Vaya que sí resultó interesante ir de compras por este pueblo, fue gracioso ver cómo algunos me miraban con curiosidad, mientras que a otros les resultaba indiferente, pero, incluso alguna que otra persona me dijo si era el nuevo huésped de Taylor,s home antes de presentarme, lo que me hace creer que en los pueblos pequeños no existen los secretos o que quizá todo el mundo se conoce.
Tomo el teléfono para comunicarme con Aiden, esperando que ya haya terminado con sus encargos, o si no es el caso acompañarlo, pero aunque el celular repiquetea una y otra vez él no responde. Regreso a la camioneta y miro en todas direcciones intentando ubicarlo, mientras continúo insistiendo con el celular.
— ¿Hola? —al fin responde.
—Hola Aiden, he terminado de hacer mis compras, ¿en dónde estás?
—Yo... estoy en el dinner de Sara, está cerca de donde estacioné, pero aún no he terminado —me informa.
—No hay problema, puedo ir a donde estás —afirmo al tiempo en que veo a mi alrededor buscando el lugar, hasta que por fin noto el gran letrero, imperdible y único con el fondo rojo y las letras amarillas.
—Señor, no es necesario, puede abordar un taxi.
—Estoy yendo, aunque con las manos llenas, cuelgo —anuncio.
Quizá terminé la llamada un poco precipitado, pero sabía en que insistirá en que me marche sin él. Debe ser un poco tímido para hablar con personas que no conoce.
Al abrir la puerta, el sonido de unas campanitas informa a todos los que están adentro que alguien más ha llegado. El lugar tiene las ventanas cerradas y quizá un calefactor encendido, por lo que la temperatura aquí adentro resulta un poco más agradable, y tal vez por eso la mayoría de las mesas estén ocupadas. Diviso el lugar hasta que mis ojos se encuentran con los de un chico enfadado. Es indudablemente Aiden. Camino hacia él con una sonrisa.
—Hola, ha sido un día compulsivo —elevo un poco mis manos para mostrar los paquetes que ahora me pertenecen y en dónde se encuentran las prendas que he comprado para ir más acorde con este lugar.
Aiden suspira con evidente disgusto.
—Puede dejarlas ahí, después las llevaremos a la camioneta —señala una silla— Él es un huésped —informa a sus acompañantes. Dos jóvenes que deben tener su misma edad, un hombre y una mujer, quienes me miran con mucha atención.
—Hola, soy Rowan Wood —los saludo extendiendo mi mano a cada uno.
—Hola—saluda el chico—, soy Chester Gómez, el mejor amigo de Aiden, bienvenido a Pine —parece agradable.
—Hola, soy Chelsea Lewis, la única amiga de Aiden —me informa y sonrío—, lo dice con menos gracia que su acompañante, pero mira a Aiden en busca de su reacción.
—Lo de mejor amigo y única amiga no era necesario decirlo —gruñe el aludido.
—Bien, entonces yo pretendo ser otro amigo de Aiden, podremos estar en contacto más veces a partir de ahora —expreso afable, consiguiendo que ellos sonrían, él más que ella.
—Esa sería toda una proeza, a Aiden no le agrada nadie más que nosotros, e incluso a veces dudo que en realidad le agrademos —bromea él, mientras ella ríe sin dejar de mirar a Aiden. Sus ojos brillan cuando lo hace.
—Suficiente, esto es incómodo —protesta y me siento a su lado.
— ¿Qué se puede conseguir aquí? —señalo hacia el mostrador.
—Es el dinner de Sara, así que cualquier cosa comestible, aunque no recomiendo la lasaña, es un poco... no la recomiendo —bromea Chester, es evidente que es un joven al que le gusta sonreír, porque desde que llegué no ha dejado de hacerlo.
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La danza del tiempo sin arrepentimientos
Любовные романыEl tiempo puede ser visto como un dictador que convierte a la vida en una rutina un tanto agitada, en ocasiones insatisfactoria, quizá con logros ajenos que cumplir, pero en especial con pocos minutos para disfrutar haciendo lo que realmente deseas...