THE TRIAL | DRACO MALFOY

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16 DE ABRIL, 2003

Cuando los primeros indicios del verano intentan abrirse camino a través del aire primaveral, Geneva se prepara para Appleby y desea aprovechar al máximo este hermoso clima.

Se sirve un vaso de agua antes de irse y deja que sus ojos se desvíen naturalmente hacia los jardines. Mirando por la ventana de la cocina, ve a Draco descansando en una tumbona, completamente vestido, exponiendo sólo el brillo pálido de sus antebrazos para absorber el calor del sol.

Ella lo ha visto en este lugar con frecuencia cuando el clima ha decidido ser agradable, pero nunca se aventura a unirse a él. Por lo general, ella simplemente observa, intrigada, mientras él parece estar abrazando la ligera brisa y sus relajantes olas.

Una calidez familiar hacia él la embarga que no había sentido en semanas antes, la otra noche.

Después de toda esa situación, realmente no han vuelto a hablar. Fue como si nunca hubiera sucedido. Volvió a apenas mirarla y casi nunca estaban juntos en la misma habitación. Pero al verlo aquí, fácilmente accesible y relajado, le regresan las ganas de hablar con él.

Este sentimiento la envía por capricho, aventurándose por las puertas traseras que conducen a él. Su presencia parece sorprenderlo, sacándolo de su estado de sueño, con los ojos muy abiertos por una fracción de segundo. Y luego la conmoción desaparece tan rápido como llegó, regresando su indiferencia.

Ella agarra su bolso de cuero a su lado y toma aire.

—Me dirijo a Appleby. ¿Te importaría unirte?.—Sus palabras se sienten tan forzadas. Lleno de tanta incomodidad. Preguntarle esto no parece normal.

Él no responde por un momento y ella pregunta brevemente si realmente lo hará. Pero él niega con la cabeza y dice.

—Estoy bien.—Tan contundente. Tan brusco y desdeñoso, como si estuviera nuevamente en tercer año y un Hufflepuff estuviera tratando de hacerle algo.

Ella simplemente lo mira fijamente mientras él está sentado allí, luciendo como un imbécil con un par de gafas de sol llamativas que cubren sus ojos. Se pregunta cómo no se está quemando profusamente bajo el sol, debido a la pura porcelana de su piel que brilla como nieve pura. No hay ni un tinte rojo a la vista. Ni siquiera el sol logra dañar a este imbécil.

—Bien.—responde Geneva, sintiéndose tonta. Avergonzado por siquiera considerar el gesto pensativo. Ella es la que debería estar molesta, no él.—Te veré más tarde entonces.

—No cuentes con ello.—escupe con dureza.

Ella se da vuelta, casi dándose un latigazo, y lo mira fijamente confundida. Se detiene durante unos segundos.

—¿Qué?.

Ella espera su respuesta, pero no hay nada. Se siente como si estuvieran en la escuela y estuviera intentando hablar con ese estudiante de sexto año cerrado y melancólico que solía ser. El que ni siquiera pestañeó en su dirección, que la veía como una persona insolente e irritante que se aferraba a su grupo de amigos.

Su repentino cambio de carácter duele, odia admitirlo. Claramente todavía guardaba rencor. La otra noche había sido sólo un lapsus momentáneo.

Ella resopla.—¿Cuál es tu problema, Malfoy?.

Ella usa su apellido deliberadamente, con la secreta esperanza de que él proteste por ello. Pero claro, no lo hace. Él simplemente se sienta ahí, soportando su presencia como si fuera alguna forma de tortura. Su pecho se retuerce en una decepción antinatural.

—No hay ningún problema.—murmura, ahora levantándose de la tumbona intentando huir de su presencia. Pero hoy se siente bastante testaruda. Ella no puede permitir que se escape tan fácilmente. No puedo permitir que él la haga sentir como una cáscara de sí misma una vez más.