♚ Capítulo 04 ♚

369 52 18
                                    

Mis pulmones y conductos nasales arden cuando toso para expulsar el agua de mi cuerpo. En medio de mi desesperación, vuelvo a ahogarme y toser, repitiendo el doloroso proceso.

Siento todo mi cuerpo adolorido. Ni siquiera tengo fuerzas para abrir voluntariamente mis ojos, pero esa debilidad queda en el olvido cuando escucho voces y pasos acercándose.

—¡Busquenla, maldita sea!

El agua en mis oídos me impide escuchar con claridad. Pero esas palabras dichas con desesperación y enojo se quedan grabadas en mi mente. Intento mover un músculo cuando comienzo a sentir frío, pero me siento tan débil que apenas puedo respirar. Solo logro abrir mis ojos un poco, pero todo está borroso.

El cansancio me invade y las ganas de cerrar los ojos y caer inconsciente van ganando. No puedo más. Los pasos de antes se hacen más fuertes, pero ya no les estoy prestando atención. Poco a poco, voy perdiendo fuerzas.

—¡Aquí está, majestad!

Pienso en mis sueños. En todos esos que he tenido. Los conozco muy bien. Sé lo que sucede. Sé que en esos sueños muero. Siempre. Pero no es así. Nunca fue así.

Pisadas. Voces. Maldiciones.

Alguien me alza del suelo. Unos brazos fuertes me aprietan. Veo un rastro de rojo.

Ah, sí. Él rojo siempre está cuando muero. Quise sonreír ante esa familiaridad. ¿Es una locura?

—Eres una tonta, te dije que no respiraras.

Y vuelvo a caer inconsciente.



♚♚♚



Cuando despierto, estoy completamente seca, cálida y cómoda. Lo primero que noto al abrir los ojos es que estoy en una habitación desconocida y, lo más importante, todo el dolor de antes se ha ido. Me incorporo hasta sentarme en la cama, echando un rápido vistazo a mi alrededor, confusa.

No sé dónde estoy, ni cómo llegué aquí. Mis pensamientos corren buscando una explicación. Mi alrededor tampoco hace mucho para aclarar mis dudas.

Observo la cama de dosel roja en la que estoy acostada, los muebles que parecen hechos de oro, las decoraciones extravagantes, el techo tan alto que me marea. La vista frente a mí parece un paisaje sacado de un libro de fantasía.

Con cuidado, me bajo de la cama dispuesta a explorar este lugar, sin embargo, me quedo en mi sitio al ver la bandeja en la mesita de noche con un vaso de agua y un bocadillo. El primero con una nota que dice “Bébeme” y el segundo con una que dice “Cómeme”.

La curiosidad se apodera de mí, aún cuando sé que no es bueno comer ni beber nada en un lugar extraño. Pero algo me dice que nada malo pasaría si como algo. Además, estoy segura que esto es un sueño, nada de esto es real. Lo peor que podría pasar sería que despertara en la sala de mi casa.

Mi estómago gruñe en ese instante y me termino de convencer de hacerlo, pero justo cuando estoy por tomar el bocadillo, la puerta de la habitación se abre en un gran estruendo que me sobresalta del susto y brinco de nuevo en la cama.

Con mi corazón latiendo en mi garganta, veo a la persona que entra sin percatarse en mí. Tomo la sábana y me cubro con ella como si así pudiera hacerme invisible.

La mujer se acerca a un gran armario en el otro extremo de la habitación y saca un vestido rojo. Se da la vuelta y me sorprendo cuando sus ojos despojados de cualquier emoción dan con los míos.

—Hay que vestirla, el príncipe quiere verla —Su voz suave y lenta es todo lo contrario a su expresión facial. Tiene el cabello de un impresionante tono azabache y sus grandes ojos son del color de la noche, su piel caucásica luce tan suave y tersa que me hace preguntar si usa productos para su cuidado. Mis ojos la recorren sin ninguna vergüenza, desde su vestido negro sencillo hasta sus uñas bien cuidadas. No sé por cuánto tiempo me quedo mirándola, pero es el tiempo suficiente como para hartar su paciencia y soltar un mordaz—: Ahora. El príncipe quiere verla ahora.

A través de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora