Capítulo 6: ¿Yo, con los novatos?

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Creo que es muy normal querer juntar a mis amigos y a mi... bueno, todavía no es oficialmente mi novio, pero... agh, es complicado. El punto es, ¿por qué me sudan tanto las manos? La ansiedad me invade y siento como si pequeñas gotas de nerviosismo se deslizaran por mis palmas. Ugh, qué asco.


— ¿Max? — dice Bradley, su voz suave pero firme, mientras agarra mi mano. Sus dedos son cálidos contra mi piel húmeda. — ¿Mis ojos siguen rojos?


— ¿Qué? — balbuceo, tratando de zafarme de su agarre. Siento el impulso de limpiar mi mano sudorosa y la restriego nerviosamente contra la tela áspera de mi pantalón. Bradley alza una ceja, su expresión una mezcla de confusión y molestia, y se cruza de brazos.


— ¿Qué fue eso? — pregunta, su tono teñido de sospecha.


— ¿Qué fue qué? — respondo, esforzándome por sonreír inocentemente. Puedo sentir cómo mis mejillas se calientan bajo su mirada escrutadora.


— Acabas de alejarte de mí como si tuviera... ¿qué? ¿Covid? — Su voz tiene un deje de dolor que me hace sentir culpable instantáneamente. — ¿No eres del tipo empalagoso o qué?— Susurra con la mirada gacha. 


— Ay, no digas eso. — Me acerco rápidamente, sintiendo la necesidad de arreglar mi error. Tomo su rostro entre mis manos, mis dedos acariciando suavemente su piel. — Y no, no tienes los ojos hinchados ni rojos— añado, pasando mi pulgar delicadamente por debajo de sus ojos, notando lo suave que es su piel. — Ya se te pasó, estás perfecto.


— Ya te dije que dejes de tocarme como se te da la gana — dice, pero noto que una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios. No se aleja de mi agarre, y siento cómo mi corazón se acelera.— ¿Tienes hambre? — pregunto, tratando de cambiar de tema.


— No, mejor vamos a descansar un rato y me pasas la tarea que nos perdimos hoy. — dice, sacando la llave para abrir la puerta de nuestra habitación. El tintineo metálico resuena en el pasillo silencioso.


Pongo una mano en la puerta, deteniéndolo, y lo abrazo por detrás. Siento cómo se tensa bajo mi toque, pero no se aleja.


— No, eh... era una excusa — confieso, mi voz apenas un susurro contra su oído. — Quería que pases tiempo con mis amigos por unas horas.


— Muy gracioso — dice, y se ríe, pero puedo sentir la tensión en su cuerpo. — Ya entremos a nuestra habitación de una vez y...


— Bradley... — lo interrumpo, agarrando su mano. Siento cómo sus dedos se entrelazan con los míos casi instintivamente. — Por favor. — Lo miro a los ojos, suplicante, tratando de transmitir toda mi sinceridad en esa mirada.


— No, no juegues sucio — responde, su voz temblando ligeramente. — ¿Para qué me quieres ahí? Será incómodo, yo... yo... — Su vulnerabilidad es palpable, pero cuando trato de mantener el contacto visual, noto cómo su expresión cambia, endureciéndose. — Ya, Max, ¿Qué te pasa? ¿Yo? ¿Con los novatos?


Alzo una ceja, sintiendo una punzada de frustración, y pongo distancia entre nosotros. El aire frío del pasillo se cuela entre nuestros cuerpos.

GALÁN, DEJA DE JUGAR CON MIS SENTIMIENTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora