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La noche en la Isla de los Perdidos era fría y opresiva, con una densa bruma envolviendo el paisaje. Marcel guiaba al grupo por el sinuoso camino hacia la cueva de Hades, mientras Harry llevaba a Manon en brazos, su expresión endurecida por la preocupación. Cada paso que daba era un recordatorio del peso que llevaba, no solo físico, sino también emocional. Gil y Mira seguían de cerca, ambos con expresiones de preocupación, aunque ninguno sentía la misma intensidad que Harry, quien no apartaba los ojos de Manon ni un segundo.

-Ya casi estamos -dijo Marcel, aunque su tono carecía de consuelo. Sabía que la situación era grave, y aunque no lo demostraba abiertamente, una parte de él también estaba preocupada por Manon.

Al llegar a la entrada de la cueva, Marcel se detuvo y miró a Harry. Este, sin esperar más, entró de inmediato con Manon, seguido por los demás. El interior de la cueva estaba iluminado por un resplandor azul, las brasas de Hades, que daban al lugar un aspecto etéreo y ominoso.

Hades estaba allí, sentado en su trono de piedra. Su rostro mostró una mezcla de sorpresa y preocupación al ver a Manon en ese estado, llevada en brazos por Harry. Se levantó de inmediato, y aunque trató de mantener su fachada de frialdad, sus ojos reflejaban una profunda preocupación.

-¿Qué le ha pasado? -preguntó Hades, su voz grave reverberando en la cueva.

Harry, con un tono que mezclaba urgencia y desesperación, respondió mientras colocaba a Manon suavemente sobre una losa de piedra-. Es su magia. Algo la está matando desde dentro. No sabíamos a dónde más ir, así que la trajimos aquí, esperando que tú pudieras hacer algo.

Hades frunció el ceño y se acercó a Manon, su mirada recorriéndola con atención. Sabía que no podía usar sus poderes en la isla, pero había una conexión más allá de lo físico que sentía con su hija, y en ese momento, no le importaba mostrarse preocupado.

-Mi magia no tiene poder aquí -dijo Hades con frustración, sus ojos azules brillando con una furia contenida-. Pero hay algo que podría ayudar, aunque no lo había considerado antes...

Se giró y caminó hacia una pared de la cueva, donde colgaba un collar con un orbe azul brillante, un vestigio de su antigua vida como dios. Lo tomó en sus manos, su mirada volviéndose más suave al recordar lo que había significado ese amuleto.

-Este collar... -comenzó Hades, volviendo hacia Manon con una expresión más seria-. Era mío, de cuando aún tenía mis poderes. Tiene magia buena, pura. Aquí, en la isla, su poder está limitado, pero aún conserva algo de su esencia. Tal vez pueda aliviar su dolor, aunque solo sea temporalmente.

Hades se acercó a Manon, quien estaba medio consciente, y con delicadeza le colocó el collar alrededor del cuello. El orbe azul brilló con una luz suave, y Manon dejó escapar un suspiro, su respiración tornándose un poco más estable.

Harry observó cada pequeño cambio en Manon, su corazón latiendo con fuerza mientras la veía relajarse ligeramente. El alivio en su rostro era palpable, aunque sabía que esto solo era un respiro, no una solución.

-¿Funcionará? -preguntó Mira, con la voz temblorosa por la preocupación.

Hades asintió lentamente, aunque su expresión era sombría.

-Esto solo le dará tiempo. El daño sigue ahí, y la única forma de salvarla es sacarla de esta maldita isla -dijo Hades, su voz cargada de desesperanza y frustración-. Aquí, su magia está atrapada, y la isla la consume. Afuera, su poder podrá fluir libremente y dejará de lastimarla.

La tensión en la cueva era palpable. Harry apretó los dientes, sabiendo lo que significaba intentar escapar de la isla. Era una misión casi imposible, pero mirando a Manon, en ese momento nada más importaba.

Manon | DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora