♚ Capítulo 03 ♚

463 49 21
                                    

El día de mi boda llega junto con un sol radiante y un cielo despejado.

Sabía que casarme dos semanas después de anunciar el compromiso públicamente despertaría murmullos y chismorreos ante la sociedad. La unión entre los Kent y los Fernsby era un hecho bien sabido hacía años. Todos en Asdel sabían que Phillippe y yo terminaríamos casandonos. Fue pura suerte que nuestros sentimientos coincidieran en algún momento del camino.

Con una sonrisa en mis labios de pura felicidad, bajo las escaleras corriendo cuando mamá anuncia la llegada de la modista para ayudarme con mi vestido, pero al llegar al piso de abajo me detengo abruptamente llevándome una sorpresa que me deja helada.

—Mira, cariño —dice mamá al notar mi presencia—. Phillippe las envío para ti, ¿no están preciosas?

Ella sostiene un ramo de rosas rojas mientras sonríe encantada por el regalo de mi prometido. Un latido errático asalta mi corazón a medida que observo el ramo, mortificada.

Son las mismas rosas de mis sueños. Intensamente rojas, grandes y hermosas.

Es una tontería sentirme reacia hacía el regalo sabiendo que las intenciones de Phillippe son buenas y honestas. Además, nada tiene que ver con mis sueños. Con ese pensamiento, termino por acercarme y tomar el ramo en mis brazos, sólo entonces, noto una pequeña nota oculta entre los pétalos.

La tomo y la abro.

“Espero que disfrutes de tu vida ahora, porque nunca volverá a ser igual. Nunca te dejaré ir.

P.D: En mi país no crecen rosas rojas”.

Un escalofrío me recorre el cuerpo al leer la nota una segunda vez. La primera frase parece una promesa. Y no sé muy bien cómo tomármelo. Phillippe es un hombre de poesía y letras, por lo que esa frase tan posesiva se sale de su personalidad.

Sin embargo, frunzo el ceño ante el dato aleatorio que reza el pie de la nota. Miro las flores una vez más y deslizo mis dedos por uno de los pétalos borrando la pintura que los cubre. Abajo del rojo, hay blanco.

Vuelvo a sentir la incomodidad en mi estómago cuando recuerdo el sueño de hace unos días. Las rosas pintadas con sangre. Solo que ahora es pintura real.

Sea donde sea que quede el país de dónde proviene Phillippe, debe haber sido una interesante travesía conseguir esas rosas. Quizá es una tradición familiar de los Fernsby.

—Amelie, es momento de vestirte —anuncia mamá.

Dejo las flores a un lado y voy a la sala donde me espera la modista, Callie. Me saluda con una sonrisa que devuelvo con educación.

—Bueno, futura señora Fernsby, aquí está —Mis mejillas arden ante el apellido que usa para mí. Así sería después de mañana, supongo. Tengo que acostumbrarme.

Con la emoción bailando en mi piel, tomo el vestido y voy a cambiarme a un espacio improvisado a un lado de la sala. Me despojo de mi pijama y me pongo el vestido de novia. Sé que es el vestido más hermoso que pudiera imaginar, pero no me lo he visto puesto. Salgo del lugar y miro a mamá. Su sola mirada me da una idea de cómo me veo. Sonrío, encantada.

Con los ojos cerrados me posiciono frente al espejo y los abro tres segundos después.

Mi vestido de novia consiste en una falda de tul adornada con pequeños destellos plateados y un corpiño con detalles floreados sujetado por dos finas tiras. Las mangas comienzan por la mitad de mi brazo hasta casi llegar a mis muñecas, lo que deja mis hombros al descubierto.

Despeguo mis ojos del espejo cuando escucho un leve sollozo.

—Te ves hermosa, cariño —afirma mamá, limpiándose una lágrima.

A través de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora