4. "Un chico distinto"

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Arreando las ovejas que necesitaban ser trasquiladas hasta el corral cerca del granero, Naruto rodó los ojos al pasar por el porche de la casa. Su abuelo, sentado en una mecedora con su bastón entre las manos, hacía una mueca de inconformidad.

—¿Qué? —preguntó, ya fastidiado. Aunque sabía cuál era su malestar.

—Debiste aceptar la ayuda que te ofreció Madara. Te apoyé porque no me gusta contradecirte delante de ajenos, pero ese niño, Sasuke... Estoy seguro que no sabe diferenciar un bombón de una mierda de cabra —su nieto soltó una carcajada extruendosa y luego negó con la cabeza.

—Puedo arreglármelas solo, lo invité porque se veía aburrido —justificó Naruto, después chasqueando la lengua para apurar a las ovejas—. ¿Por qué no te pones a cocinar? Tendremos hambre al terminar.

—A ver si al señorito le gusta mi comida —balbuceó inconforme y con un gruñido al poner se pie.

—Eso es poco probable —murmuró su nieto para sí mismo y entonces miró hacia la entrada de su granja, donde a lo lejos podía verse una silueta acercarse.

Naruto levantó una ceja al ver llegar a Sasuke, muy sudado y agitado. Había caminado todo el trayecto, y con esos incómodos zapatos que ahora estaban llenos de tierra. Tuvo que hacer acopio de todo su esfuerzo, consiguiendo evitar reír en su cara, en lugar de eso levantó su brazo para que lo divisara y se acercara hasta donde estaba.

—Salí temprano, pero... No pensé que quedara tan lejos —¿Era un pañuelo de seda lo que estaba sacando de su saco?

—Se supone que vendrías a caballo, ¿sabes? —señaló el rubio con diversión y después de que la última oveja entró, le indicó que lo siguiera hasta la casa.

No era un mal lugar, pero definitivamente se podía observar que solo vivían un par de hombres en él. Estaba bastante desordenado y más aún la habitación de Naruto. El cuarto grande en el segundo piso, parecía más un desván de tantos objetos que tenía amontonados. Allí, dentro de un hondo baúl, Naruto sacó una muda de ropa y la arrojó prácticamente a su manos.

—Ponte eso, si no quieres arruinar completamente tu traje —advirtió—. Te espero abajo, buscaré unas botas.

—Esto huele a guardado —dijo Sasuke con desagrado evidente.

—Porque lo estaba —Naruto le quitó importancia al hecho con un gesto y salió por la puerta— Es gracioso. ¿A qué se supone que huela? —lo escuchó Sasuke murmurar mientras se alejaba.

Suspiró ya solo y observó la muda, un poco más pequeña que la talla que seguramente usaba el rubio. Quizás por eso estaba en un baúl. Cerró la habitación y poco a poco se despojó de su ropa, quedando en calzones y doblando perfectamente esta sobre la cama destendida. Luego se colocó la camisa blanca y sobre ella unos pantalones azules, largos solamente hasta por debajo de la rodilla, con unos tirantes que ajustó para que no se cayeran.

Como había dicho, Naruto lo esperó con unas botas usadas que para su suerte estaban limpias y le quedaban bastante bien. Luego fueron al granero donde las ovejas esperaban pacientes. Sobre una mesa habían un par de grandes tijeras de hierro y el rubio le indicó que buscara unos sacos de tela dentro de unos barriles en una esquina. Sasuke tardó en encontrarlos, ya que habían un montón de ellos en el enorme lugar, que era también tan alto que poseía una escalera por donde se accedía a un segundo nivel. Bolsas de granos y semillas, heno, herramientas de granja... Y sobre todo, más organizado que la casa de la que acababa de salir.

—Aquí están... ¿En qué te ayudo ahora? —preguntó solícito. Esa mañana, para su sorpresa, se había despertado con nuevos bríos.

—Pensé que sería más difícil levantarte el ánimo, pero parece que te gusta el trabajo —admitió Naruto en voz baja, mientras arriaba a la primera oveja y la ponía sobre su espalda. Sasuke no contestó a pesar de que después de hablar lo buscó con la vista, así que solo soltó una risita y le indicó que le alcanzara una tijera grande—. Aguanta sus patas...

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Las gotas de sudor le caían por sus brazos, empapando la camisa, y de vez en cuando tenía que escupir a un lado para quitarse las pelusas de lana de la boca. Ya el sol había pasado su punto más alto y además del calor, el cansancio y la suciedad, Sasuke tenía un hambre terrible. Naruto, en cambio, no parecía fatigado en lo más mínimo, considerando que él fué quien trasquiló a todas las ovejas, incluso a aquella berrinchuda que cagó en las botas que le había prestado, provocando una carcajada burlona del rubio y su maldición entre dientes.

—¿Es todo? —inquirió con esperanza, sin importarle escucharse desesperado.

—Sí... Guardemos la lana en los sacos —ordenó por último.

Cuando salieron del granero después de limpiar todo y Sasuke sintió la brisa fresca en la cara, no se midió en soltar un suspiro de alivio. Detrás de él salió Naruto, dándole dos palmadas en las espalda como única felicitación.

Otras vez lo siguió, pero ahora hasta un abrevadero donde el rubio movió unas tres veces la palanca de la bomba de agua, haciendo salir un torrente por la tubería desde el pozo bajo la tierra. Sasuke no perdió tiempo en lavar su cara, el cuello y hasta se empapó el cabello metiendo la cabeza debajo del chorro. Cuando sacudió el cabello al incorporase, Naruto lo empujó de forma juguetona para lavarse él, pero el agua dejó de salir.

—¿Qué esperas? —preguntó impaciente y Sasuke corrió a bajar la palanca, imitando lo que le había visto hacer— ¡Fría! —gritó.

Lavó su rostro y luego su cabeza, pero no quedando conforme, Naruto se desfajó la camisa y la sacó por encima, inclinándose más entonces para que el agua cayera en su nuca, hacia abajo. Sasuke se quedó quieto, muy quieto. Sus ojos por instinto iban hacia la musculosa y bronceada espalda, tan distinta a la de los chicos que conocía... Era ancha y varonil, producto de una vida de trabajo duro. Tragó saliva y bajó su mirada al suelo mojado cuando Naruto lo descubrió y se incorporó empapado.

—Me estaré sacando pelusas hasta el otoño —bromeó y luego se acercó a él al notar que no se movía—. Oye...

—¡¿Qué?! —la pregunta áspera hizo que el rubio lo mirara intrigado. Sasuke se arrepintió al instante del tono que había usado sin querer. Nadie lo estaba agrediendo esta vez—. Perdón... Yo...

—Tienes hambre, ¿eh? —preguntó Naruto con una risita— Eres igual que mi abuelo, se pone de mal humor cuando no ha comido.

No lo había tomado mal, no notó lo extraño, lo sucio de su pensamiento. Él era... inocente, muy inocente. A pesar llevarle dos años, Naruto no parecía darse cuenta de que Sasuke no era igual que los demás. Esa actitud rara que le señalaba su familia y los que fueron sus amigos antes de quedar expuesto, parecía ser completamente invisible a sus ojos.

Nacimos enfermosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora