𝐆𝐢𝐚𝐝𝐚
A esta hora de la mañana, el comedor estaba muy animado. Era el momento perfecto para tomar un buen desayuno y recargar pilas para el gran día que se avecinaba.
Todos estaban sentados en grupos. Luka Modric y Eder Miliato me habían ofrecido un lugar para sentarme con ellos y algunos jugadores más, pero yo había preferido sentarme con mi padre, Davide y más personas que formaban parte del equipo directivo.
Estaba bebiendo tranquilamente mi taza de café mientras observaba detalladamente la habitación. Aunque a menudo intentaba tener una conversación con los presentes, no me importaba en absoluto de qué hablaban las personas sentadas a mi alrededor.
Estaba pensando en Rüdiguer, en si habría mencionado algo sobre lo que vio la otra noche. A lo lejos, pude verlo levantarse de la mesa y caminar hacia una máquina expendedora.
Era mi momento si quería saber algo sobre el tema. Me levanté con la excusa de ir en busca de algo más para comer, y efusivamente, pero sigilosamente, me acerqué al defensa. Cuando finalmente estoy a la misma altura que él, le hablo.
-Oye, ¿cómo estuvo tu noche, Rüdiguer?-intenté sonar amigable.
La sonrisa quedó en mi rostro. Antonio solo me dio una mirada fugaz y continuó con su misión de conseguir un pequeño paquete de galletas.
-Buenos días-soltó seco.
No quería andar con rodeos. Miré en todas direcciones, como si confirmar que nadie nos veía me tranquilizara. Respiré hondo y reuní el valor suficiente para sacar el tema.
-Sobre lo de anoche...-balbuceé nerviosa-. ¿Has comentado algo?
Lo había dicho casi en un susurro por miedo a que alguien más nos escuchara. No quería ser tan directa, pero no tenía otra opción.
Mis nervios estaban al límite. Mi mirada estaba fija en Antonio, atenta a cada movimiento o gesto que hacía. Jugaba inquietamente con los anillos en mis dedos y podía sentir mi corazón latiendo fuera de ritmo.
-No te preocupes, no he dicho nada-soltó con total tranquilidad.
Expulsé todo el aire que había retenido.
-Muchisímas gracias. Te debo una.
-No me debes nada-el alemán me miró de reojo y ladeó una sonrisa-. Eres una buena chica y no quisiera que te despidieran de tu trabajo.
No pude evitar sonreír ante esas palabras. Rüdiguer me pareció un tipo serio, pero esa frase me había sonado muy tierna.
Antonio se agachó un segundo para recoger las galletas que había comprado en la máquina. Después de eso, me miró directamente a los ojos y habló.
-Pero si no quieres que te pillen con tu principito, es mejor esconderte en lugares más privados.
-¿Qué? No, no. Jude no es...-quise defenderme y dejar claro que entre el inglés y yo no había nada, ni siquiera una simple amistad, pero no me dejó continuar.
-Se notaba la tensión en el ambiente-mi cara expresaba confusión-. Pero no te preocupes, tu secreto está a salvo.
Y sin más, se fue con un guiño.
Me quedé sin palabras. No entiendo cómo fue posible que Rüdiguer hubiera llegado a tal conclusión. Yo mismo había intentado impedir este reencuentro con el centrocampista, pero con sólo su presencia logró enredarme.
A causa de las palabras del alemán, quedé en un estado de confusión. Esto no debería estar pasando.
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De Madrid al cielo • Jude Bellingham
Romance𝑮𝒊𝒂𝒅𝒂, 𝒍𝒂 𝒉𝒊𝒋𝒂 𝒅𝒆 𝑪𝒂𝒓𝒍𝒐 𝑨𝒏𝒄𝒆𝒍𝒐𝒕𝒕𝒊, 𝒆𝒍 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆𝒏𝒂𝒅𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒍 𝑹𝒆𝒂𝒍 𝑴𝒂𝒅𝒓𝒊𝒅, 𝒄𝒐𝒏𝒐𝒄𝒆 𝒂𝒍 𝒋𝒖𝒈𝒂𝒅𝒐𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂 𝒃𝒆𝒔𝒂𝒅𝒐 𝒆𝒍 𝒔𝒂𝒏𝒕𝒐, 𝑱𝒖𝒅𝒆 𝑩𝒆𝒍𝒍𝒊𝒈𝒉𝒂𝒎. 𝑨𝒎𝒃𝒐𝒔...