| 25; Incompatibilidad |

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—Joven.

El rubio dio un brinco al sentir que le tocaban el hombro, al parecer se estaba quedando dormido, era la misma enfermera, indicándole que ya podía ir a ver a la pelinegra. 

—Hola, cariño —ingresó con lentitud—. ¿Cómo te sientes?

La habían dejado en un pequeño cuarto de paso mientras la monitoreaban.

—Seishu —ella le sonrió, se veía cansada—, oí que me desmayé.

—Hm —se acercó a ella y le dio un suave beso en los labios pálidos—, me alegra que estés bien. Me diste un buen susto, cariño.

Hanna se acurrucó un poco en el pequeño sillón donde la habían dejado conectada a la intravenosa. El rubio acercó una silla plástica hacia ella y le tomó de la mano.

—¿Crees que debamos pasar la noche aquí? —miró la bolsa del medicamento cerca a acabarse ya—. No me gustan los hospitales...

No, decir que no le gustaban era poco, los aborrecía, odiaba los hospitales y el olor que le recordaban los últimos días de vida de su madre. Apretó la mandíbula, en días así volvía a ser la niña pequeña de seis años que corría a los brazos de Shinichiro o Haruki para llorar.

Pero Shinichiro y Haruki ya no estaban.

—Te darán alta tan pronto tu presión esté estable.

Seishu le acarició la cara con adoración, él era así siempre, le recordaba las caricias de Keisuke y eso la hacía sentir terrible. Por un momento las palabras de Draken y Emma la hicieron sonreír.

¨Él es un buen chico, Hanna, un buen chico¨

Inupi se ganó la confianza de Ryoko, Draken y Emma en cuestión de días. Lo miró de reojo, la forma en que la cuidaba hacía flaquear su corazón, pero no podía evitar recordar a Keisuke. 

—¿Sabes cuál es la diferencia entre Emma y yo? 

Seishu recordó las palabras de Draken sobre una vez que alguien hizo esa misma pregunta.

—¿Que Emma bendice a las personas y les dice que les vaya bien  —ladeó la cabeza—, mientras tú maldices a las personas y les deseas que las atropelle un tren?

—¿Qué? 

Hanna no pudo evitar reír al notar la referencia.

—También —aceptó entre risas—, pero me refería a... No, déjalo, creo que esa es la diferencia.

Ambos hablaron un rato más sobre Emma hasta que Hanna recordó la realidad y se quedó callada, Seishu intentó aligerar el ambiente cambiando de tema, hablando sobre el embarazo.

—Y en el libro que leímos el otro día —Inupi comentó—, decía que...

Hanna lo veía hablar, preguntándose si Keisuke sería así, probablemente sí y dolía. No podía parar de pensar en él, aún así respondía a Seishu con tranquilidad.

—Hm... ¿Sabías que solo el cinco por ciento de las fechas estimadas del parto son precisas? —murmuró Hanna—. ¿Qué se supone que signific-? Debo ir al baño.

—¿Ahora?

—Yep —asintió varias veces—, esto de ir al año cada cinco minutos es realmente agotador. ¿Por qué las mujeres somos las que tenemos que aguantar esto?

Seishu no supo qué responder, siempre que ella preguntaba cosas así se quedaba sin palabras, lo único que pensaba en momentos así era que...

Estaba tan enamorado de ella y sus ocurrencias.

La reina de Tokyo |Manjiro Sano|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora