Cap. 14

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Con mucha rabia, marco su número de teléfono y hago lo que tendría quehaber hecho hace muchas horas. 

—Empezaré mañana por la tarde; es más, toda esta semana iré por lastardes. 

—No, Allisson. Eso no fue lo que acordamos. 

—Charlotte, no juegues más conmigo, por favor. —Mi tono es altivo—.Me comprometí por contrato a formar a los empleados de la empresa y lovoy a cumplir. 

—Ni se te ocurra pensar que vas a venir esta semana, dar un intensivo yluego se acabó, mi personal necesitará tiempo. Tú sabes que, deprisa ycorriendo, los resultados no son los óptimos. 

—Te aseguro que con una semana será suficiente —insisto. 

—Acordamos los miércoles, a la una del mediodía. 

—Tengo todas las tardes libres. Es preferible que las sesiones seanseguidas, está demostrado que son más efectivas. —En parte es cierto, aligual que estoy haciendo con Tony, hacer semanas intensivas es la opciónmás aconsejable para que el personal aprenda—. Si necesitas confirmar loque te estoy diciendo, pregunta a Tony & Mike; ahora mismo estoyimpartiendo formación allí de esta forma, porque ya lo hemos hecho variasveces de este modo y los resultados son los mejores que hemos obtenido. 

—Me parece fantástico, pero yo sólo quiero que vengas los miércoles. 

—Hasta el miércoles, entonces. 

Cuelgo la llamada, despertando en mí una sensación de asesina en serieque apenas puedo controlar. Doy varios tragos de vino e intento relajarme,pero no puedo. Charlotte es la peor persona que me he encontrado en lavida. Es manipuladora a más no poder y yo he sido tan idiota de dejarmeembaucar por ella. 

Vuelvo a mirar la pantalla, que sólo indica la hora, y decido llamar a miamiga. Tengo que hacerle caso a Sawyer y comenzar de cero. Si quiere serparte de mi vida, deberá buscarme. 

—Hola. —Mi voz no suena nada alegre y, la verdad, no me apetecedisimular con ella—. Necesito un favor. 

—¿Qué ocurre? ¿Estás bien? 

—He estado mejor, para qué engañarnos. 

Muevo el cuello, intentando estirar las cervicales; me duelen muchísimo. 

—¿En qué puedo ayudarte? 

—Búscame un apartamento en Quebec, necesito irme de aquí. —Se lopido de carrerilla, porque, si lo pienso dos veces, tengo claro que me voy aechar atrás y es lo último que me conviene. 

—¿Perdona?, ¿has dicho que qué? 

Es evidente que no esperaba esta petición, ni yo misma me creo que laesté formulando. 

—Me has oído perfectamente: necesito un piso, algo rápido para irme apasar una temporada allí. 

Me froto el cuello, intentando relajar los músculos y hallar un poco deserenidad. 

—¿Tan mal está la cosa? 

—Sí, Zoé. Todo me va fatal... Luigi no quiere estar a mi lado y Lukas yLuis son felices, y me siento sola, demasiado —gimoteo. 

—Alli, no te preocupes, voy a buscarte lo que me pides... Es más... —Sepone a teclear algo, porque me llega el sonido claramente—. Hay uno justoal lado del mío que creo que está disponible; podrás pagar el alquiler, esmuy razonable, y el contrato inicial es por tres años... y, si luego tearrepientes y te vuelves a ir, lo puedes subalquilar. —Se calla unossegundos y espero pacientemente; sin duda está mirando lo que acaba decomentarme—. ¡Bingo!, lo sabía. Mañana a primera hora llamaré. Conozcoal propietario y tiene prisa, así que seguro que nos hará un buen precio. 

Luigi no tiene limites...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora