Un Amor de Verano. KIVI

7. La Luna

Chiara y Violeta llegaron al restaurante de sushi, un lugar acogedor con luces tenues y una atmósfera íntima que invitaba a la conversación. El restaurante era pequeño, con apenas unas cuantas mesas ocupadas, y el sonido suave de música jazz de fondo creaba un ambiente relajado. Chiara eligió este lugar deliberadamente, sabiendo que el sushi era la comida favorita de Violeta, queriendo hacer de la noche algo especial para ella.

—¿Te gusta? —preguntó Chiara con una sonrisa, mientras esperaban a que el anfitrión los guiara a su mesa.

—Me encanta.—respondió Violeta, sus ojos brillando de emoción—. Es como si hubieras leído mi mente. El sushi es mi comida favorita.

Chiara sonrió, satisfecha. —Lo sospeché.

Una vez sentadas, comenzaron a revisar el menú, aunque Violeta ya tenía en mente qué iba a pedir. Después de hacer su pedido, se acomodaron en sus sillas, listas para una noche de buena comida y conversación. Chiara decidió romper el hielo con una pregunta sencilla pero significativa.

—Entonces, Violeta, cuéntame más sobre ti. Sobre tu familia, por ejemplo.

Violeta sonrió ante la pregunta y empezó a hablar con entusiasmo. —Bueno, todos en mi familia son geniales. Mi madre, Susana, es una mujer increíble; siempre sabe cómo sacar lo mejor de cada situación. Mi padre, Juan Carlos, es el típico padre gracioso, siempre tiene un chiste listo, aunque a veces sean malos. Y luego está mi hermana pequeña, Cayetana, aunque todos la llamamos Tana. Ella es... bueno, atrevida. No tiene miedo de decir lo que piensa y siempre está haciendo algo nuevo.

Chiara escuchó atentamente, sus ojos fijos en Violeta mientras hablaba. Le encantaba la forma en que Violeta describía a su familia, con un cariño evidente en cada palabra. Sin embargo, cuando llegó el momento de que Chiara hablara sobre la suya, su expresión cambió ligeramente, y su mirada se desvió hacia el mantel de la mesa.

Antes de que pudiera responder, el camarero llegó con su pedido. Una variedad colorida de sushi fue colocada en la mesa entre ellas, rompiendo la tensión que se había comenzado a formar.

—Aquí tienen, chicas. Espero que disfruten de la comida —dijo el camarero con una sonrisa antes de retirarse.

Chiara aprovechó la oportunidad para cambiar de tema. —Mira esta presentación. Se ve deliciosa, ¿no?

Violeta, aunque había notado la reticencia de Chiara a hablar sobre su familia, decidió seguirle la corriente, por ahora. —Sí, se ve increíble. No puedo esperar para probarlo.

Las dos comenzaron a comer, el silencio que se había instalado fue rápidamente llenado por exclamaciones sobre lo deliciosa que estaba la comida. Conversaron sobre otros temas, evitando cuidadosamente el tema de la familia. Hablaron sobre sus gustos musicales, sus lugares favoritos para viajar, e incluso sobre cosas triviales como cuál era la mejor forma de preparar un café. Pero en el fondo de la mente de Violeta, la curiosidad sobre Chiara y su familia persistía.

Chiara, por su parte, trataba de mantenerse relajada y disfrutar del momento. Sabía que Violeta había notado su incomodidad, pero no estaba lista para hablar de ello. No quería que nada empañara lo que estaba siendo una tarde perfecta, así que hizo todo lo posible por mantener la conversación ligera y divertida.

A medida que la cena avanzaba, Violeta seguía sonriendo y riendo con Chiara, pero no pudo evitar sentirse un poco desconcertada. Había una barrera invisible que Chiara había levantado, y Violeta no sabía cómo atravesarla. Aun así, decidió no presionar. Si Chiara no estaba lista para hablar de su familia, lo respetaría. Después de todo, apenas se estaban conociendo.

—Gracias por traerme aquí, Chiara. —dijo Violeta suavemente, después de un rato—. Ha sido una noche realmente especial.

Chiara sonrió, aliviada de que Violeta no insistiera en el tema. —Para mí también. Me alegra que te guste este lugar.