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Ella, una biologa marina, risueña y alegre, fanática de todos los deportes, en especial el ballet.
Él, jugador profesio...
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Me había pasado los días siguientes disfrutando de lo que Alemania tenía para ofrecer. En mi tiempo libre; es decir, siempre, había ido con mis hermanas y madre al Castillo de Heidelberg, que era impresionante. También había probado algunos de los platos típicos de la región, como el bratwurst y la sauerkraut, que sinceramente no me gustaban nada. Siempre le iba a ser fiel al gyro, un plato típico de Grecia.
A parte, me había dado una vuelta por el centro de la ciudad y había aprovechado para hacer algunas compras (ropa, llaveros e imanes porque sí, era la fan número uno de los llaveros y los imanes). Además, habíamos ido a otros partidos, como el de Georgia-Portugal.
Pero en esos instantes me encontraba arreglándome lo más rápido que podía. Dentro de unos treinta minutos nos íbamos a cenar a un restaurante con mis hermanas. Y mis padres estaban en una cena romántica. En fin, no hay nada como el amor.
Todos estaban listos, menos yo, que hacía apenas unos veinte minutos que me había levantado de mi siesta post comida, una siesta que no solía hacer a no ser que tuviera mucho sueño.
Llevaba un vestido amarillo puesto, de tirantes, largo y con la espada al descubierto, la tela era satinada, pero era airoso y muy suave.
Como era habitual, me dejé el pelo al aire libre, lo que hacía que lo tuviera medio rizado, que así era mi pelo al natural. Esta vez me limité a poner un poco de rímel y un cacao con un color rosado.
Me puse unas sandalias, las romanas, y cogí un bolsito con mi móvil y pocas cosas más y salí de la habitación. Pasé el pasillo corriendo y bajé las escaleras a velocidad supersónica, mi plan era volverme healthy.
Me las encontré a las dos mirando el móvil, en los sofás de recepción. Leah con un vestidito rosa un tanto brillante y Pandora iba con unos pantalones de lino blanco y un top palabra de honor azul.
-Ya estoy- hablé haciéndome notar. Ambas abandonaron la mirada de sus móviles y sonrieron levemente.
-Por fin te dignas a aparecer- dijo mi gemela levantándose del sofá, y Leah la imitó.
Sonreí un poco y puse los ojos en blanco.
-¿Vamos?- preguntó Leah con cierta inquietud.
Todo empieza hace un día, en el parido de Georgia contra Portugal. Ahí Leah conoció un chico portugués. Se podría decir que a ella le daba un poco igual que tuviera novio, en fin, ella es así. En resumen: que hoy había quedado con él y ya de paso cenaremos los cuatro. No era una idea que me apasionara... pero podría ser peor.