Capítulo 5

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-Me gustan los libros porque es la forma más sencilla de vivir mil y una historias y mil y una vidas, Abby. Cuando tenía tu edad solía leer por horas –sonrió-, por eso puedo entenderte. Incluso estando embarazada lo hacía.

La mirada de mamá lograba tranquilizarme hasta llegar a un punto en el que me dormía. Y esa era otra noche más en la que me hacia presa de la oscuridad, temiéndole a un punto exagerado. Mi madre acariciaba con lentitud mi cabello mientras me contaba sobre su adolescencia y los libros que le gustaba leer. Yo la mirada embelesada, demasiado adentrada en el tema. Tal vez sonaba exagerada, pero me resultaba estimulante tenerla junto a mí. Sus ojos esmeraldas reflejaban inocencia, tranquilidad y... otra cosa que no lograba descifrar muy bien. Me incorporé mejor para acercarme a ella y besar su mejilla.

-Te amo, mamá.

Ella sonrió dulcemente.

-Yo... -comenzó, pero su frase se cortó cuando con una brusquedad violenta se dobló por la mitad y cayó de rodillas al suelo. No comprendía lo que estaba sucediendo. Me arrodillé a su lado dispuesta a ayudarla pero mis músculos pesaban como si cargara una gran piedra conmigo. Mi madre escondía su mirada entre la manta de cabello que caía a los lados de su rostro, y comprendí que no quería que la mirara. No sabía cómo sobre llevar la situación. La rodeé con mi brazo dispuesta a levantarnos a ambas, sin embargo, no pude... ¿Dónde estaba papá? ¿Por qué no venía a ayudarnos? Otra sacudida por parte de mamá me hizo sobresaltar, asustada. Dios mío, ¿Qué estaba sucediendo? Mi madre me miró con preocupación y como si no pudiera evitarlo mas, rompió a llorar con sollozos que me rompieron el alma en miles de pedacitos. Quise gritar y no pude. Ni siquiera podía emitir una sola palabra. Me encontraba muda. La sentí temblar y mi preocupación aumentó. Me quedé perpleja.

-Mamá.

Volvió a doblarse por la mitad, emitiendo pequeños gritos. Sufría. Sufría y yo no sabía qué hacer. De pronto, comenzó a alejarse de mí.

-¡Mamá! –grité con desesperación. La imagen de mi madre sufriendo fue haciéndose cada vez más negra...

Me desperté con un gritito, abrí los ojos de golpe y me encontré mirando las sombras. Una espesa oscuridad me rodeaba. En medio de mi pánico, capté que las luces se encontraban apagadas, ni siquiera la lámpara que descansaba a mi lado estaba encendida. Odiaba dormir en completa oscuridad. Fui hasta la puerta y me asomé al pasillo; por suerte no había despertado a mi padre. No tenía los suficientes ánimos para contarle sobre mi sueño. Y sobre todo si se trababa de mamá. Presioné el interruptor mientras toda la habitación se iluminaba de luz, solo así logré sentirme mejor. Me senté a la orilla de la cama con un suspiro de cansancio. ¿Qué ha sido eso? Desde que mamá había muerto nunca tuve ese tipo de sueños. Era indescifrable describir la manera en la que vi a mi madre en ese sueño. Mi respiración fue regulándose mientras lograba tranquilizarme. Las imágenes comenzaban a llenarme la cabeza y me estremecí al recordar. Habían despertado algo que no quería, algo que...

De repente, mis pensamientos se vieron interrumpidos por un golpe, seguido de otro. Fruncí el ceño, para mí misma y me levanté, observando a mí alrededor.

-¿Qué...? ¿De dónde vienen? –murmuré, recorriendo sigilosamente la habitación.

Entonces volvió a escucharse, me di vuelta con rapidez para mirar fijamente la pared vacía frente a mi cama. Me acerqué para pegar mi oído a ella y escuchar lo que se encontraba al otro lado.

Nada.

Arrugué la nariz.

-Estoy...

Dejé a mitad la frase cuando me alejé sobresaltada. No estaba loca. No cuando había escuchado con más claridad otro golpe a la pared de la casa de al lado. El corazón se me aceleró, sintiendo la adrenalina correr por mi cuerpo. Caminé de un lado a otro, sin saber qué hacer. Tenía miedo. Tomé mi teléfono celular y miré la hora. Por lo menos los sonidos de platos rompiéndose no los oía mas. Crucé a paso desesperado el pasillo y coloqué la mano sobre la perilla de la habitación de mi padre y abrí. La oscuridad se apoderaba de todo a su alrededor, al igual que en la mía. Sobre la cama, dormía mi padre con una respiración tranquila. Era de esperarse, los ruidos no lograban despertarlo. Su sueño era el más profundo que conocí nunca. Puse mi mano sobre su hombro, moviéndolo un poco.

Ese chico solitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora