora sentía en su corazón. El exilio de Rüstem había sido un golpe inesperado, un movimiento en el tablero que, aunque no devastador, complicaba sus planes.
Al escuchar el suave arrastrar de los pies de Sumbul Ağa entrando en la habitación, Hürrem se detuvo. El eunuco, siempre tan servicial y leal, parecía haber percibido la gravedad del momento. Se inclinó profundamente ante ella, esperando sus palabras.
—Sumbul Ağa, las noticias ya han llegado a tus oídos, imagino —dijo Hürrem, sin necesidad de preguntar.
Sumbul asintió, su rostro reflejando una mezcla de cautela y preocupación.
—Sí, mi sultana. El exilio de Rüstem Pasha es... inesperado. ¿Cómo debemos proceder?
Hürrem volvió su mirada hacia las cortinas, su mente trabajando con la misma precisión que una hoja afilada. Rüstem había sido un instrumento invaluable, un hombre dispuesto a ensuciarse las manos por el bien de su familia y su causa. Ahora, exiliado, se convertía en un riesgo, un hilo suelto que, si no se manejaba adecuadamente, podría deshilachar todo lo que había construido.
—Rüstem fue útil —respondió Hürrem, con un tono que apenas escondía la frialdad de sus pensamientos—, pero ahora, lejos de la corte, es más una amenaza que un aliado. No podemos permitir que la lealtad que una vez nos mostró se convierta en una espada que se vuelva contra nosotros.
Asi, mientras hablaba, ella no podía evitar que su mente se desviara hacia las implicaciones más oscuras. Rüstem sabía demasiado, había estado demasiado cerca del fuego que ella había avivado. Y aunque en su momento había sido esencial para sus planes, ahora, sin su posición de poder, podría volverse contra ella. El pensamiento de acabar con él surgió en su mente como un susurro venenoso. Si Rüstem no tenía utilidad, entonces su existencia misma era un riesgo. Una vez fuera de Estambul, su destino podía sellarse sin levantar sospechas.
Sumbul, siempre rápido para entender las implicaciones de las palabras de su sultana, bajó la mirada con un asentimiento lento.
—Entiendo, mi sultana. Pero Rüstem es astuto y podría intentar asegurarse de que cualquier acción contra él sea difícil de llevar a cabo.
Hürrem giró suavemente hacia Sumbul, su expresión endureciéndose apenas, mostrando la firmeza de una mujer que había sobrevivido a demasiadas tormentas como para dejarse intimidar ahora.
—Lo sé, Sumbul, pero no podemos permitirnos ningún error. Rüstem sabe demasiado, ha estado demasiado cerca de nuestros secretos. Si se siente traicionado o amenazado, podría volverse en nuestra contra. Debemos actuar con prudencia, pero también con decisión.
El eunuco asintió nuevamente, comprendiendo la gravedad de la situación. Hürrem lo observó por un momento, midiendo sus palabras cuidadosamente antes de hablar de nuevo.
—Necesitamos asegurar que Rüstem permanezca en silencio, que su lealtad no se tambalee, incluso en el exilio. Mantén un ojo sobre él, haz que nuestros contactos se acerquen a él de manera sutil, recordándole los beneficios de la discreción. Y si llega el momento en que ya no podemos confiar en su silencio... entonces tomaremos las medidas necesarias.
—Entiendo mi Sultana ¿Pero que hay sobre el principe Mustafá?
—Admito que fue bastante astuto e inteligente está vez... —Hurrem hizo una pequeña pausa pensando en lo astuto que había sido Mustafá está vez—Pero eso no volverá a ocurrir... Él no volverá a correr con la misma suerte. También tomaremos medidas con él.
Sumbul asintió, comprendiendo el peso de la última orden. Hürrem se acercó a una mesa cercana y tomó un pequeño frasco de cristal, su mente ya alejándose de Rüstem y enfocándose en lo que vendría después.
—Eso es todo, Sumbul. Ve y haz lo que es necesario. Y no olvides... —Hürrem hizo una pausa, su voz bajando a un susurro glacial—, el imperio es nuestra prioridad, por encima de cualquier individuo.
Sumbul hizo una profunda reverencia antes de retirarse en silencio, dejándola sola con sus pensamientos. Hürrem volvió a pasear por la cámara, su mente ya saltando hacia el siguiente paso, el siguiente movimiento en este juego interminable de poder y supervivencia. La pérdida de Rüstem era una complicación, pero no una derrota. Se aseguraría de que la situación no se volviera en su contra. Y si para ello era necesario cortar algunos hilos, entonces lo haría, sin titubear.
La corte seguía siendo su terreno, y mientras ella estuviera al mando, nadie, ni siquiera un hombre como Rüstem, pondría en peligro todo lo que había construido.
ESTÁS LEYENDO
El sultán Prometido: Mustafá
Fiksi Sejarah¿Y si Mustafá no moría? En el apogeo del Imperio Otomano, bajo el reinado de Solimán el Magnífico, la corte de Topkapi se convirtió en un nido de intrigas y conspiraciones, donde cada palabra y cada gesto podían ser letales. Entre los numerosos dram...