En la mañana, el grupo compuesto por Kirishima, Bakugo y Uraraka caminaba por las desoladas calles, buscando tiendas que no habían visitado antes y observando los paisajes de las casas abandonadas.
—No mintieron cuando dijeron que era un pueblo fantasma —dijo Uraraka, girando sobre sí misma mientras caminaba—. Este lugar se siente bastante triste.
—¿Cómo era antes, Baku? —preguntó Kirishima, curioso.
—No era gran cosa, pero se sentía bastante bien el ambiente... Familiar, supongo —respondió Bakugo, sintiéndose incómodo al caminar por la zona. Estaban cada vez más cerca de su antigua casa, y las calles, aunque familiares, parecían tan distintas a lo que recordaba que sentía una presión en el pecho.
—¿Estás seguro de que no quieres pasar por tu casa? —El pelirrojo se adelantó unos pasos para caminar al lado del rubio—. Podríamos buscar algunas cosas viejas tuyas que aún estén allí.
Katsuki lo pensó por unos minutos. Podrían ir, y él podría buscar alguna pertenencia de su padre para llevársela a su madre. Ella estaría contenta de tener algo de él después de todo lo que pasó.
—Podemos ir, sí... —Kirishima, sorprendido, miró a Uraraka, quien solo respondió encogiéndose de hombros. Era raro ver a Katsuki cambiar de opinión tan drásticamente, pero decidieron no decirle nada y seguir caminando—. No está tan lejos.
Caminaron unos minutos más hasta llegar a la antigua casa abandonada de Katsuki. El rubio se quedó observando el lugar por unos momentos, pensando que tal vez podría encontrar algunas cosas que había dejado allí.
—¿Estás bien? —preguntó Kirishima al ver cómo su amigo se había quedado quieto detrás de él.
—Sí, sí, entremos —respondió Bakugo.
Rodearon la casa y entraron al jardín. Las puertas francesas estaban rotas, así que pudieron entrar sin problemas.
—Vaya, Bakugo, tenías una casa linda —dijo Uraraka, girando para ver los alrededores.
—Era mejor cuando no estaba tan sucia —respondió Katsuki mientras se adentraba en la cocina. Abrió una de las alacenas, cuya puerta estaba torcida y algo rota. Miró dentro y, con suerte, logró sacar una taza. Estaba rajada y muy sucia, pero más intacta de lo que esperaba. Era la antigua taza favorita de su padre; todas las mañanas preparaba su desayuno en esa taza, un regalo de su esposa en uno de sus primeros aniversarios.
Katsuki guardó la taza en su mochila y se dirigió a la escalera.
—Revisen lo que quieran, iré a mi habitación —dijo.
—Oh... Genial. ¡Yo quiero ver eso! —Kirishima, con pasos grandes, alcanzó al rubio en la escalera, y juntos caminaron por el pasillo. La puerta de la habitación estaba entreabierta, lo cual le generó cierta duda a Katsuki. Con cuidado, primero asomó la cabeza y luego abrió completamente la puerta. Tosió por el polvo acumulado y se subió el pañuelo del cuello hasta la nariz antes de entrar.
—Es bastante grande... ¿¡Eso es una batería?! —exclamó Kirishima al ver la esquina de la habitación. Se sentó en el banquillo y buscó alrededor las baquetas.
Katsuki caminó hacia su armario, lo abrió y tomó algunas prendas. Quizás algunas ya no le quedaban, pero podría llevarlas al refugio para otras personas. Intentó no llenar toda su mochila.
—¡Hola!... ¿Encontraron algo? —Uraraka apareció en el marco de la puerta. Kirishima improvisaba unas baquetas con dos lápices mientras intentaba tocar la batería.
—Nada muy interesante, solo que Kirishima es pésimo en la batería —comentó Bakugo, cerrando su mochila y poniéndola sobre su hombro.
—¡Es la primera vez que toco esto! —se quejó Kirishima mientras golpeaba el platillo—. Lástima que no podemos llevarnos esto.
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From The Ruins - BKDK
FanfictionNadie piensa que estará vivo cuando llegue el fin del mundo. "Atención, Japón y el mundo están entrando en una crisis sanitaria. Hay un virus de origen desconocido que convierte a las personas en seres violentos con tendencias caníbales. Resguárdens...