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Anoche el dolor y el miedo me hicieron caer en un sueño profundo. Veía las sábanas y mi pierna cubierta de sangre, era mi primera vez y él fue rudo en ese momento.

-¿Cómo estás? - hablo el hombre de anoche con una voz aguda y despreocupada.

-Señor -dije, bajando la mirada con temor-, ¿puedo irme ya?

-¿A dónde? -preguntó entre risas burlonas-. ¿Al burdel?

Solo quiero irme - respondí - No me gusta estar con usted.

Eres una desagradecida - dijo mientras me agarraba bruscamente del cuello - Estúpida, eres recompensada por estar conmigo y no con algún imbécil poca cosa.

- Pero yo no quiero prostituirme, señor - respondí rompiendo a llorar - No pueden hacerme esto.

-Eres una estúpida -me tiro en la cama y saco una pistola apuntándome a la cabeza-. Soy Iván Guzmán, me respetas o te mato.

-¡Ya déjala! -exclamó un hombre mientras entraba en la habitación. Tenía el cabello ondulado, ojos grandes y una nariz un poco menos afilada-. ¿Qué te pasa, Iván?

El recién llegado lo tomó por los brazos y lo apartó de mí, alejándolo con firmeza. Mientras tanto, Iván no dejaba de mirarme con enojo, sus ojos llenos de rabia contenida.

-Solo quiero saber qué hice para que me traten así -dije entre lágrimas, con la voz quebrada-. Prometo obedecer, solo no me hagan daño.

-Báñate y vístete, linda -dijo el hombre, entregándome ropa interior, un camisón y una bata. Iván se quedó en la puerta, observándome, aunque ahora parecía notablemente más calmado.

Cuando terminé de bañarme y vi que no había nadie en la habitación, decidí salir.

En el comedor, encontré a Iván, al hombre que me había ayudado, y a otro chico, todos desayunando.

-Ven, acércate -dijo el chico de sonrisa amable y voz calmada. Inmediatamente hice lo que ordenó.

-Siéntate -añadió, y obedecí sin pensarlo. Iván nos miraba con enojo mientras el otro hombre continuaba desayunando en silencio.

-Soy Ovidio Guzmán -dijo, extendiendo la mano para presentarse-. ¿Y cuál es tu nombre?

-Nicole -respondí, con una mezcla de miedo y una inesperada sensación de confianza.

-Qué bonito nombre -me sonrió-. Ya conoces a Iván; el otro es Alfredo.

-¡Ya déjate de estupideces, Ovidio! -interrumpió Iván, golpeando la mesa con fuerza.

-¿O si no qué? - Ovidio se levantó, enfrentándose a Iván, su voz firme y desafiando la tensión que llenaba la habitación.

EL MALO ♱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora