♱ 2 (+18)

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Al entrar en la mansión, los hombres separaron a las mujeres mayores de las más jóvenes, tal como lo habían dicho. De al menos diez, solo quedamos cuatro chicas.

Nos guiaron por un pasillo blanco, impecable, donde lo único que rompía la monotonía era un lujoso sofá y un candelabro de cristal que brillaba bajo la luz. Sin previo aviso, nos vendaron los ojos. Escuché pasos acercándose y el murmullo de hombres hablando en voz baja; distinguí al menos tres voces distintas.

-Están guapas -dijo una voz tranquila, con un tono casi indiferente-. Pero son unas niñas.

-Llévate a la del vestido verde -interrumpió otra voz, esta vez imponente y calmada. La pobre chica comenzó a llorar y a gritar, sus sollozos resonando en la habitación.

Sentí que alguien se acercaba a mí, el aire se impregnó con un aroma mezclado de perfume caro, alcohol y cigarrillos. Una mano áspera me tomó del mentón, y unos dedos fríos acariciaron mi rostro.

-Llévate a las otras dos, pero no les hagan nada -ordenó nuevamente aquella voz autoritaria.

Mi corazón latía con tanta fuerza que apenas podía respirar. Ni siquiera podía llorar.

-Vamos a estar con ella los tres -dijo uno de los hombres, con un tono decidido-. Es virgen y está preciosa.

-No -intervino otro, su voz tranquila pero firme-. No, ni madres. Es una niña, no debe tener más de diecisiete.

-¿Y a ti eso qué? -replicó el primero, molesto-. ¿Tú qué dices?

-Esta vez tiene razón, Ratón -opinó un tercer hombre, con una voz calmada pero madura-. No deberíamos.

-Pinches pendejos -gruñó el primero, visiblemente irritado-. Nada les parece bien a ustedes.

-Pues arréglate tú solo -dijo, soltando un suspiro de frustración-. Nosotros nos vamos; ahorita no tenemos ganas. -Escuché sus pasos alejándose, resonando en la oscuridad.

-Llévatela a la habitación -ordenó el "jefe" con frialdad.

Resignada, empecé a caminar y quitaron la venda de mis ojos. Frente a mí iba un hombre con una camisa negra, una pistola en la cintura, que me guiaba sin decir palabra.

Entramos a una lujosa habitación decorada en tonos rojos y dorados, apenas iluminada por una luz tenue. Me tomó por la cintura y acercó sus labios a los míos, besándome con pasión. Sus besos bajaron por mi cuello, recorriendo mi clavícula hasta llegar a mis senos.

-¿Cuál es tu nombre? -preguntó en un susurro, su respiración agitada y cálida en mi oído.

- Nicole - respondí con temor, el hombre acarició mi rostro.

Me empujó sobre la cama. Fue brusco y al mismo tiempo me trató con delicadeza.

- No grites, no te pongas rebelde o te aseguro que te mato, muñeca -. Mi corazón latía con fuerza, desbocado por el miedo. Apenas pude mover la cabeza en un gesto sutil, intentando hacerle entender que no haría nada.

Entre la oscuridad no podía ver nada. Me levanto, me quito el vestido bruscamente y cuando quedó frente a mí, apenas pude distinguir sus rasgos en la penumbra de la habitación. La poca luz que se filtraba reveló un rostro afinado, con ojos grandes y una barba que acentuaba su expresión severa.

Me quedé en shock, incapaz de reaccionar. Se que si me hago algo que lo moleste mi vida corre peligro.

El hombre bajó sus manos hacia mis nalgas y las agarró mientras intentaba besarme, a lo que yo lo mire a la cara y respondió besándome a la fuerza. Sus labios besaban de una manera violenta los míos y metía su lengua dentro de mi boca. Quito mi sosten, dandome besos por mis senos, bajando al abdomen, senti sus dedos tocando mi vagina.

Pase sus dedos por mis labios y se los mordí, a lo que él respondió diciendo: -Lo único que puede ahora esa boquita es gemir -.

Mis tetas expuestas a él. Las miro para luego chupar cada una de ellas, continuando con fuertes embestidas que me provocaban una sensación extraña de dolor y algo más. Traté de contenerme, pero se me escapó un leve gemido.

Había cometido un error cuando se me acerco al oído susurrándome -Te está gustando lo que le hago, quien lo iba a decir- iba a hablar, pero me beso de momento y sus dedos acariciaban suavemente mi abdomen , fue una caricia que termino en el momento en que metió 3 dedos dentro de mí. Gemí, no me contuve más, sus dedos entraban y salían de mí, provocando que me humedeciera cada vez más. No duró mucho tiempo, hasta que sentí cómo remplazaba sus dedos por su pene que metió en mí de una sola estocada.
Me levantó una pierna y me empezó a dar más y más duro. Puso un dedo sobre mi boca acariciándola con deseo. Me giro quedando de espalda hacia él, seguidamente metió su pene en mi trasero follándome bruscamente, no tardo mucho en correrse dentro de mí.

Intentó hacerme recostar sobre su pecho, pero me resistí, me empujó de golpe.

Sin decir nada más comenzó a vestirse, y así fue como vi su rostro con mas claridad : blanco, de pelo claro, ligeramente rizado y rostro afinado. Me quedé en la cama un poco dolorida, llorando y sintiéndome mal.

Por si fuera poco se acercó a mí y me susurró al oído - La pasé genial-, me besó mientras sus manos recorrían mi cuerpo, tiró un fajo de billetes sobre la cama y salió de la habitación.

EL MALO ♱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora