01 │under pressure

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El sonido del teclado era lo único que rompía el silencio en mi pequeño departamento de Londres

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El sonido del teclado era lo único que rompía el silencio en mi pequeño departamento de Londres. Eran las siete de la mañana, pero ya estaba trabajando hace algunas horas en la oficina improvisada que había montado en una esquina de mi monoambiente. Un espacio que apenas podía llamarse "departamento", pero que representaba todo lo que había logrado hasta ahora. Un contrato como pasante no venía con lujos al principio, y mucho menos cuando aún era estudiante. Mi sueldo era justo lo suficiente para mantenerme en este rincón de la ciudad, cercano a la base central de Williams y con una buena vista. Londres no era barata, y cada libra contaba.

A pesar de todo, amaba mi trabajo.

Desde niña, la Fórmula 1 había sido un sueño inalcanzable, algo que veía con mi padre en la televisión con admiración. Pero ahora, estaba aquí, viviendo ese sueño, aunque fuera desde las sombras, detrás de una pantalla, y tal vez no en la escudería qué hubiera deseado. Aun así, era más de lo que algún día había soñado.

Era community manager de Williams, un puesto que me había ganado a pulso después de un obtener una beca en la que había dado más de lo que tenía. Cada día trabajaba duro para no perder este trabajo, porque sabía que una oportunidad así no se presentaba dos veces.

Mi monoambiente era el reflejo de esa lucha. Una taza de café a medio tomar en la mesa, una pila de papeles desordenados, y mi laptop encendida con varias pestañas abiertas. Así empezaba otro día. La rutina de revisar las estadísticas, coordinar contenido, y mantener la imagen del equipo impecable en redes sociales.

Había una presión constante, una que nunca desaparecía, pero que también me mantenía en marcha. No podía fallar. No me lo permitía.

Llevaba dos años en este trabajo, y aunque había demostrado mis habilidades haciendo que mi puesto ya no fuera el de una simple pasante, aún sentía que cada día era una prueba. El peso de la responsabilidad seguía presionando mi pecho cada vez que me enfrentaba a una nueva tarea, a un nuevo desafío. Pero eso no se notaba. Ante el equipo, ante el mundo, yo era la que siempre tenía las respuestas, la que manejaba las redes con precisión quirúrgica y hacía que todo pareciera fácil. Lo necesitaba. Si alguna vez alguien veía a través de esa fachada... bueno, no podía permitírmelo. Había trabajado demasiado duro para llegar hasta aquí.

Terminé de escribir un correo para coordinar el contenido del fin de semana en Monza y revisé las estadísticas de las publicaciones recientes.

Todo en orden.

Tomé un sorbo de café mientras mi mente divagaba, pensando en los próximos días en el paddock. Las semanas de carrera eran las que más disfrutaba de mi trabajo y Monza siempre era un lugar especial, no solo por la historia y la pasión que se vivía en ese circuito, sino también porque significaba estar en el corazón de la Fórmula 1, y porque Italia era mi hogar, siempre era reconfortante volver a casa.

Pero, justo cuando estaba a punto de relajarme y ponerme a organizar mi propio calendario de viaje, una notificación en mi teléfono me sacudió de la rutina.

You're so golden | Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora