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6 DE MAYO, 2003

Geneva se convence a sí misma de que debe tener paciencia con su caso actual. Todos esos misterios que rodean a Theodore, escondidos y encerrados en una caja secreta, quedan relegados a un segundo plano en su mente. Si bien no puede encontrar ninguna de las pruebas que necesita para demostrar la conexión de Theodore con Crain, decide no pensarlo dos veces por ahora. Simplemente se distrae con cualquier capricho que se le ocurra, asegurándose de mantenerse alejada de la compañía de su esposo.

No debe sospechar que ella ha estado buscando algo. Eso sólo le serviría de advertencia para que destruyera cualquier prueba que pudiera serle útil, tal vez algo que pudiera escapársele de las manos. Una carta o una fotografía. Cualquier cosa.

Pero Geneva necesita ejecutar todo esto a la perfección y en el momento oportuno, siguiendo todas las pistas que pueda seguir en silencio. Esa es la única manera de tener éxito.

Y toda esta investigación la emociona. Le quita el aburrimiento, le da impulso, algo que la motiva. Algo que la distrae de todos los demás factores de su vida que la irritan en ese momento. También le genera mucha ansiedad buscar algo que pueda arruinar al hombre al que se ha dedicado desde su juventud.

Pero Draco la ha estado ayudando, proyectando sombras alrededor de la mansión, entrando y saliendo de las habitaciones donde Theodore ha pasado gran parte de su tiempo. Solo lo está haciendo para que ella no caiga en otro estado maníaco como el episodio que experimentó unos días antes.

Ahora Geneva observa a Theodore con especial atención. Si bien antes podría haber querido fingir que no existe, tratando de ignorar su presencia, ahora está obsesionada con su paradero. La sospecha tiene formas astutas de volver locos a sus consumidores con paranoia.

Ahora se encuentra en las grandes salas comunes de la mansión, aparentemente ocupada en sus asuntos. Sin embargo, mantiene la vista puesta en su lectura, o en su pintura, o en lo que sea que esté haciendo. Theodore ya no intenta hablarle tanto, tal vez por miedo a que si dice una palabra, ella pueda pedirle el divorcio de inmediato. Ella puede ver el miedo reflejado en sus rasgos cada vez que sus ojos se posan sobre ella.

Y en esta mañana de mayo particularmente fulminante, ambos se encuentran en la cocina, evitando el contacto visual y balanceándose en la pesadez de su silencio. Geneva se sienta en un taburete, inclinada sobre la superficie de la barra del desayuno, escribiendo una lista de compras para recoger cosas de Appleby.

Ella observa discretamente a Theodore, levantando la vista de su lista cada pocos segundos. Lo sigue mientras él se mueve por la cocina hacia la ventana abierta, donde su lechuza postal descansa en la pequeña grieta con una carta colgando de su pico. Ella observa con atención, observando sus expresiones cambiantes mientras rompe el sello y lo desenrolla, sus ojos escaneando rápidamente la página. Primero hay aprensión mientras prácticamente suda mientras la abre. Pero esto pronto se transforma en una mirada de alivio mezclada con decepción.

Agita la carta en alto mientras se aclara la garganta.

—Nos han invitado a la velada del vigésimo aniversario de Elaine y Richard Cameron. Dentro de dos semanas —afirma, como un robot, con voz monótona. Se acerca a la barra del desayuno y le arroja la carta delante.

Ella observa cómo se desliza hacia ella. Es un trozo de pergamino bellamente decorado, con todos los detalles escritos con una letra cursiva delicada y brillante, que deja en ridículo a todas las demás invitaciones del mundo. No esperaba menos de los Cameron.

—Creo que deberíamos irnos.—añade después de que ella tiene un momento para mirarlo.

—¿En serio?.—pregunta ella sarcásticamente, arrojándolo hacia él con un resoplido molesto.

THE TRIAL | DRACO MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora