Bakugou Katsuki tenía veinte años, había soñado toda su vida con ser editor de libros ya que era un lector fanático desde los cinco años. Leía libros de todos los géneros y le gustaba colaborar en investigaciones de distintas fundaciones para el material bibliográfico.
Teniendo una formación rápida y un buen ojo para juzgar libros exitosos, llegó hasta un elevado puesto en una reconocida editorial internacional.
Pero como toda editorial, el personal se volcaba en ocasiones a los libros más populares y ahora mangas que más se vendían. Por lo tanto, su jefe lo movió de sección para que fuera a colaborar al nuevo departamento de moda, el departamento de transmigracíon/reencarnación. Un departamento entretenido al inicio, después muy tedioso y cansador incluso para alguien joven como él.
A Katsuki le gustaba el género pero después de leer cien libros de lo mismo tenía deseos de quitarse los ojos y olvidarlo todo para hacer una limpieza mental. Pero aparte de eso, las novelas y mangas no eran lo mismo, las novelas tenían en cierto modo menos problemas que los mangas pero los dos tenían que ser perfeccionados antes de salir al público. Y tanto novelistas como creadores de manga tenían problemas para cumplir con los malditos plazos de entrega y la editorial no tenía tanto presupuesto como para mandarlo a Corea del Sur —sí, la mayoría de historias famosas de transmigracíon/reencarnación eran de ese lugar pero les decía mangas por costumbre— a golpearlos para que hicieran su trabajo a tiempo.
Sí, se podría decir que su carrera pasaba por un momento difícil. Estaba en el departamento que mejor pagaba pero se sentía asfixiado y hastiado. Sus padres hacia varios años habían muerto por lo mismo que él padecía, un horrible exceso de trabajo y hacia tiempo que no veía a ninguno de sus amigos por lo mismo, el maldito trabajo.
El tiempo de su última relación era aún más largo. El que todavía siguiera virgen también lo ponía deprimido.
— ¡Hey, Bakugou! —lo llamó uno de los supervisores —La oficina central dice si te puedes quedar a revisar Por la eternidad y Dulces Palabras.
— ¿Otra vez? ¡Esas dos no me corresponden! —se quejo el editor — ¡¿Por qué mierda me toca a mí hacerlo otra vez?!
—La oficina central confía en ti y eres rápido. Por la eternidad se termina mañana, no debe ser un capítulo muy largo de editar.
Bakugou tuvo deseos de agarrar la cabeza de su supervisor y estrellarla contra su computadora pero se calmó. Además, su supervisor le dijo que la oficina central le daría un bono a fin de mes por este favor. Quizás podía tomar el dinero y pedir alguna licencia para irse de vacaciones a algún lado.
De ver tantos manhwas con paisajes rurales, montañas y playas le daban ganas de tomarse un descanso en algún país europeo.
El editor se puso manos a la obra. Por la eternidad y Dulces Palabras eran dos manhwas del género romance y transmigracíon pero uno era algodón de azúcar y el otro puro ácido de limón. Por la eternidad trataba sobre una heroína que llegaba a un mundo extraño por la fuerza de un camión —todos los escritores parecían tener las mismas ideas y él empezaba a sospechar de un complot literario— que al saber cómo terminaba la historia, como toda buena protagonista, quería seguir el curso sin modificarla demasiado y fallaba en el intento de manera estrepitosa. Pero bueno, en las novelas normales el fallo era bueno, en Por la eternidad era horriblemente malo lo que le pasaba a la protagonista ya que se volvía del interés del villano y él la secuestraba para que se quedará a su lado mientras masacraba a todo el reino.
La historia era muy interesante pero el final era algo que el editor sabía rompería muchos corazones pero eso a su vez generaría más ganancias a la editorial. Nadie recordaba claramente un libro muy bueno con final feliz, la mayoría recordaba aquel libro muy bueno pero cuyo final trágico y desgarrador se les quedaba en la memoria de manera permanente por el trauma.
Él sabía que en cada lector tenía que haber algo de masoquista. Más para los que esperaban las actualizaciones de sus novelas o mangas de manera semanal, mensual y trimestral.
Por otro lado, Dulces Palabras era una historia cursi, romántica y muy dulce, dónde la protagonista conoce a su interés amoroso desde que son niños y su relación va avanzando con el tiempo de manera lenta, muy lenta, en lo que ella busca la forma de proteger a su familia de los villanos. Del tipo de historia que era difícil que a alguien no le gustará.
Bakugou no era el editor encargado de esos dos proyectos pero como era el número uno, si había casos de emergencia, se los pasaban para que puliera todos los detalles posibles antes de su emisión. Gracias a todos los cielos no tuvo tantos problemas con la edición exceptuando una o dos palabras en cada uno, además de unos detalles gráficos que dejó anotados para que mañana los viera el editor de esos proyectos.
Una vez terminó su trabajo se dió cuenta que eran la una de la madrugada. Eso explicaba bien que le doliera tanto el cuello y la cintura, aparte de los ojos por estar tanto tiempo delante de la computadora. Con un cansancio terrible se agarró sus cosas y se dispuso a irse, era el último en la oficina y los del personal de limpieza nocturno fueron los únicos de los que se despidió.
Al salir del edificio, debido al cansancio que sufría, el editor se tapó los ojos por un momento para frotarlos y sus pies se movieron por inercia para cruzar la calle. En ese momento, escucho el fuerte sonido de una bocina y bajo la mano, aunque fue en vano porque todo lo que vió fue una luz cegadora de parte de un camión que se acercaba a él a máxima velocidad.
Mierda.
Ese fue el último pensamiento del editor antes de sufrir el impacto del camion.
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El guardian del héroe y el villano [TodoBaku] [ShigaDeku]
FanfictionEn su mundo había sido un editor de novelas y mangas, uno que ya estaba harto del cliché de moda. La transmigracíon hacia mundos de fantasía, de héroes, villanos y dragones. Historias de una persona común a la cual un camión la atropella y, ¡y pum...