2

229 26 1
                                    


Manon avanza con pasos inseguros por las abarrotadas calles de la Isla de los Perdidos, la espada que le ha conseguido Harry colgando de su costado. La atmósfera de la isla está cargada de hostilidad, y los comentarios crueles de la gente la persiguen mientras trata de mantener la calma. Cada paso es una carga pesada, su corazón late con fuerza y sus ojos están alertas a cualquier amenaza.

De repente, la pandilla de Silas aparece frente a ella. El grupo se muestra más temible que nunca, con miradas llenas de desprecio y malicia. Silas, con su cabello desordenado y una sonrisa cruel, da un paso al frente.

—Mira a quién tenemos aquí —dice Silas, su tono mordaz—. La pequeña Manon con su espada de juguete. ¿Crees que eso te ayudara en algo, niña?

Manon intenta seguir su camino, pero pronto se ve rodeada por la pandilla. Los matones la empujan y la rodean, sus risas están llenas de burla. Silas y sus secuaces se ríen a carcajadas mientras lanzan comentarios crueles.

—¿Pensaste que podrías desafiarnos con esa espada de juguete?

—¡Mira cómo tiembla! —se burla un tercero—. ¿Te crees una guerrera?

—¿Qué piensas hacer? —añade otro—. ¿Ponernos a todos en fila y pedirnos que no te molestemos más? ¡Por favor!

Manon intenta huir, su miedo es palpable. Corre por las calles, su mente acelerada mientras la pandilla la sigue, riendo y gritando comentarios despectivos.

—¡Corre, corre! —grita Silas desde atrás—. ¡No puedes escapar de nosotros!

Manon acaba llegando a una esquina oscura donde se detiene para recuperar el aliento. El pánico la envuelve, y las risas crueles de la pandilla resuenan en sus oídos. Sabe que no puede seguir huyendo.

Necesita enfrentar a sus perseguidores para detener el acoso y demostrar que no va a ser una víctima más.

Se gira lentamente hacia la pandilla que se acerca, su respiración agitada. Sus manos tiemblan al desenvainar la espada, pero sabe que tiene que pelear para defenderse. Silas, con una sonrisa cruel, se acerca con confianza.

—¡Déjarmela a mí! —ordena Silas a sus compañeros—. Esta niña necesita aprender una lección.

Manon y Silas se enfrentan en una batalla feroz. Cada golpe y parry es un reflejo de la desesperación de Manon y la agresividad de Silas. La pelea es brutal, y el rugido de la multitud que se ha reunido parece desvanecerse en el caos de los espadazos.

Finalmente, Manon logra desarmar a Silas, haciéndola caer al suelo, exhausta y derrotada. Manon se posiciona sobre ella, sus dos espadas clavadas en el suelo a ambos lados de la cabeza de Silas, creando una barrera intimidante. El filo de su espada descansa peligrosamente cerca del cuello de Silas.

—¿Crees que tienes lo necesario para terminar lo que has empezado? —se ríe Silas, su voz llena de burla mientras sus compañeros observan en silencio—. No tienes lo necesario para acabar con nosotros.

Los miembros de la pandilla observan en shock. Los comentarios burlones se detienen, y el miedo se apodera de sus rostros.

—¿Qué está pasando? —pregunta uno de ellos, la sorpresa evidente en su voz— ¿Cómo ha podido hacer eso?

—Esto no estaba en el plan.

Manon está aterrorizada, sus ojos llenos de lágrimas contenidas. Sabe que, en parte, Silas tiene razón. Con un movimiento tembloroso pero decidido, hunde la espada en el abdomen de Silas, sorprendiendo a todos los presentes. El grito de dolor de Silas resuena, y un silencio asombrado envuelve la escena.

Manon | DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora