Capítulo 10: Conexiones y Confusión

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Todos se quedaron en shock cuando Denedy llegó con un saco del cual goteaba algo viscoso y de color escarlata. El sonido del goteo resonaba en la habitación silenciosa, y el olor metálico de la sangre empezaba a llenar el aire.

—¿Cuál de ustedes me está vigilando? —Denedy miró desdeñosamente a los tres personajes que aún observaban el saco, su mandíbula tensa y sus ojos brillando con una mezcla de furia y desconfianza.

Yael, quien había estado apoyado en una vieja mesa de madera, alzó una ceja, más curioso que alarmado.

—Querido nieto, ¿a quién mataste? —pregunta, con una sonrisa ladeada que no lograba disimular la genuina curiosidad en su voz.

Denedy suspiró profundamente, pasando una mano por su cabello despeinado, mientras se daba cuenta de que su abuelo no entendía nada de lo que estaba pasando.

—No maté a nadie. Este Solun apareció mientras estaba ocupado. Sentí la magia de Min, pero luego vi que tenía la apariencia de mi tío Mirack —explicó, arrojando el saco al suelo, donde aterrizó con un golpe sordo, dejando una mancha oscura en el suelo que Min había barnizado con esmero hace dos días.

El silencio cayó sobre ellos, mientras todos intentaban procesar lo que acababan de escuchar.

—Es raro que un Solun de Oncot se hubiera activado —dijo Min finalmente, cruzando los brazos—. Se supone que mi magia en ellos solo se activa si estás en peligro, y por lo que veo, estás bien —su voz era tranquila, pero sus ojos reflejaban una preocupación que trataba de ocultar.

Denedy sintió un calor creciente en su pecho, la indignación ardiendo en sus venas.

—¡Esto es el colmo! —gritó, su voz quebrándose un poco por la frustración—. ¿Acaso me creen un debilucho?

Yael, notando el temblor en la voz de su nieto, se acercó lentamente, una expresión más suave en su rostro.

—No, pero es bueno tener herramientas que ayuden a mi bebé —dijo con ternura, acariciando la mejilla de Denedy con el dorso de su mano.

Denedy cerró los ojos por un momento, permitiendo que la calidez del gesto calmara un poco su rabia. Luego los abrió, su expresión más controlada, pero aún distante.

—Ya me voy —dijo, dando un paso hacia la puerta, pero luego se detuvo y miró a Min—. Tía, por favor desactiva esas cosas. Me daría un susto si, cuando estoy con alguien, me interrumpen en el acto.

Min y los demás se sonrojaron al captar la insinuación, pero antes de que pudieran decir algo, Denedy desapareció en un parpadeo, dejando solo una ligera brisa en su lugar.

Guily, que había estado en silencio todo este tiempo, finalmente habló, su voz llena de asombro.

—¿Acaso a Denedy ya le gusta alguien?

Yael se cruzó de brazos, su rostro impasible, pero con una ligera tensión en su mandíbula.

—Al parecer sí, su esencia estaba mezclada con la de alguien más —dijo, haciendo un esfuerzo por sonar casual, aunque la curiosidad brillaba en sus ojos, espera que aquel o aquella amante fuera de buen estirpe—. En fin, volvamos a, Guily, y a su drama de nunca acabar.

Guily frunció el ceño, claramente ofendido, pero optó por no responder. Mientras se sentaba nuevamente en el mueble, Yael quedó pensativo, su mente girando alrededor de lo que acababa de descubrir sobre su nieto.

***

—¿Entonces no deseas que mi familia sepa de ti? —Aquello, Dennedy nunca se lo esperó. Se suponía que, por ser un príncipe heredero de más de dos reinos, las casas nobles lanzaban a sus lunas como trofeo para que las desposara, al parecer aquel plebeyo no deseaba nada de eso. Pero al escuchar aquello, algo en su pecho se contrajo.

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