¡Atención!
Esta obra está registrada en SafeCreative y cuenta con derechos de autor. No se permiten plagios ni adaptaciones. En verdad les agradecería mucho que respetaran y no hicieran uso inadecuado de ella.
Apreté los dientes con fuerza mientras continuaba mirando por la ventana las calles que recorríamos. Empezaba a creer que nos encontrábamos dentro de un laberinto de casas que no tenía ningún final. Que tedioso lo veía. Un carraspeo emitió la tía Christina llamando mi atención. Me sonrió dulcemente y me fue inevitable no devolvérsela. Por un momento se me hizo casi imposible que ella fuera la hermana de mi padre... ¡no se parecían en nada! La observé de reojo y me encontré negando levemente la cabeza: papá no era rubio ni mucho menos tenía ojos tan expresivos. Aunque debo admitir que son hermosos. Christina sin duda es bella.
-Abby.
Parpadeé rápidamente un par de veces y volví en sí, cuando ella me llamó con su voz melodiosa.
-¿Si?
Pude notarla un poco tensa, mientras tragaba saliva, dudosa.
-Escucha... no quiero que te sientas incómoda conmigo ¿de acuerdo? –asentí en un movimiento de cabeza rápido-. Puedes sentirte en confianza –al final me dedicó otra de sus muchas sonrisas dulces. Estuve arrepentida por lo muy equivocada que estaba con lo mal que pensé sobre ella. Mierda. Suspiró de manera cansada, echándome una buena ojeada-. Cuéntame de ti, Abby. ¿Cómo era tu vida allá en San Diego? –preguntó realmente interesada.
-Mi vida siempre fue como la de cualquier chica normal –me encogí de hombros. Y era cierto, nunca me quejé en absoluto. Lo tenía todo.
"Ahora ya no" pensé.
Me faltaba mamá.
Christina pudo notar mi repentina expresión, pero se limito a hacer preguntas sobre ello.
-Me alegro –sonrió-. Y... ¿dejaste algún chico allá? –me miró de reojo con una sonrisa traviesa.
Su pregunta me tomó por sorpresa. Tanto, que me costó poder hablar.
-No... es decir ¡sí! Pero... no porque estamos lejos y...
-Tranquilízate, Abby, es solo una pregunta –dijo con una voz bastante rara. Tuve la vaga sensación que quería reírse; sin embargo, no lo mostro.
Arrugué la nariz y esperé pacientemente a que mis nervios pasaran a ser nada para seguir con la conversación.
-Si lo tengo –dije.
Ella me miró, enarcando una ceja.
-¿A qué te refieres, Abby? –preguntó.
-Tengo un novio –dije entre dientes. Abrió los ojos mientras mostraba los dientes en una grande sonrisa de sorpresa. Apuesto a que no se lo esperaba. Lo sabía.
-¿En verdad? –Asentí.- Mas adelante tendrás que contarme sobre ese chico –dijo. Tras unos segundos después, añadió-: ¡Hemos llegado! –exclamó con voz atronadora, rompiendo la quietud y haciéndome saltar.
Así sin más, fue como me giré para ver detalladamente la exagerada residencia que se encontraba frente a mis ojos. Oh. Dulce. Santa. Madre. Una monstruosidad de dos pisos que imponía ante todas las demás. Simplemente, me había quedado sin palabras, no podía describirlo; era hermosa y grande. Muy grande. Bajé del auto y pude admirarla aún mejor. Me retorcí, con nerviosismo, los dedos por segunda vez. ¿Qué encontraría ahí dentro? ¿Diez asistentes de limpieza? ¿Un mayordomo extremadamente educado? ¿Una cocinera de primera?...
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Ese chico solitario
Paranormal-¿Qué sientes tu por mi? -pregunté con una sonrisa divertida. -Absolutamente, nada -respondió él, con una mirada mordaz-. No siento nada por ti. Ni siquiera sé si me agradas. -Ya me estas mintiendo otra vez. -Lo digo enserio. No quiero que formes p...