28. De Vuelta Al Lago

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Era lunes. El sol de la mañana brillaba con suavidad a través de las cortinas cuando Chiara y Violeta se despertaron. El sonido relajante de la ciudad aún adormilada entraba por la ventana abierta. Sin prisas, se tomaron su tiempo en la cama, disfrutando de la quietud y la tranquilidad de no tener planes apresurados para el día.

Chiara, con una sonrisa perezosa, se giró para mirar a Violeta. Sin decir nada, le dio un suave beso en la frente antes de incorporarse.

—Hoy es nuestro día —dijo Chiara, desperezándose y estirando los brazos—. Nada de prisas, nada de planes. Solo nosotras.

Violeta sonrió, estirándose también.

—Suena perfecto. Aunque... ¿crees que deberíamos hacer algo? —preguntó, juguetona—. No sé, tal vez un paseo o simplemente salir a dar una vuelta por ahí.

Chiara se rió y asintió.

—Me parece bien, pero algo tranquilo. Tal vez podríamos ir al parque más tarde. Joey y Jasmine quieren ir, y podríamos acompañarlos. Así pasamos el día relajado, ¿te parece?

—Sí, me parece perfecto —dijo Violeta, sonriendo mientras se levantaba—. Pero antes... desayunemos algo rico.

Se dirigieron juntas a la cocina, disfrutando de esos pequeños momentos cotidianos. Prepararon café y tostadas con aguacate, y luego se sentaron a la mesa, charlando sobre tonterías, sobre todo lo que habían vivido en los últimos días y lo mucho que necesitaban una jornada tranquila como esa.

Después de desayunar, se vistieron y salieron a la calle bajo el suave calor del sol. Se encontraron con Joey y Jasmine, que esperaban con entusiasmo para ir al parque. Los niños corrían delante de ellos, riendo y disfrutando de la energía que solo la infancia puede proporcionar.

Violeta y Chiara caminaban detrás, tomándose de la mano, disfrutando del simple placer de estar juntas. El parque estaba lleno de familias, parejas y amigos que también habían salido a disfrutar del día. Se sentaron en una banca cerca del lago artificial del parque, mientras Joey y Jasmine correteaban alrededor, lanzando piedras al agua y jugando con otros niños.

—Esto es lo que necesitaba —dijo Violeta, apoyando la cabeza en el hombro de Chiara—. Un día así, sin estrés ni preocupaciones.

—Lo sé —respondió Chiara, acariciando suavemente el cabello de Violeta—. A veces olvidamos lo importante que es detenernos y disfrutar de estos momentos simples.

Se quedaron en silencio por un rato, observando el parque a su alrededor. De vez en cuando, Joey y Jasmine corrían hacia ellas para enseñarles algún descubrimiento emocionante o simplemente para asegurarse de que las dos seguían allí, observándolos.

Al mediodía, decidieron tomar un helado en un puesto cercano. Los cuatro se sentaron en una mesa de picnic, riendo y bromeando. Joey y Jasmine competían por ver quién podía comer más rápido sin mancharse, mientras Violeta y Chiara intercambiaban miradas cómplices, disfrutando del ambiente relajado.

—Gracias por esto —dijo Violeta, rompiendo el silencio mientras jugaba con su cucharilla—. A veces siento que todo va tan rápido, pero aquí, contigo, todo se siente en calma.

Chiara sonrió, tomando la mano de Violeta por debajo de la mesa.

—Yo también lo siento. No importa lo que pase, siempre encuentro paz cuando estoy contigo.

El día pasó con una suavidad casi poética. Después del helado, caminaron un poco más por el parque, deteniéndose en cada esquina para observar a los niños jugando o simplemente sentarse bajo la sombra de los árboles. Violeta y Chiara compartieron risas, bromas y ese tipo de silencios cómodos que solo las personas profundamente conectadas pueden compartir.

Un Amor de Verano. KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora