Cap. 32

68 1 0
                                    

—Sí: si aún quieres, estaré encantada de ser la señora Aguilar. 

—Allisson Mia Coronado—hinca la pierna mala en el suelo y me asusto, porquecreo que se va a caer, pero me hace un gesto que me indica que está bien—,¿quieres casarte conmigo? No quiero perder más el tiempo... 

Me dejo caer de rodillas frente a él y le acaricio las mejillas con ambasmanos. 

—Sí, quiero casarme con el amor de mi vida. —Nos besamos y nosabrazamos, y se vuelven a oír los golpes; esta vez son tan fuertes que hastame cabreo—. ¡Joder! Se va a enterar quien quiera que sea. 

Me dice algo, pero no lo escucho. Salgo hacia el salón a toda prisa antesde que vuelvan a irse y abro con mala leche, quedándome muda cuandooigo: 

—¡¿Aún estás así?! —Mi madre resopla y se gira para mirar a Zoé, queintenta disimular la risa. 

Me miro de arriba abajo, voy en camiseta y bragas, y de repente, detrásde mí, vestido solamente con unos bóxers, aparece Luigi... y lo sé no porquelo oiga, sino porque las deja de piedra y boquiabiertas, tanto que me giropara saber qué es lo que miran. 

—¿Qué hacéis aquí? 

Me dirijo a ellas, que por fin dejan de escanearlo y me miran a mí concara extraña. 

—¿¡Aún no se lo has dicho?! —Creo que no he dormido lo suficiente,porque estoy muy espesa; demasiado, a decir verdad—. No me lo puedocreer... Vale que quieras sorprenderla en algo que... he aceptado no sé ni porqué, francamente. —Miro a Luigi y veo en él una expresión decircunstancias ante las duras palabras de mi madre—. Te lo advertí, haycosas por las que no paso y ésta es una de ellas. 

—Mamá, pero ¿de qué estás hablando? 

—O se lo dices tú o lo hago yo. —Lo señala con el dedo y Zoé se sientaen el taburete de la isla, disfrutando de la escena, que le está pareciendo lamar de divertida. 

—¿Me quiere decir alguien qué ocurre? —Me estoy empezando amosquear de verdad y me cruzo de brazos para que se den cuenta de ello. 

—Última oportunidad —lo amenaza, y alucino al ver cómo le habla mimadre. 

—Allisson, cuando antes te he dicho que no quería perder más el tiemposignificaba que quiero que seas mi mujer ya. 

—Ya, ¿es ya? —Abro los ojos como platos, mirándolo fijamente paraintentar comprender lo que me está diciendo. 

—Ya... es hoy. 

—¡¿Perdona?! —Casi me ahogo con el grito que acabo de pegar. 

—Pues eso, que hayas pasado la noche de antes con ella me pareceinapropiado, pero lo acepto porque sois chicos modernos, pero no voy aconsentir que veas más a la novia antes del enlace, porque... —se detiene,frustrada—... ¡da mala suerte! —Eleva mucho más el tono de voz en laúltima frase—. Vístete y vete. 

—Pero ¿cómo se va a ir? —Miro a mi madre, sin dar crédito—. Metendrá que explicar cómo narices nos vamos a casar así de sopetón, sin más. 

—Tú sólo déjate llevar —me responde, risueño, y mi madre lo agarra delbrazo como si fuera un niño pequeño para que se vaya a la habitación avestirse, aunque seguro que, si tuviera las dos piernas intactas, lo echaría aempujones, y no la culpo, no se merece otra cosa. 

—A ver, que me estoy poniendo nerviosa. Luigi, ¿cómo pretendes haceruna boda de un día para otro? 

—Lo tiene todo listo, de eso ya me he encargado. 

Mi madre le cierra la puerta y yo la miro aún más sorprendida por lo queme acaba de decir. 

—¿Desde cuándo lo sabes? 

Luigi no tiene limites...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora