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Llegó junio y las semanas transcurrieron llenas de emoción y expectativas. La tensión entre Leah y yo se fue desvaneciendo a medida que pasaba el tiempo, y un día en el que salí a surfear, me encontró con mi hermana y ambas tuvimos una larga conversación en la que nos disculpamos por habernos hecho daño e hicimos las paces. Más tarde aquel día, también me disculpé con mi madre, quien aceptó mis excusas. Odiaba estar enfadada con alguien, lo odiaba aún más si era de mi familia.

Pero bueno, dejando eso guardado en el pasado, nos encontrábamos todos buscando dónde teníamos que ir, no era plan perder el avión y que nuestras maletas se fueran a Alemania solitas.

-Alexander, ahí pone Paris, no Múnich.- dijo mi madre gritando a mi padre.

Éramos un cuadro. Mi padre con sus gafas mal puestas, mi madre gritando por el aeropuerto, Leah quejándose de que se estaba muriendo de calor, Pandora temiendo de que nuestras maletas se fueran a Alemania y nosotros siguiéramos en Grecia, y yo... que bueno me limitaba a sonarme la nariz de vez en cuando, podríamos decir que estaba un poquitín resfriada y que nadie me pregunte el por qué.

Después de tanto jaleo por fin ya estábamos sentados en nuestros respectivos asientos, yo en el lado de la ventana, y por nada del mundo yo estaba ahí porque había amenazado a mis hermanas en cortarles el pelo mientras dormían. Ellas sabían que cuando yo decía algo lo haría.

Nuestros padres estaban en los asientos de delante nuestro, así que a la mínima que hiciéramos algo de ruido ya nos estarían riñendo.




Después de tres horas de vuelo, en las que la pasé durmiendo llegamos a nuestro destino, Alemania y sinceramente, me lo esperaba mejor. El clima era más frío que en Skópelos, lo que equivalía a un punto negativo.

Fuimos dónde estaban las maletas, y yo no encontraba la mía amarilla.

-Mama, no encuentro mi maleta- dije con voz nasal debido a mi resfriado.

-La tengo yo- escuché que Pandora decía, me giré y efectivamente, ella estaba con su maleta roja y la mía.

-Gracias- dije agarrando mi maleta mientras me esnifaba los mocos.

𝙍𝙀𝘿 | 𝙍𝙤𝙗𝙞𝙣 𝙇𝙚 𝙉𝙤𝙧𝙢𝙖𝙣𝙙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora