El día de medios estaba casi llegando a su fin, y yo seguía atrapada en un mar de tareas. La sala de prensa estaba llena de un bullicio constante, con periodistas corriendo de un lado a otro, cámaras en movimiento y pilotos respondiendo preguntas una y otra vez. Las luces brillaban con una intensidad que hacía que mis ojos ya cansados comenzaran a picar, pero no podía permitirme bajar la guardia.El fin de semana recién empezaba, y cualquier error podría tener repercusiones más grandes de las que estaba dispuesta a asumir.
Mi estación de trabajo, un pequeño escritorio improvisado cerca de la esquina de la sala, estaba repleto de papeles desordenados, un par de botellas vacías de agua y mi laptop, que parpadeaba incansablemente con nuevas notificaciones. Las redes sociales no se gestionaban solas, y hoy parecía que no había tregua. Había pasado la mayor parte del día supervisando entrevistas, coordinando publicaciones y respondiendo comentarios. Cada vez que lograba completar una tarea, surgían dos más que requerían mi atención. La adrenalina corría por mis venas, pero al mismo tiempo, el agotamiento empezaba a pesar sobre mis hombros.
Solo quería que llegara la noche para poder desconectar, aunque fuera solo por unas horas.
El sonido constante de voces mezcladas con el ruido de teclados y el zumbido de las cámaras me rodeaba, creando una especie de ruido blanco que me mantenía en un estado de alerta perpetua. La atmósfera en la sala era tensa, pero también emocionada, como si todos estuvieran esperando el momento en que finalmente pudieran relajarse después de un largo día de trabajo.
Estaba bastante cansada, y no ayudaba que la pequeña oficina improvisada que había reclamado como mi base se sintiera cada vez más claustrofóbica. Los papeles desparramados, el brillo intermitente de mi laptop y el incesante zumbido de notificaciones me hacían sentir atrapada en una rutina que no parecía tener fin.
Las entrevistas, las publicaciones, los videos... todo se acumulaba como una montaña que no dejaba de crecer.
El teléfono en mi bolsillo comenzó a vibrar insistentemente, pero decidí ignorarlo al principio.
Las notificaciones eran una constante en mi vida, una especie de banda sonora que acompañaba cada momento de mi día. La mayoría de las veces no eran urgentes; mensajes triviales de amigos, actualizaciones de redes sociales, correos que podían esperar. No era raro que mi teléfono vibrará cada pocos minutos, pero esta vez, la frecuencia era diferente.
Era como si alguien intentara desesperadamente llamar mi atención.
Mientras intentaba concentrarme en el documento que tenía abierto en mi laptop, las vibraciones continuaron, cada vez más insistentes. La sensación de incomodidad comenzó a crecer en mi estómago, como una advertencia silenciosa de que algo no estaba bien.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, aunque solo fueron unos minutos, decidí que debía prestar atención. Con un suspiro de frustración, saqué el teléfono del bolsillo de mi camisa y desbloqueé la pantalla.
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You're so golden | Franco Colapinto
Fiksi Penggemar𝓨𝓸𝓾'𝓻𝓮 𝓼𝓸 𝓰𝓸𝓵𝓭𝓮𝓷 │ Franco Colapinto Zoe ha sido la mente detrás de la imagen digital de Williams durante los últimos dos años, trabajando codo a codo con un equipo estable y familiar. Pero todo cambia de golpe cuando, en un movimiento i...