El gran balcón de la casona de Madara, era perfecto para leer. Sasuke, buscando tranquilidad y soledad, aprovechó las últimas luces de la tarde para terminar un libro, sentado cómodamente en un sillón mullido. Izumi estaba más ajetreada que de costumbre y también la señora que la ayudaba, pero él no quizo preguntar a qué se debía alboroto.
Cuando leía la última página, de casualidad levantó la vista hacia la vereda y vió el coche que se acercaba. Era Naruto, guiando al caballo por las riendas y junto a él, aquel señor anciano que siempre lo acompañaba a la iglesia. No habían tenido ningún tipo de contacto desde la última conversación, y ya el rubio ni siquiera le sonreía cuando llegaba en las mañanas a traer la leche. Se lo merecía, supuso. Sabía perfectamente cuan antipático podía llegar a ser, pero eso no evitaba que se sintiera arrepentido.
Observó como asistía al mayor para bajar con cuidado y después como le ayudaba a arreglar el cuello de su saco y enderezaba el sombrero en su cabeza. Era un buena persona... pero ya Sasuke no confiaba en apariencias. Sin embargo, cuando Naruto alzó la vista y lo notó en el balcón, la manera en la que simplemente lo ignoró y siguió adelante, lo hizo tragar en seco y ponerse ansioso.
Entró a la casa, dejó el libro sobre su cama y colocándose un saco bajó las escaleras hasta el recibidor, donde ya estaba su tío saludando de mano al anciano.
—Naruto me informó que tenías a un sobrino de visita —dijo el señor, entonces observándolo de arriba abajo y haciéndolo descender el último escalón y acercarse.
—Le hago un favor a mi hermano —fué la respuesta de su tío. Sasuke solo se atrevió a saludar con un asentimiento— Pasemos a mi despacho mientras terminan la cena —invitó.
Cuando ambos se fueron, Sasuke se dió cuenta de que no se había quedado solo en la sala. ¿Qué decirle? No era bueno en empezar conversación y por la expresión de Naruto, este no tenía el mínimo interés en hacerlo.
—¿A qué se debe la visita? —la pregunta salió de sus labios más áspera de lo que deseaba.
—Es el aniversario de la muerte de mi padre —Sasuke esperó todo menos eso—. El señor Uchiha fué compañero de él y de mi abuelo en la guerra. Estuvo ahí cuando sucedió... y siempre en esta fecha insiste en invitarnos a cenar.
—Lo lamento... —el rubio pareció notar el cambio en su tono por uno más suave y sentido, porque se volteó completamente hacia él y relajó su postura un poco.
—Gracias. Fué hace mucho, yo no lo conocí, pero siempre me están diciendo que tenemos un gran parecido.
—Dicen lo mismo de mi madre y yo —respondió casual, internamente sorprendido de haber revelado ese dato. Era fácil conversar con él cuando había bajado sus barreras. Muy fácil—. No vino tu madre— observó.
—Solo somos mi abuelo y yo —Sasuke levantó las cejas con una expresión dolorosa, pero antes de que hablara, Naruto sonrió un poco—. Ya sé, lo sientes. Estoy acostumbrado a esa reacción.
—Debió ser duro para tí —sí, era fácil hablar con él, porque detrás del color azul de sus ojos, Sasuke se percató de que estaba la misma marca de la tristeza que en los suyos. Reconoce la soledad, por eso se acercaba e intentaba ser amable. Pero a su lado, los problemas que tenía parecían insignificantes.
No, no lo eran. Ser traicionado, acusado, señalado, ofendido, culpado, atacado... Su garganta se cerró y otra vez esa autocompasión lo hizo maldecir su propia existencia. Y Naruto estaba ahí, mirándolo en silencio.
—Es raro que alguien como tú venga por estos lares —observó—. ¿Estás de vacaciones?
—No, yo...
—Está bien si no me quieres decir —lo interrumpió al ver que se demoraba demasiado en hablar—. No quiero parecer impertinente —con una risita relajó el ambiente entre ambos justo antes de que Izumi entrara a la sala y avisara que la cena estaba lista, después de saludar a Naruto.
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Madara se sentó a la cabeza de la mesa e Izumi a su lado, en el otro extremo estaba el abuelo de Naruto y justo frente a él, se encontraba el rubio, comiendo en silencio mientras los mayores conversaban sin casi hacerle caso a la cena.
—Tu nieto es un hombre de provecho. Minato estaría orgulloso de él —esas palabras de la boca de su tío, fueron las más amables que Sasuke escuchó de él alguna vez.
—Sí, lo estaría —el anciano empinó su vaso de whisky y luego lo rellenó con confianza— Pero se perdió de todo su crecimiento por jugar al héroe —Sasuke buscó con la vista a Naruto cuando escuchó eso, pero el rubio seguía en silencio, atendiendo su plato.
—Siempre fué muy altruista.
—Tonto, más bien —las palabras se sintieron rotas. El anciano levantó el vaso para brindar—. Por mi tonto hijo, que dejó solo a su criatura y mató a su esposa de dolor —brindó.
—Abuelo, creo que ya has bebido demasiado —dijo Naruto, siendo su única reacción alejar la botella del viejo y sonreírle a Madara e Izumi a manera de disculpas.
—Déjalo que se desahogue —dijo el señor Uchiha— Hay buenos hombres que son malos padres. Algunos por no estar presentes y otros por no saber criar como es debido —Sasuke no necesitó oir su nombre para saber que la crítica estaba dirigida a él—. Por eso al mío le espera una mano dura. No dejaré mis tierras a manos de un incapaz.
—Podría ser una niña —señaló Izumi.
—No me arruines la noche, mujer —reclamó Madara, aumentando la tensión en la mesa.
—Se está sintiendo el cambio de estación, ¿no es cierto? —comentó Naruto, tratando evidentemente de cambiar el tema— ¿Me recomendaría ya trasquilar las ovejas? —Madara se rascó la barbilla.
—Sí, creo que es mejor ahora que esperar hasta que el calor las fatigue.
—Me espera un arduo trabajo —suspiró una sonrisa—. Abuelo ya no tiene fuerza para asistirme.
—Porque no me dejas hacer nada —reclamó el anciano y el joven soltó una risita.
—Necesitaré ayuda —confezó y miró a Sasuke—. Tal vez su sobrino quiera aprender.
—Él no sabe nada de eso —espetó con desagrado— Estorbará más de lo que te será útil —advirtió.
—Algo es mejor que nada —respondió Naruto.
—Te enviaré uno de mis hombres... —comenzó a decir el señor Uchiha.
—Iré —Madara miró a Sasuke con el ceño fruncido—. No tengo nada mejor que hacer de toda formas. Ya terminé todos los libros de esta casa.
—Déjalo que vaya —pidió el abuelo—. Estos niños de ciudad necesitan trabajo forzado para saber lo que es la vida. Naruto puede enseñarle un par de cosas.
El asentimiento de su tío provocó que relajara sus manos debajo de la mesa. Ni siquiera sabía que estaban en puño hasta ese momento. Podía sentir aún la advertencia en su mirada, como si le dijera sin palabras que no manchara con sus defectos al hijo de su preciado amigo fallecido. Casi se arrepintió de insistir, y cuando estaban despidiéndose en la entrada estuvo a punto de informar su cambio de parecer, pero el apretón firme que le dió Naruto a su mano lo hizo callar. Era un ofrecimiento de amistad. Sasuke lo supo porque notó otra vez esa beta de tristeza que supo disimular demasiado bien en la cena. Su igual y al mismo tiempo no.
El chico perfecto sin padres, y los padres perfectos con un hijo de mierda.