Introducción

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Agatha, Agatha...  Me repetía el nombre una y otra vez, tratando de recordar dónde lo había escuchado antes.

A veces, antes de ponerme a escribir, solía recoger objetos al azar y colocarlos sobre el escritorio a modo de amuletos de la suerte. Entre mi repertorio habitual tenía; el tarot de mi abuela en su antigua cajita de madera, algunos péndulos que me habían regalado, un masajeador (para las cervicales ¬¬), una diosa de la fertilidad cubana, un tambor africano, una pipa de fumar y una armónica. Entre otros muchos más, pero los mencionados en particular estaban en mi rincón de lectura. Ese día, mientras murmuraba el nombre de Agatha, me di cuenta de que ninguno de esos objetos había sido comprado; todos habían sido encontrados, regalados u olvidados por terceros.

Cogí la pipa de fumar de mi padre con cariño, y me la llevé a la boca, fingiendo que fumaba mientras paseaba ojeando libros que nunca leía. De repente, me vino a la mente la imagen de Carl Gustav Jung, a menudo retratado con una pipa de fumar. Así que ese fue el objeto del día.

Frente al escritorio, pensando en Agatha y en el mundo de los sueños de Jung, recordé cómo él hablaba de arquetipos de conciencia, relacionándolos no solo con personajes, sino también con mitologías antiguas. Según Jung, los cuentos eran expresiones de cómo funcionaban los arquetipos en la mente humana. Así, las etiquetas modernas como "narcisista" o "complejo de Napoleón" aluden a patrones conductuales que simbolizan arquetipos históricos o legendarios.

Jung no fue el único en explorar estos conceptos; años después, Joseph Campbell se basó en el trabajo de Jung para desarrollar el concepto del "monomito", o "el viaje del héroe".

Para no desviarme, pensemos en los mitos como si fueran intentos de los terapeutas de la época para explicar cómo funcionaba la mente humana, utilizando "escenarios y personajes" que representaban ciertas características de la personalidad del paciente, como hacen ahora con In & Out y las emociones. En la actualidad, bandas como Twenty One Pilots también emplean este fenómeno para construir las narrativas de sus conceptos artísticos.

Esos cuentos se han transmitido a través de los tiempos en forma de mitos, y algunos de los psicoanalistas más importantes, como Jung, identificaron patrones y símbolos que yacen en el inconsciente colectivo. Del mismo modo que, un niño que no ha crecido en una familia cristiana puede reconocer a Jesús en una cruz,  los símbolos son interpretados colectivamente, aunque el individuo no sea consciente de ello.

Nuestra mente capta una información inconsciente mucho mayor que la consciente. Vivimos en ese 5-10% de la conciencia, sin darnos cuenta de la información que nos rodea.

También pienso que, si heredamos información genética de nuestros ancestros, todo su conocimiento se reinstala en nuestro inconsciente actual, como si se hiciera una partición en un disco duro. Aunque estén separados, forman una única unidad de memoria.

Algunos tienen la fortuna de conectar con esa red inconsciente y hacerla consciente, especialmente en el mundo de los sueños. Es como si esos mundos oníricos fueran representaciones pictográficas y sonoras para entender mensajes sutiles e invisibles.

Me fascinaba este concepto, ya que mi relación con el reino de los sueños era larga y estrecha. Algunos se divertían y fascinaban escuchando mis historias nocturnas. Mi obsesión por traer esos mundos de fantasía a mi realidad tangible me inicio en la meditación casi por obligación. Y ahí fue donde empecé a comprender la canalización.

Lo primero de todo. Respiraba profundamente y chequeaba mis centros. Si sentía presión en mi espalda, me concentraba en ella en lugar de evitarla. La perseguía hasta que la aceptaba y trataba de "perdonarla", invitándola a marcharse. Imaginaba una luz, como cuando te alcanza un rayo de sol tumbada en la playa. En mi imaginación, mantenía la idea el tiempo suficiente como para transformarla en sensación, y el calor ilusorio hacía remitir el dolor, algunas veces incluso por completo. Un efecto placebo autoinducido. Pero exigía tanta concentración, que a veces salía más a cuenta el ibuprofeno.

Toda mi vida me ha acompañado una alta sensibilidad emocional, y eso me conectaba profundamente con todo. Y las terribles migrañas que eso reportaba, de esas que te llevan de urgencias como último recurso. En aras de entender porque mi cabeza se sobrecargaba de ese modo, imaginaba que era porque llegaba a mi inconsciente un montón de inputs que yo no podía ni procesar.

En cambio mi cuerpo, el inconsciente hecho carne, respondía con fuertes emociones. Sentía y sentía cosas. Ya se tratara de una lástima que no era mía, o una corriente intensa de alegría. No sabía manejarlo, porque tanto sentía, como pensaba, a partes iguales. Y mi lado racional, era muy racional. Muy analítico, muy de estudiar, pensar y pensar por horas. Y por más que lo hiciera, yo no lograba entender del todo cómo era capaz de sentir esas emociones, pero después de muchos años, mi intuición era lo más certificado que yo tenía.

El reto era observar a la persona y pensar, "¿por qué está triste?", aunque estuviera riendo a carcajadas. A veces lo averiguaba, otras ni me molestaba en intentarlo. Pero a veces sentía que quería ofrecer un consejo y no sabía cómo darlo sin parecer una inmiscuida, o que iba de sabionda. Eso me desquiciaba. Tenía como una "yo" que quería amordazarme todo el tiempo, diciéndome "que no se le puede hablar así a la gente".

Así que buscaba y buscaba, "¿cómo lo digo?" "¿cómo lo cuento?" Y así la pregunta fue la solución: cuentos. Intentará lo que intentará en la vida, todo me llevaba siempre a escribir.

Decidí abrirme a personas que iban apareciendo en mi vida y por lo que fuera terminábamos hablando sobre esto, cuando les parecía bien, y a mi también, quedábamos en que le escribiría algo. No tenía porqué ser algo inmediato. Al poco de empezar, los resultados empezaron a ser muy gratificantes, tanto para la persona, como para mí. Ni cobraba ni lo hacía público.

Funcionaba de este modo; Después de que hiciera mis "autolimpiezas" energéticas y revisara mi cuerpo. Encendía el incienso y me concentraba en la persona en cuestión. Me canalizaba energéticamente en mi misma, y después me imaginaba disolviendome en la atmósfera.

Yo necesitaba poca cosa de la persona, uno, leer sus números (fecha o fechas que quisieran consultar). Yo sentía que los números me habían hablado toda la vida, así que me gustaba tenerlos en consideración fuera o no necesario. Y dos, una breve descripción del contexto de la consulta. Bueno, y su nombre. Vale, tres. Me gusta el tres.

Entonces, mientras yo estaba ahí concentrada, más tarde o más temprano ocurría; me venía una canción que escuchaba en el fondo de mi cabeza. Como cuando se te pega una melodía. Algunas veces me costaba averiguar de qué canción se trataba.  Y más considerando mi vasta enciclopedia musical. Pero una vez que la tenía, volvía al escritorio, me servía algo para beber y escuchaba la canción en repetición continua, crujía dedos y cuello, y escribía lo que surgía en mi mente, sin filtros.

Yo no adivinaba el futuro ni esas cosas. No hacía consultas de salud, ni era una chamana. Tan solo fabricaba cuentos para el alma de la persona y su libre interpretación, y parecía que ofrecían consuelo y comprensión.

He decidido que esta novela será exactamente así: los lectores serán leídos por mí, y yo podré contar mis cuentos, por fin. Un Win-Win situation. La extensión de cada cuento es impredecible, desde una simple frase hasta dos páginas, dependiendo de lo que surja, imagino. Por supuesto, los datos descriptivos y personales de los "consultantes" no serán compartidos. Si deseas participar solo tienes que escribirme a belanafreelance@gmail.com y en el asunto poner :Agatha. 

O bien, escribe en los comentarios. Obviamente me reservo el derecho a no contestar a todo, por lo menos no con un cuento, ni en este libro, si no lo considero oportuno.

Ah, y me olvidaba: el sueño de Agatha, claro. Este libro también incluirá capítulos intercalados entre las "consultas" y narrativas personales. Los títulos de las consultas se distinguirán con la letra griega phi, Φ, para diferenciar fácilmente los fragmentos personales de los cuentos. En cuanto al sueño, los detalles vendrán en los siguientes capítulos.

Y si todo esto te parece absurdo, lo siento, no me leas ahora.

Cuéntame tus 'te cuento' y te cuento un cuentoWhere stories live. Discover now