En la casa de un reality televisivo, donde cada día es una batalla de estrategia, emociones y alianzas, Lizzy Espósito Rinaldi, una joven encantadora con un corazón de oro, se une al equipo Mar. Aunque inicialmente parecía una participante más, Lizz...
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La mañana en la casa de los famosos comenzó con una mezcla de frescura y agitación. Lizzy despertó en la misma cama que Adrian, y aunque el entorno era lujoso y elegante, lo que realmente importaba era la calidez y el cariño que sentía al despertar junto a él. Adrian, siempre atento a los detalles, había decidido hacer algo especial para Lizzy. Había decidido afeitarse, sabiendo que ella prefería su rostro sin barba. Lizzy, al abrir los ojos y ver a Adrian, sintió una oleada de gratitud y amor.
—Buenos días, preciosa —dijo Adrian, inclinándose para besarla suavemente en la frente.
Lizzy, aún medio dormida, sonrió al sentir sus labios. La noche anterior había sido un torbellino de emociones y afecto, pero ahora la calma de la mañana les permitía disfrutar de su cercanía.
—Buenos días —respondió Lizzy, estirándose perezosamente mientras le acariciaba el rostro—. Me encanta tu nuevo look.
Adrian sonrió, disfrutando de la genuina felicidad que emanaba Lizzy. Aunque en el pasado había tenido relaciones superficiales, estar con Lizzy le daba una sensación de plenitud y propósito que nunca había experimentado antes.
—Lo haría una y otra vez solo para verte sonreír así —dijo Adrian, tocando su rostro con ternura—. ¿Te diste cuenta de que te ves aún más preciosa cuando sonríes?
Lizzy se ruborizó, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y gratitud.
—Gracias —murmuró—. Eres tan dulce.
El cariño entre ellos era palpable, y a pesar de las diferencias obvias en su apariencia y personalidad, había una conexión profunda y sincera que los unía.
Mientras tanto, en la habitación de al lado, Gala y Agustín despertaron en una atmósfera diferente. La noche anterior había sido apasionada, pero la intensidad había dejado a Gala con un sentimiento de vacío. A pesar de la pasión, su mente no podía dejar de pensar en Lizzy, en cómo había sido reemplazada en el corazón de Agustín.
Agustín, notando la tensión en Gala, intentó suavizar el ambiente.
—Buenos días, preciosa —dijo, pasando un brazo por encima de ella y acercándola a su cuerpo—. ¿Qué te parece si pasamos el día juntos? Podemos hacer algo divertido en la casa, o simplemente relajarnos.
Gala lo miró con una mezcla de tristeza y resignación. Sabía que su relación con Agustín era una forma de distraerse del dolor que sentía, pero también sabía que no era justo para él. Sin embargo, el alivio momentáneo que le proporcionaba estar con él era demasiado valioso para rechazarlo.
—Sí, eso suena bien —respondió Gala, su tono aún cargado de una tristeza que no podía ocultar.
Agustín, satisfecha con la respuesta, se levantó para prepararse para el día. Gala lo observó con una mezcla de sentimientos encontrados, sintiendo que esta relación era más una escapatoria que algo real. Sin embargo, al estar con Agustín, intentaba convencerse de que estaba avanzando y superando su dolor.
