Sombras de Claddagh

Capítulo 5. Puentes y barreras

En su primera noche, Dael se encuentra marginado de cualquier interacción significativa con Liam. Stephanie, con una desconfianza palpable, maniobra para mantenerlo a distancia, asumiendo el control total y reduciendo a Dael a un mero observador en la sombra.

Sentado en su escritorio, Dael frunce el ceño, una mueca de frustración cruza su rostro mientras intenta sumergirse en la lectura. Desde su observación silenciosa, Dael también cumple su rol oculto, memorizando cada detalle de seguridad: los nombres de los guardias, la ubicación precisa de las cámaras, y los rostros de las fotografías que podrían ser claves en su misión.

Dael se hunde en la silla, el cuero cruje bajo su peso. Su nueva habitación es amplia y acogedora, con una biblioteca que alberga tomos de neurodesarrollo y psicología infantil, junto a novelas de detectives y policías. Las paredes están adornadas con lienzos y pinceladas de colores, y en un rincón, un caballete con una paleta de pinturas aún frescas. También se hallan estanterías llenas de herramientas de arte.

La habitación está meticulosamente organizada, con una estantería dedicada a los hobbies de Daniel: cañas de pescar alineadas, una colección de videojuegos, y al lado, un arco y flechas.

"La meticulosidad y el control ejercidos por Aodh son inquietantes" Piensa Dael, su mirada fija en las páginas de un libro esencial en psicología infantil que aborda el TDAH y el TPS. Dael reflexiona. "Debo proceder con cautela; Aodh ha descubierto aspectos de la vida de Daniel que ni siquiera yo recordaba. Su habilidad para obtener y utilizar información es formidable, y eso lo convierte en alguien ante quien hay que estar siempre alerta."

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Durante dos días, Dael se limita a ser un asistente más, suministrando diligentemente a Stephanie todo lo necesario para su labor con Liam: ropa, medicinas, libros, juguetes y toallas. No obstante, se mantiene a distancia, sin interactuar directamente con el niño.

Al tercer día, la paciencia de Stephanie se desvanece. Liam, agotado por una noche sin sueño y ahora rebotando en su enorme trampolín, ignora sus intentos de comunicación. La llamada perdida con su padre solo agrava la situación, y su negativa a desayunar, a pesar del hambre evidente, lleva a Stephanie al límite.

La responsabilidad recae entonces en Dael: debe alimentar a Liam, quien se encuentra en el cuarto de juegos, absorto en su mundo solitario. Los guardias observan a través de las cámaras, pero ninguno osa interrumpir, temerosos de que el niño se oculte y evite cualquier contacto hasta la próxima llamada de su padre, como lo hizo hace cuatro horas atrás.

Dael toma una respiración calmada y avanza, la puerta se abre suavemente al reconocer su tarjeta de acceso. Entra discretamente con una bandeja de comida, mientras Liam sigue inmerso en su mundo, saltando en el trampolín. Dael coloca la bandeja en una mesa cercana y opta por sentarse en el suelo, a una distancia prudente, observando al niño con atención.

—Liam, vamos a hacer un juego. Después de tres saltos más, te invito a descubrir lo que hay en la mesa para ti. — Dice Dael con tono suave y directo.

Dael observa con atención a Liam. Mientras el niño salta, sus fosas nasales se dilatan rítmicamente con cada respiración agitada. El cabello blanco de Liam ondea con cada movimiento dejando ver algunos matices rojizos, y sus ojos, grandes y vivaces, se desplazan rápidamente, capturando cada rincón del techo y las paredes, pero sin posarse en Dael.

—Liam, mira lo que tengo aquí. Es algo especial para ti. ¿Puedes hacerme un gran favor? Detén tus saltos y ven a ver esto. — Dice Dael con tono calmado.

Liam reduce el ritmo de sus saltos hasta detenerse, respirando con dificultad. Con cautela, desciende del trampolín y avanza hacia Dael. En su camino, sus pequeños pies chocan con bloques de construcción y figuras dispersas en el suelo.