Derek

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Voy a contarte una historia. Una que no le he contado a nadie, hasta ahora. No sé si es la historia que quieres saber. De hecho, te adelanto que no te va a gustar lo que vas a leer. Pero espero que con esto pueda responder a tus preguntas o, al menos, a algunas de ellas.

Éste es mi último cartucho.

Llevo varios intentos tratando de confesarte todo esto. Pero, como ya has visto, no se me da muy bien hablar.

Ariel dice que escribir podría serme de ayuda. No sé, es la cuarta hoja que empiezo, y no sé si acabará igual de rota y arrugada que las demás. No soy escritor. Nunca he escrito ni un triste diario y, joder... Aquí estoy, intentando hacer mi única autobiografía después de pajearme patéticamente con un beso de un tío al que apenas conozco.

Mi madre se llamaba Silva Seprada. Era drogadicta, concretamente estuvo enganchada a la heroína casi toda su vida. Natural de Chicago y su origen, probablemente, era aun más humilde que el mío. Antes de que me la quitaran en la cárcel, conservaba una foto muy vieja de ella. Tenía el pelo largo y castaño y los ojos grises. Era muy guapa.

Tenía veintidós cuando logró alquilar un piso en el extrarradio. Era un barrio pobre y peligroso, pero ella nunca le tuvo miedo a las calles. Su peor error, de hecho, fue confiar en el hombre equivocado. Algún capullo que la enamoró con falsas promesas y salió huyendo a la mañana siguiente tras enterarse de que la había dejado preñada. Ella hubiera podido abortar, y quizá debió haberlo hecho. Pero decidió dar a luz a los hijos del capullo que la había abandonado. ¿Por qué? Sinceramente, no lo sé. Quizá se sentía sola. Quizá tenía miedo. O quizá, simplemente, no le alcanzaba la pasta para practicarse un aborto en una clínica.

No me quiero ni imaginar el calvario que tuvo que pasar, embarazada de gemelos y pasando por una de las desintoxicaciones más chungas que existen, todo por traer dos críos al mundo que, más tarde, hipotecarían completamente su vida y la obligarían a vivir con dos trabajos, doblar turnos, perder sueño y pasar hambre para poder alimentarlos.

Val y yo nos criamos prácticamente solos. Silva a menudo recurría a amigas y vecinas que la ayudaran a cuidarnos mientras ella se deslomaba veinte horas al día. Es una jodienda, ¿no crees? Que una madre se entregue por sus hijos hasta el punto de luego no tener siquiera tiempo para quererlos.

De hecho creo que una parte profunda de ella nos odiaba con una tirria venenosa y visceral. La ternura nunca fue su fuerte, pero en ocasiones lloraba y se desesperaba encerrada en el baño. Una vez, siendo muy niño, se me ocurrió entrar para ver qué le ocurría y ella me abofeteó entre lágrimas, echándome. Creo que Val y yo le recordábamos demasiado a nuestro padre.

Por ello, no guardo muchos recuerdos felices de esa época. Val y yo tuvimos que aprender demasiado pronto cosas que a otros críos de nuestra edad les daban ya hechas. Usar un microondas, bañarnos y vestirnos solos, planchar ropa, tender lavadoras, ir y volver solos del colegio, ponernos tiritas si nos cortábamos con un cuchillo o nos raspábamos las rodillas al caernos en el pavimento... Pero, aun así, no puedo decir que tuviera una infancia tan mala. Supongo que eso se lo debo a Val. Tuvo una madurez y una voluntad que siempre he envidiado en él, y actuó como el hermano mayor. Fue el más responsable de los dos, y el más atento. solo nos teníamos el uno al otro, éramos inseparables en ese entonces. Después de todo, si no nos protegíamos el uno al otro, ¿quién lo haría?

Cuando ese hombre llegó, teníamos seis años. No recuerdo su nombre, así que le llamaré... Yo qué sé. Markus, mismamente. No tengo claro cómo le conoció mi madre, pero el tipo tenía dinero y un buen trabajo, y parecía ser la promesa que nos sacaría de nuestra vida de pobreza. Recuerdo a mi madre muy emocionada el día que nos lo presentó. No puedo recordar bien la cara de ese tipo. solo su voz, muy suave y cálida; y que de algún modo eso hizo que me cayera bien al instante. Val, sin embargo, se mostró receloso con él desde el principio.

In Chains: Tras las RejasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora